Por: Isabel Mena

Introducción: Ana Acosta @yakuana

Un profesor de origen Español, después de visitar las instalaciones de la Universidad Central del Ecuador, publicó un tuit que encendió las redes. En él colocó una fotografía de los bustos de héroes indígenas de la Plaza Indoamérica junto con una pregunta: “¿Alguno de estos heróes indígenas han contribuido en algo al conocimiento universitario? Entonces, ¿qué hacen en la Universidad Central?”

Su tuit despertó varias respuestas y más aún cuando llegó un segundo comentario: “Pues unos guerreros analfabetos no creo que tengan mucho de encomiable en una universidad, la verdad”

140 caracteres y el posterior post en facebook, encendieron aún más los comentarios en las redes sociales: de rechazo por considerarlo un comentario racista, a favor desde quienes defendían el sentido de la academia o desde quienes aprovecharon la ocasión para mostrar su negación a la memoria indígena; o desde la xenofibia y el nacionalismo de quienes pedían que “expulsen al español”.

Racismo, xenofobia, eurocentrismo, discriminación, identidad, un debate no resuelto, que tiene que ver mucho con nuestra historia, con lo que somos y con lo que queremos ser.

Entre las tantas respuestas que se escribieron, en torno a este debate, una nos parece que aporta con varias ideas para comprender si la discusión que se armó en redes es un tema aislado a este espacio “virtual” o tiene que ver mucho con nuestra historia, nuestra memoria y nuestra realidad palpable.

Isabel Mena, investigadora del Museo Universitario de la Universidad Central, escribió una carta dirigida al profesor, esta carta fue publicada originalmente en el portal Paralaje.xy y es la que ahora la compartimos.

 

Carta abierta

Esta carta abierta responde al debate sobre xenofobia, racismo y etnocentrismo que suscitaron las semanas pasadas los tuits y posts en facebook del español Luis Espinosa Goded, profesor de economía de la Universidad San Francisco de Quito.

El pasado 6 de junio, tras visitar las instalaciones de la Universidad Central del Ecuador, en donde fue invitado a dar una conferencia, Espinosa Goded publicó un tuit cuestionando la pertinencia de los bustos de la Plaza Indoamérica dentro de la universidad, con el argumento de que las figuras históricas a las que éstos bustos representan no han contribuido al conocimiento.

Sus comentarios despertaron una lluvia de insultos y algunas voces defensoras. En El Comercio apareció un artículo titulado “Largate extranjero”[1] que alerta sobre la intolerancia de los ecuatorianos. Ante esto, el 13 de junio, Espinosa Goded publicó una aclaración en su muro de facebook en la que resiente las ofensas que ha recibido y explica su postura. Este texto fue compartido 108 veces, tiene 279 reacciones y 106 comentarios, por no mencionar una buena cantidad de memes, así como comentarios satíricos y críticos que circularon en las redes sociales.

Por la cantidad de discusiones suscitadas que tocan temas interesantes acerca de la identidad cultural del Ecuador, la historia y relevancia de los monumentos públicos y los prejuicios desde los cuales se enuncian los distintos sujetos, el portal Paralaje.xyz publicó esta carta de Isabel Mena, investigadora del Museo Universitario de la Universidad Central “MUCE”, dirigida al profesor Espinosa, la cual les compartimos a continuación.

Estimado Luis

Lamento sinceramente que hayas sido objeto de insultos, ataques y peticiones de que te expulsen del país por el tuit que publicaste en referencia a los bustos de guerreros indígenas en la Plaza de Indoamérica. Opinas —y estás en tu derecho de opinar— que la presencia de dichos personajes en la Universidad Central no tiene razón de ser porque no han contribuido al conocimiento. Creo que nada justifica la xenofobia de ciertas respuestas que has recibido, pero también estoy convencida de que, para luchar en contra la intolerancia visceral y poco argumentativa ante ciertos temas, es necesario comprender por qué las personas responden de cierto modo.

La aclaración que hiciste en facebook en cuanto al susodicho tuit que tanta indignación causó, me lleva a inferir que, por más conocimientos académicos que demuestres tener sobre el sistema económico y social del Imperio Inca, se te escapan par cosas fundamentales sobre la idiosincrasia de la sociedad dentro de la cual estás opinando. Y no me sorprende que se te escapen. Se trata de una sociedad heterogénea y compleja. Pero, además, supongo que, como hombre blanco europeo y académico, te resulta incómodo abandonar la seguridad de los porcentajes que utilizas para argumentar, así como la certeza que tienes con respecto a lo que debe ser considerado conocimiento y lo que no, y frente a los valores que deben encarnar los monumentos al interior de una universidad pública.

Si lo que quieres es permanecer claro e inmóvil en tus opiniones, no te conviene hacerte algunas preguntas que son clave para comprender la llaga en la que has metido el dedo con tu tuit. Cuestionamientos que, en cambio son fundamentales, si lo que buscas es —como dices en la aclaración que haces vía facebook fomentar una cultura del debate en el Ecuador, y, de paso —por qué no— permitir que tu estadía en este país permee tu eurocentrismo inconsciente y te vuelva más autocrítico, abierto y empático ante las diferencias.

Te planteo dos interrogaciones: ¿Qué simboliza la presencia de los guerreros indígenas en la Universidad Central del Ecuador? ¿Cómo pudieron causar tanta indignación los 140 caracteres con los que cuestionaste su pertinencia en la ciudad universitaria?

Como bien te han informado, los bustos de  la Plaza Indoamérica —que originalmente se ubicaba fuera de la ciudad universitaria— representan a los héroes de la resistencia indígena de distintos lugares de Latinoamérica y fueron donados por las embajadas de los respectivos países que ahora se asientan sobre el territorio en el que en su día estos hombres libraron sus batallas.

“El 24 de mayo de 1961 se colocó la primera escultura en la plaza. Esta  correspondió a la del héroe Rumiñahui. El 12 de octubre de 1974 se instaló la última, que recuerda al cacique Hathuey de Cuba”.[2]

Explicas en tu muro del face que el inicial estupor que te causó encontrar estos monumentos que considerabas fuera de lugar en una universidad se mitigó cuando te enteraste del “accidente urbanístico” que reubicó a los  bustos al interior del recinto universitario. Siento decepcionarte y volverte a causar una incómoda extrañeza, pero la verdad es que la Universidad Central no estuvo al margen de la construcción de la Plaza de Indoamérica. El terreno en el que se asentaba la Plaza de Indoamérica antes de su reubicación al interior de la ciudad universitaria, formaba parte de los lotes que el Municipio de Quito entregó a la Universidad Central del Ecuador a mediados de los años cuarenta, a cambio de la antigua Casona Universitaria ubicada en el centro histórico. De hecho, inicialmente, la plaza se denominaba Plaza Universitaria. En 1959, el Dr. Alfredo Pérez Guerrero, entonces rector de la UCE, apoyó el proyecto de construir la Plaza de Indoamérica junto al alcalde de Quito, Carlos Andrade Marín.

Ahora, lo que yo me pregunto es ¿por qué te causa tanto asombro que los criterios que motivaron la creación de la plaza sean distintos a los que tienes tú —madrileño del siglo XXI que se autodefine como liberal, escohotadista y mccloskusta— acerca de los valores que deberían transmitir los monumentos de una ciudad universitaria?

Estoy completamente de acuerdo contigo en que una de las formas de aprender qué se valora en una sociedad, es analizar a los monumentos y esculturas de los espacios públicos —una idea que también puntualizas en tu aclaración—. El problema es que has lanzado una opinión sin tomarte la molestia de hacer el análisis que pides. También es muy interesante examinar si estos monumentos son solamente vestigios y documentos de valores y reivindicaciones del pasado o si todavía despiertan pasiones en la coyuntura actual. La cantidad de respuestas que recibió tu tuit me lleva a pensar que los valores representados por los bustos de los guerreros todavía están en disputa y, por lo tanto, vivos.

Pero volvamos a las preguntas que propuse, pues, solo si nos situamos en el lugar y en la época en la que fueron construidos, podemos comprender por qué el hecho de que esos guerreros estén en la universidad no está tan fuera de foco como crees, sino que se explica perfectamente dentro de un contexto histórico. Recuerda que nos estamos ubicando en los años sesenta y setenta, es decir, antes de la efervescencia del movimiento indígena y de que en el Ecuador se soñara siquiera con un Estado pluricultural y multinacional. No es plausible, por lo tanto, que la construcción de la Plaza de Indoamérica apunte a una intención de incluir o de reconocer los saberes ancestrales de las culturas indígenas del país. Bien señalas en tu aclaración que los bustos representan a guerreros y no a sabios o estudiosos. Lo que no llegaste a deducir es que las esculturas son más bien un monumento a la resistencia desde América Latina. En el contexto global de la época, se entiende una resistencia al imperialismo norteamericano, a la imposición de un modelo de desarrollo en el que ocupamos un lugar de evidente dependencia económica frente a las potencias mundiales, al espionaje de la CIA, al auspicio norteamericano de dictaduras de derecha que cobraron miles de vida, entre otras cosas. La universidad pública de aquellos años se asumía —al menos en discurso— como productora de un pensamiento crítico capaz de prestar resistencia a toda clase de imposición y manipulación de poderes externos, nacionales e internacionales. Es complicado (y quizá imposible) imaginar una autonomía absoluta en este sentido, pero esa era la utopía que movía a los intelectuales como Pérez Guerrero.

Las virulentas respuestas que recibió tu tuit me llevan a concluir que todavía hoy, los bustos indígenas representan la resistencia a un pensamiento eurocéntrico colonialista que mira a América Latina como a aquel extraño incomprensible y peligroso salvaje que debe ser civilizado. Parece que ese pensamiento continúa tan arraigado en ti que ni siquiera lo reconoces como tal, y te asombras cuando te lo sacan en cara en redes sociales.

Estamos ya en el terreno de la segunda pregunta. Me parece que la mayoría gente que te ha respondido ofendida no se identifica necesariamente con la cultura indígena como deduces, si no que reaccionan de manera visceral ante una ideología según la cual América Latina nunca estará tan cerca de la verdad como Europa por el simple hecho de que es desde un pensamiento eurocéntrico desde donde se imponen los criterios de lo que es verdadero y valioso. Desde esa visión, reconoces en tu texto aclaratorio el valor de la astronomía, la agricultura o la construcción de las culturas americanas. Te permites, además, reconocerlo en su justa medida y adviertes sobre el peligro de sobrevalorarlo. ¿Cuándo hablas del “avance en civilización” que supuso la Conquista, de qué civilización estás hablando? ¿Quién está midiendo la civilización de quién?

En un segundo tuit, también del 6 de junio, escribes textualmente “pues unos guerreros analfabetos, yo no creo que tengan nada de encomiable, la verdad”, un enunciado que también ocasionó una lluvia de réplicas e insultos. Ofendido, aclaras luego por facebook que el término “analfabeto” es un calificativo sin connotación valorativa alguna. ¿Y si te cuento que hasta 1978 en el Ecuador todavía se exigía saber leer y escribir para poder votar? Esta disposición colonialista impuesta por hombres ecuatorianos blanco-mestizos con un pensamiento tan eurocéntrico como el tuyo excluía, sobre todo, a personas pertenecientes a  los estratos populares, a afrodescendientes, a indígenas y a mujeres ¿Todavía crees que es un calificativo neutral?

Me parece interesante que identifiques un auto-odio en aquellas respuestas que insultan a los conquistadores españoles en tanto ellos forman parte de la ascendencia cultural que tenemos los ecuatorianos. Intuyes que este auto-odio debe ser difícil de sobrellevar. Y, ¿sabes qué?, quizá tengas algo de razón aquí. No me atrevo a hablar de auto-odio, pero creo que el “mestizaje” —con todas sus potenciales riquezas— no es fácil de sobrellevar para una nación, en parte, porque no se trata de un mezcla homogénea producto de lo que tú llamas “unión entre dos mundos”, sino de algo más parecido a una violación. Cuando lo miras así, ya no resulta tan raro que los hijos e hijas de semejante ultraje se conflictúen al pensar en sus progenitores y desarrollen sentimientos negativos hacia uno de ellos dependiendo de cómo les haya sido contada esta historia y, sobre todo, de cómo haya pesado en su vida.

Tanto los guerreros indígenas de la Plaza de Indoamérica como esta analogía que te planteo como otra forma de mirar lo que tú llamas “Descubrimiento”, son símbolos de la violencia y de la resistencia. Deben ser entendidos como tales para no caer en esencialismos que, en lugar de acercarnos, nos alejan de la comprensión de una idiosincrasia tan heterogénea como la ecuatoriana. En este sentido, cuando hablamos de “mestizaje” también corremos el riesgo de evocar una esencia cultural o nacional que es contraria a la diversidad cultural y étnica que caracteriza a América Latina y al Ecuador.  Quiero creer que esta diversidad tiene el potencial de acercarnos al “otro” y de permitirnos aprender de la diferencia. Sin embargo, para ello es necesario que tengamos claro que “escuchar es parte constitutiva del discurso”.[3]

Volviendo a tu tuit, considero que fue lanzado a ciegas  desde tu trinchera —un lugar de enunciación privilegiado que ingenuamente consideras universal- Aclaras que no eres partidario de reescribir la historia, cuando la historia debe ser reescrita justamente para evitar que la violencia sea negada con eufemismos y que palabras como “analfabeto” nos sean vendidas como neutrales.

En una sociedad con una historia marcada por el colonialismo y su subsecuente racismo, machismo y clasismo, es fácil despertar odios, resentimientos y complejos muy arraigados. (El beligerante discurso de nuestro ex presidente es un claro ejemplo de esto). Es así que muchas de las respuestas que recibiste se dispararon también desde trincheras en las que los sentimientos viscerales negativos pudieron más que la reflexión. Dudo que atrincherarnos sea la mejor manera de promover una cultura del debate en el Ecuador.

Eso nomás, Luis. Me despido con una cita de Ranahit Guha que espero te resulte tan inspiradora como a mí.

“Escuchar significa estar abierto a algo y existencialmente predispuesto: uno se inclina ligeramente a un lado para escuchar”.[4]

 

Atentamente,

Isabel

 

 

[1] http://www.elcomercio.com/opinion/largate-extranjero-populismo-debate-opinion.html.

[2] http://www.elcomercio.com/tendencias/construir/plaza-indoamerica-da-luz-a.html.

[3] Martin Heidegger cit. en Ranahit Guha, Las voces de la Historia y otros estudios subalternos, Barcelona, Editorial Crítica, 1986, p. 27.

[4] Ranahit Guha, Las voces de la Historia y otros estudios subalternos, Barcelona, Editorial Crítica, 1986, p. 27.