Luz Estrello @luzesterrestre

Los días de muertos en México son, probablemente, las festividades con mayor arraigo sociocultural en muchos de sus pueblos y ciudades; y muy seguramente las que reciben más atención mediática dentro y fuera del país, por su gran colorido y por la profunda raíz precolombina que sostiene cada una de sus expresiones: las ofrendas en las casas, la visita al panteón, las comparsas, las coplas, la comida y los adornos.

Además de la algarabía que los caracteriza, estos días también motivan la reflexión acerca del lugar que ocupa la muerte en el universo cultural en este país. Para los mexicas, morir era iniciar el retorno al vientre materno, a las entrañas de la tierra, justo donde la vida vuelve a surgir. Para los mexicanos de hoy, que atraviesan uno de los periodos más violentos de su historia, causado por la guerra narco-política que inició hace once años y que desde entonces determina las formas de vivir y morir en este país; el tradicional día de muertos ha sumado a su múltiple repertorio simbólico la denuncia contra los crímenes del Estado y del crimen organizado, y por supuesto, la memoria de las víctimas.

Aquí, todos los días son días de muertos”, se lee en las ofrendas convertidas en protesta, y se confirma con las cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública dadas a conocer a mediados de año, y que muestran que junio de 2017 ha sido el mes más violento desde que se tiene registro oficial, con 2234 muertes1. Hasta octubre de este año, sumaban más de 21 mil homicidios dolosos solamente en 2017, con lo que el gobierno de Enrique Peña Nieto supera la sangrienta cuota de su antecesor, Calderón Hinojosa, a quien se debe el inicio de la militarización como “estrategia de seguridad” que multiplicó los carteles del narcotráfico en lugar de mermarlos y detonó la crisis de derechos humanos que tiene al país como un auténtico Mictlan, el “lugar de los muertos” en el que creían los mexicas.

La guerra en México, con su macabro promedio de 52 ejecuciones diarias, es una terrible realidad cuyos efectos todavía no son asimilados plenamente por la sociedad. La muerte, tan cotidiana, es la política social con mejor cobertura en los últimos dos sexenios. Y Tlaltecuhtli, diosa de la tierra y devoradora de cadáveres en la cosmovisión mexica, no se da abasto con tanta alma que tiene que enviar al más allá: ciudadanos, periodistas, mujeres, jóvenes, defensores de derechos humanos y líderes de movimientos sociales. Hasta que no se reconozca plenamente la magnitud de la tragedia, se deslinden responsabilidades y se alcance la verdad y la justicia para las víctimas; México no conocerá la democracia y no podrá volver a ser ese mágico lugar al que hasta los muertos quieren regresar.

Cifras de homicidio doloso, secuestro, extorsión y robo de vehículos 1997-2017

 

1 SEGOB/SESNSP (2017), “Cifras de homicidio doloso, secuestro, extorsión y robo de vehículos 1997-2017” 

 

 

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