Por: Apawki Castro @ApawkiCastro
El día de los difuntos para el mundo andino es un tiempo de ritualidad, de rendirle culto a ese espacio material y cósmico. Es tiempo de armonizar entre el Kay Pacha, Hanan Pacha, Uku Pacha y el Ñawpa Pacha; los cuatro tiempos y espacios que existen dentro de la cosmovivencia de los pueblos indígenas. Es el tiempo de reconocer y aceptar la muerte como parte de la vida. Es el día donde se pueden encontrar lo tangible con lo intangible.
Si bien la existencia del sincretismo cultural con la religión cristiana, católica y protestante en varias de las actividades de los pueblos está presente en esta época, la mirada que desde los pueblos tenemos con quienes ya se adelantaron ocupa gran parte de las actividades. Referirse a los difuntos como “personas que se adelantaron” tiene que ver con la cosmovisión andina. Ancestros, antepasados, abuelos, abuelas, taytas y mamas están adelante, como en un gran camino. Los que llegaron primero y se fueron primero; caminaron antes que nosotros hacia otro espacio, que es el espiritual, lo no tangible y lo cósmico.
En las comunidades de los pueblos indígenas, en particular en Cotopaxi, Saquisilí, Cochapamba, Salamálag Grande, todas las personas que se encuentran en las diferentes ciudades vuelven en el Aya Puncha para compartir con las personas que aún están con vida, y con aquellos que ya se adelantaron al otro espacio. El día de los difuntos hace posible el retorno y la materialización de la unidad entre el Ayllu.
Uno de los factores para que varias personas de las comunidades de la sierra centro, migren hacia las grandes ciudades es el económico. En los años 60, 70 y 80 las comunidades indígenas del Ecuador atraviesan por un proceso de liberación de las haciendas, acompañado de la migración. Los habitantes de la comunidad Salamálag Grande no fueron la excepción. Quienes en un tiempo determinado fueron huasipungo salieron de sus espacios y migraron a la Costa, sobre todo a trabajar en las grandes cacaoteras, muchas de ellas ubicadas en Quevedo, Santo Domingo y otros. Pongo en contexto aquel fenómeno de migración y que se mantiene hasta la actualidad, quizá con otros matices y actividades económicas en las ciudades, para señalar que el día de los difuntos o Aya Puncha posibilita el retorno hacia el espacio colectivo y comunitario de aquel ser que tuvo que salir a la gran ciudad “en busca de mejores días”.
Algunas prácticas que los pueblos y nacionalidades practican en el Aya Puncha, día de los difuntos, en la visión racional no tiene cabida alguna y por ello entran en constante choque. Desde la razón occidental-eurocéntrica-colonial es incomprensible que se lleve alimentos a los cementerios y se comparta con los seres que ya se adelantaron del Kay Pacha. Las acciones de conversar, alimentar y socializar con los “difuntos” es un acto “irracional” para aquella razón.
Las acciones desde la categoría del Ranti-Ranti son expuestas con los seres “vivos e inertes”. El pensar, sentir, decir y hacer se expone en el compartir. Cada Ayllu lleva alimentos que se reparten entre distintas familias, así como con los seres humanos vivos o muertos.
Comprendemos así nuestras costumbres en el llamado Día de Difuntos o Día de Muertos como un lugar de resistencia que se encuentran operando desde los distintos espacios colectivos, comunitarios de los pueblos y nacionalidades, algunas veces en el sincretismo cultural y religioso; y otras veces haciendo que nuestra cultura prevalezca ante cualquier tipo de racionalidad y poder con la particularidad que cada comuna, comunidad, pueblo y nacionalidad posee.
.