Entrevista a Juan Martín Cueva
Por: Ana Acosta @wambraradio
Les presentamos a…
Juan Martin Cueva es cineasta ecuatoriano, realizó sus estudios de producción y dirección de cine en Bélgica. Entre sus obras que más resuenan en nuestra memoria se encuentran: Ningún ser humano es ilegal (2001), El lugar donde se juntan los polos (2002) y Este Maldito País (2008). Desde hace cuatro años incursionó como funcionario público, primero como Agregado Cultural en la Embajada de Ecuador en Colombia, y desde el 2013 es Director del Consejo Nacional de Cinematografía del Ecuador CNCINE. Hoy desde el otro lado del barco, desde lo público, está encargado de la gestión, fomento, promoción y difusión del cine ecuatoriano.
Pa que te piques…
Juan Martin habla del salto cuantitativo del Cine Ecuatoriano, aunque no se atreve aún a hablar de una industria cinematográfica ecuatoriana con nombre y apellido, habla de su crecimiento y la necesidad de un Consejo y un Fondo de Fomento para este fin.
A pesar que los fondos destinados para el cine se han incrementado en un 100% (2millones 400mil) se niega a aceptar que el cine sea el niño mimado de la cultura, comparado con lo que se invierte en otras áreas. Con un espíritu autocrítico muy fuerte, habla de que la calidad, la ausencia de audiencia y las historias son aún un cuello de botella del Cine Ecuatoriano.
Para la Wambra Radio, es prioridad abrir debates sobre otras aristas ausentes en el mundo de la cultura, así que después de toda la charla amena, pedimos a Juan Martin que nos hable de la producción audiovisual comunitaria, la necesidad de repensar de forma diferenciada lo que implica el proceso y la lógica comunitaria, más allá de la clasificación étnica.
Disfruten leer y escuchar esta entrevista!
Mucho se habla de que el cine ecuatoriano está en un boom, que ha crecido y está teniendo el apoyo que nunca antes había tenido. ¿Tú qué piensas de ese boom y cómo lo miras?
Es evidente, hay datos objetivos que nos confirman que existe de alguna manera un boom. En el 2013, por ejemplo, se estrenaron trece películas ecuatorianas en el circuito comercial de salas y hubo cerca de veintidós largometrajes que se produjeron, que se terminaron y circularon, porque no todas las películas que se terminan tienen necesariamente su estreno en salas comerciales.
Entonces ya se habla de un volumen de producción bastante importante, no podemos compararnos con otros países porque las dinámicas son distintas, pero comparando con lo que pasaba en el Ecuador hace pocos años es absolutamente evidente que ha habido un salto adelante muy importante. Acompaña a este crecimiento del volumen de producción, una serie de procesos que suceden al interior del sector.
Las películas que antes se hacían de modo muy artesanal, autofinanciado, sobre la base del acolite, de la pasión y la entrega de un montón de gente pero de alguna manera, de modo muy informal, no existía profesionalización. Los cineastas eran todólogos, el cineasta era productor, director, chofer, editor, distribuidor, guionista, todo en la película lo hacia el cineasta a veces con ayuda de su pareja o de sus hijos, sobrinos o de sus amigos, pero no iba más allá de eso.
Ahora ya tenemos un sector cinematográfico, ya hay varios miles de personas en el Ecuador que viven de la producción audiovisual, que se ha especializado, que se ha formado, que se ha capacitado, que se han convertido de algún modo en profesionales en las áreas específicas como: la fotografía, edición, sonido, escenografía, guion, dirección y producción misma; ya no es como antes una actividad totalmente informal y artesanal sino que se ha ido convirtiendo en una actividad más consolidada, industrializada, profesionalizada.
Yo no me atrevo todavía a decir que hay una industria cinematográfica en el Ecuador, pero sí estamos yendo en esa dirección. Cuando tú tienes veinte producciones al año ya no puede ser la lógica que había antes de buscar fondos a la loca y acolites, sino que ya por eso se justifica la existencia de un Consejo y un Fondo de Fomento como un mecanismo reglamentado, como un mecanismo sistemático, claro, periódico, normado, transparente para que esos fondos públicos servir para el cine sean manejados de la manera más transparente posible.
Dentro de este boom del cine ecuatoriano hay varias posiciones y una de ellas se refiere a este salto de calidad y técnica, pero también se habla de una ausencia de audiencias y de historias bien trabajadas ¿Tú qué piensas sobre esto?
Si, efectivamente este es el cuello de botella en este momento del cine ecuatoriano, efectivamente hay razones para entusiasmarse al decir que es un sector que se ha desarrollado cuantitativamente en volumen de producción, también en la diversidad de la producción y calidad. No creo que se pueda generalizar, pero obviamente en ningún país del mundo existen solo películas muy buenas o muy malas, solo películas con ambiciones comerciales y taquilleras o solo películas más autorales que apuntan a festivales, o a un público más especializado. Hay de todo en el cine ecuatoriano, pero de algún modo hay una constante que es la deficiente llegada al público.
Eso se explica por muchas razones, no es algo que atañe únicamente a la producción ecuatoriana, en general la asistencia a las salas de cine convencionales está bajando y es una tendencia a la baja a nivel mundial. Cuando tú tienes un súper equipo con excelente calidad de audio y de video en tu casa, una programación súper variada por cable y unas opciones mucho más amplias de las que tenías antes, ya no es tan indispensable ir a la sala de cine, no es la única ventana posible. Hace veinte años si no ibas a la sala de cine no veías la película no más.
Evidentemente hubo todo un periodo en esta transición, por ejemplo que la piratería haya tenido realmente un auge en el Ecuador. Los contenidos audiovisuales prácticamente en todo el territorio ecuatoriano circulaban básicamente en copias piratas, eso se ha tratado de normalizar, sobre todo con lo que tiene que ver con la producción ecuatoriana; pero el productor ya no puede solo pensar en las salas de cine cuando está haciendo su película, nosotros mismos cuando pensamos en las convocatorias del Fondo de Fomento Cinematográfico ya no podemos pensar solamente en producciones que están apuntando hacia ese circuito.
Finalmente la subvención del estado a la producción es demasiado importante, me parece que hay que buscar las maneras de atraer inversión privada a la producción, de conseguir otro tipo de fuentes de financiamiento porque esta es una base muy débil.
No vamos a empezar a apuntar todo hacia producciones más comerciales que apuntan a un público más general, más amplio con argumentos que van en contra de la calidad y no solo de la calidad narrativa y cinematográfica sino también de que esos contenidos respondan a una necesidad de elementos de identidad y de elementos culturales adaptados a nuestra población.
Porque si hay un problema también es la colonización de nuestro universo audiovisual. Es decir el niño ecuatoriano ¿Qué es lo que ve en la televisión, en el cine, en todo lado desde que nace? Sino ha visto más que producción de Hollywood o producción que no tiene que ver con su realidad no va a ser un consumidor o alguien que pida, que exija otro tipo de contenidos. Entonces tenemos que empezar a trabajar desde ahí.
Sobre el tema de los incentivos hay una nueva convocatoria a Fondos Concursables. En la presentación se indicó que se han modificado y facilitado los trámites para el acceso a los fondos. Cuéntanos ¿Qué es lo que contiene y qué presenta esta nueva convocatoria?
La primera novedad es simplemente cuantitativa, pero es importante porque por mil razones nunca se había logrado que el fondo sea mayor desde el inicio de la gestión del CNCine en el año 2007 hasta el 2013, el fondo fluctuó entre 700.000 dólares y 1’100.000 dólares al año, pueden sonar como cifras altas, pero en realidad si comparamos con cualquier otro país incluso de América Latina son cifras muy bajas para fomentar toda la producción cinematográfica nacional, si comparamos con los presupuestos de instituciones culturales del Ecuador también es ridículo.
Evidentemente se reconoce que desde el gobierno existe un apoyo muy grande al cine ecuatoriano, y que es el niño mimado, pero si se compara con el funcionamiento de una orquesta sinfónica, de una Casa de la Cultura o de un museo, nos damos cuenta que las cifras que tienen que ver con todo el sector de la producción cinematográfica, no son cifras tan altas.
Por eso es importante decir que el monto subió, por primera vez en este año estamos con 2’400.000 Dólares en el fondo de fomento, exclusivamente la suma de los fondos que se van a atribuir a los proyectos es decir aquí no estamos incluyendo la gestión, la convocatoria, los jurados, etc. solo lo que se va a distribuir a los distintos proyectos.
Es un aumento de más del cien por ciento y eso nos obligo a pensar no solo en multiplicar los montos o multiplicar la cantidad de proyectos. Sino también en repensar las categorías.
¿Qué es lo que entiende el CNCine por producción comunitaria? ¿A quiénes apunta esta categoría?
La categoría de producción comunitaria, es una categoría que nunca funcionó, seamos realistas. Se convocó desde el inicio y nunca llegó realmente a los sectores que se supone apunta la categoría. Se confundía comunitario con bajo presupuesto. Entonces para este año la dividimos en dos: producción de bajo presupuesto y producción audiovisual comunitaria. Estas dos categorías no son lo mismo.
Entonces ahora le estamos repensando con los propios productores comunitarios indígenas, vamos a hacer un taller con la CORPAN que es la Corporación de Productores Audiovisuales de las Nacionalidades para repensar desde las bases esta categoría, ¿Qué es lo que queremos?, ¿Qué lógicas tienen?
No podemos pedir los mismos requisitos a producciones de tan distintas lógicas internas. A veces no existe la figura del productor, son dinámicas más colectivas de producción incluso no apuntan a lo mismo, no apuntan a estrenarse en salas comerciales, apuntan a otro tipo de comunicación, a veces interna en las comunidades o con otras comunidades.
La Constitución es clarísima en ese sentido y después de haber discutido y cambiado durante tanto tiempo, la Constitución habla específicamente de atención prioritaria por parte de las políticas públicas del estado a poblaciones que tienen que ver con los pueblos y las nacionalidades indígenas, afrodescendientes y montubios.
Ahí definimos con más precisión a que población estamos apuntando, pero no es suficiente con que un realizador de una película sea indígena, Shuar, Quichua, para que esa producción sea comunitaria. Puede haber un productor indígena que realice películas absolutamente convencionales, y eso no tiene cabida en la categoría comunitaria.
Por eso estamos apuntando a otras lógicas de producción, otras lógicas de creación audiovisual que se dan con el espíritu comunitario dentro de estas comunidades o poblaciones y que tienen también otra lógica de difusión o de llegada al público de otra manera. Tienen mucho que ver con la memoria de estas poblaciones y comunidades, tiene mucho que ver con la construcción de un imaginario propio, también en lo audiovisual porque hay narración oral, hay literatura; pero no existe expresión audiovisual.
En la Ley de Comunicación se incluye en el sector comunitario a pueblos, comunas, comunidades y nacionalidades indígenas, afro y montubias, también se incluye a las organizaciones sin fines de lucro. ¿Esto se puede canalizar también en el cine, en experiencias cinematográficas de producción comunitaria que no son exclusivamente de pueblos y nacionalidades indígenas?
El problema es que vamos a los extremos. A un extremo tratando de encasillar estrechamente la noción de lo comunitario o al otro extremo que es el abrir todo. En este sentido prácticamente toda producción cinematográfica finalmente es comunitaria, no hay ninguna producción cinematográfica que sea de una persona que se encierre en su casa. Toda producción tiene lineamientos comunitarios en los procesos, en los temas; es decir no porque una película trate de la comunidad GLBTI, es una producción comunitaria, así como no necesariamente una producción que hable del pueblo Shuar o de los Afrodescendientes es comunitaria. Hay documentalistas absolutamente occidentales, individuales, productores convencionales ecuatorianos que han hecho películas sobre los Afros o Shuar, pero no son producciones comunitarias.
¿Cuáles son estas características además de las étnicas para la producción comunitaria entonces?
Ese no es el tema, no es suficiente con que sea en una comunidad indígena donde se construya la historia. Son características que tienen que ver con los procesos, las lógicas de producción y las necesidades de comunicación de la comunidad que se organizan en torno a un proyecto narrativo.
Pero para cumplir con esos objetivos no es sólo de un realizador indígena que quiere hacer un cortometraje o un documental sino que son más bien necesidades colectivas de expresión y de memoria.
¿En Ecuador existe algún ejemplo emblemático de este tipo de producciones audiovisuales comunitarias?
Existen varias pero ahorita pensé en un estudio que realizo Cristian León sobre el cine indígena en Ecuador, el cine indigenista en el Ecuador “Reinventando al Otro”. Hay otro estudio que hizo Carolina Romero sobre el mismo tema, pero es bien difícil calificar esas producciones como comunitarias.
Por ejemplo hubo una película hecha hace dos años realizada por un colectivo urbano vinculado con las trabajadoras sexuales y GLBTI, se llama “Patrulla Legal”, entonces en la promoción y todo nunca se ponía por delante el nombre de la directora que fue María Ángela Palacios.
Cuando estaba como Agregado Cultural en la Embajada de Ecuador en Colombia, logramos que los inviten a esa producción en un festival en Bogotá. Los organizadores nos pedían invitar a la directora, pero esta película tenía un proceso más colectivo y finalmente fueron personas que estuvieron en la gestión y producción de ese proyecto, pero que no necesariamente fueron en rigor la productora de la película, sino que eran incluso participantes, personajes o gente que estuvo involucrada en ese proceso.
¿Qué es lo que se viene después de esta convocatoria? ¿Qué es lo que está trabajando y preparando el CNCine en relación al incentivo para el cine ecuatoriano?
En relación con el fondo de fomento, nosotros creemos que es la razón de ser del CNCine, a pesar de todos los problemas que hemos tenido.
Seguimos afinando ciertas categorías y redefiniendo cosas, pero de algún modo ya es un mecanismo de fomento que ha hecho sus pruebas y que funciona.
Tuvimos un encuentro ecuatoriano en enero, para pensar específicamente en la distribución, difusión, circulación de contenidos, porque nos parece que es un tema que sí es responsabilidad del CNCine y que es algo en lo que hay que gastar tiempo, esfuerzo y reflexión en este momento.
Otro de los ámbitos del CNCine es la circulación, preservación, identificación y restauración del patrimonio fílmico ecuatoriano, porque eso está abandonado y descuidado; hay realmente joyas que se han perdido por estar en malas condiciones sobre todo en la costa, Guayaquil.
Y por último también estamos tratando de promover el cine ecuatoriano en el exterior que es lo que ha venido haciendo el CNCine desde hace algún tiempo, pero también promover al Ecuador como un lugar donde se puede filmar películas extranjeras. Porque esto genera empleo, capacitación en la práctica a técnicos y cineastas ecuatorianos, genera una serie de encadenamientos productivos, de generación de riqueza e incluso promueve al país hacia afuera.
Si este gobierno le está apostando mucho al turismo, también hay que hacer conocer lo que es el Ecuador más allá de las Galápagos o algunos puntos muy específicos que se conocen a nivel internacional, pero mostrar toda la diversidad que existe aquí. Entonces estamos articulando una serie de instituciones en una comisión fílmica para facilitar los trámites para que puedan venir películas extranjeras a filmarse aquí.