Por: Ana Acosta @yakuana

Un año ha pasado desde que Valentina, de 11 años, fue asesinada y su cuerpo encontrado en el patio de su escuela “Global del Ecuador”, ubicada en el norte de Quito. Un año en el que su familia ha exigido respuestas, sin obtenerlas.

Valentina no es el único nombre que permanece en el piso junto a un cuerpo; son decenas de mujeres, asesinadas por la violencia feminicida. Cada una con un nombre, una edad, un lugar de origen, una familia. Para los medios son una noticia más en la sección de crónica roja, para la sociedad culpables de su propia muerte y para el Estado apenas un frío número de una estadística: cuerpos desechados.

Así permanecieron dentro de fundas negras, en los exteriores del Complejo Judicial en Quito, mujeres asesinadas por la violencia feminicida y que sólo desde enero hasta junio del 2017 suman 67, según las organizaciones de mujeres.

Performance realizado por la Plataforma Vivas Nos Queremos

“Estas vidas nos importan”

Valentina no es un nombre aislado, tampoco es un número “para nosotras las vidas de las mujeres, de nuestras hermanas, sí nos importan” dice Jeaneth Cervantes de la “Plataforma Vivas nos Queremos”, recordando algo que el Estado y la sociedad parecen haber olvidado.

Por eso sus reclamos se dirigen hacia estos actores del poder, al sistema de justicia y al Ministerio de Educación, por donde dicen pasa la impunidad y que en el caso de Valentina lo ha hecho de forma dolorosa.  Así lo narra Ruth Montenegro, madre de Valentina, quien ha tenido que vivir los retrasos de la justicia y un silencio institucionalizado dentro del sistema educativo.

Valentina fue encontrada en el patio de su escuela “Global del Ecuador”, ahí donde debía estudiar y aprender, alguien le quitó la vida. En el colegio nadie quiso hablar, nadie le dio respuestas, y cuando ella misma las buscó en la justicia, las miradas se dirigieron a su propia familia. Un año ha pasado y Ruth considera que el caso ha tenido retrasos inexplicables, es así que el proceso sigue en indagación previa.

Estos retrasos también se dieron en la institución responsable de garantizar el desarrollo integral de niños y niñas y una educación libre de violencia.  Según Ruth, el Ministerio de Educación tardó tres meses en iniciar el proceso para el sumario administrativo contra la Unidad Educativa Global del Ecuador, y recién ocho meses después emitir la sanción, lo cual permitió que abriera un nuevo año escolar, poniendo en vulnerabilidad a otras niñas y niños.   Además, denuncia Ruth que los dueños de este establecimiento reabrieron una nueva Unidad Educativa en el Valle de los Chillos, con otro nombre, otra personería jurídica, aunque tienen prohibición de hacerlo. De esta forma ella expresa una preocupación: “día a día los agresores repiten acciones violentas dentro de los planteles educativos porque hay impunidad, porque no se toman medidas efectivas”

Ruth Montenegro, madre de Valentina Cosíos

Valentina fue víctima de la mayor de las violencias, aquella que te arrebata la vida: el feminicidio. Otras niñas y niños han sufrido otras violencias dentro de los sistemas educativos: 554 denuncias de abusos sexual en instituciones educativas, según la Fiscalía del 2014 al 2015. ¿Cuántos más no denunciaron?

Es por eso que el silencio es el primer candado a romper. Para Ana Vera, abogada del caso y parte de la organización Surkuna “su silencio es cómplice frente a los asesinatos y la violencia” por lo que exigen acciones  integrales de sanción, de reparación pero también de prevención desde el Estado. Pero no solo eso, para Ruth hay algo más, y su voz la dirige hacia la sociedad, hacia quienes miran con curiosidad los carteles que colocaron en la calle y siguen su camino: “los cuerpos de nuestras niñas y mujeres aparecen como desechos, en las quebradas como si su vida no valiera ni importaran nada ¿vamos a permitir que se repita esto una y otra vez?”.

Mira el video de la acción:

Audiovisual por: Roberto Chavez @lamalactitud y Juan Carlos Gonzalez @cajuComVisual

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