Así llegué al feminismo popular y comunitario
Entrevista con Claudia Korol
Por: Ana Acosta @yakuana / video Karla Morales @mora_yana
El cabello de Claudia es blanco completo, me recuerda a mi abuela, sobre todo cuando sonríe. Mi abuela lo hacía mucho, sentadas en la mesa, la movía toda con su risa y su barriga. Mi abuela no me habló de feminismo nunca, mi mamá tampoco, pero ahora que soy feminista, sé que mi abuela y mi mamá me enseñaron el feminismo en la práctica. Muchas mujeres lo hacen así, sin haber leído teoría feminista o de género, sin haber siquiera terminado el colegio o la universidad – como mi madre- lo hacen porque se enfrentan a una injusticia, a una desigualdad o a un poder. Muchas mujeres, no se autodefinen como feministas, por todo el estigma que se ha construido, y claro, por miedo. Cuando hablo con estas mujeres, lo hago como si hablara con mi mamá o con mi abuela, para que cada una pueda reflexionar sobre su propia realidad y en ese camino accionar el para qué el feminismo en su vida. Eso es algo que lo aprendí de la educación popular, leyendo los textos de Claudia Korol, la mujer, educadora popular, comunicadora y feminista argentina, que ahora tengo al frente sentada para conversar.
Claudia Korol, integra el colectivo “Pañuelos en Rebeldía”, la articulación de Mujeres Feministas Populares de Abya Yala y es parte de la Escuela de Derechos de los Pueblos del Abya Yala Bertha Cáceres, autora del libro “Hacia una Pedagogía feminista. Géneros y educación popular”
¿Cómo el feminismo llegó a tu vida?
– En realidad, fui llegando al feminismo porque primero estaba participando en las experiencias de educación popular, sobre todo con el movimiento campesino en los años 90. Cuando vimos los obstáculos que tenían las organizaciones para desarrollar su trabajo, sus actividades, sus proyectos, un tema siempre era las dificultades concretas de participación de las mujeres. Y bueno, para explicar cuáles son las razones, buscando, leyendo materiales, en busca de respuestas, me fui encontrando con las respuestas del feminismo. Esto sirvió para entender que no era un problema de tal organización solamente, si no que había un sistema de opresión a la mujer y que eso se llama patriarcado, y así fuimos descubriendo el feminismo, que surgía en la experiencia de educación popular.
Claudia vivió la dictadura de Argentina, una de las más sangrientas del continente. Cuando fue el golpe de Estado, tenía 17 años, su activismo estaba atravesado por las políticas de enfrentamiento a la dictadura, el movimiento estudiantil. Después en los años ochenta, ya con el fin de la dictadura, los movimientos sociales y populares, volvían a reconstruirse y el movimiento feminista también.
– Recuerdo en un Encuentro Nacional de Mujeres que se hace una vez al año – ya llevamos más de 33 encuentros– se abordaron temáticas de participación, las feministas pusieron mucho de su iniciativa para generar ese espacio y fue mucho más amplio lo que se logró. El propio movimiento feminista nos hizo reflexionar a muchas compañeras que llegamos al encuentro sobre nuestras experiencias personales y políticas en los movimientos populares y sobre el espacio de construcción de una alternativa para enfrentarnos al patriarcado, y no solo al capitalismo que era lo que ya estaba entre nosotras mucho más claro. Más tarde, reflexionamos sobre el colonialismo, un sistema de opresión que no estaba tan teorizado en nuestras experiencias urbanas, ciudadanas, etc. Y bueno, por eso fuimos parte de la lucha feminista, de los movimientos feministas, de los movimientos de mujeres, de la diversidad sexual. Y entonces fuimos pensando en un feminismo que se va reformulando también en la medida que vamos construyendo esos espacios de articulación.
Para mi uno de los momentos muy importantes fue 2001, cuando hay una rebelión en la Argentina muy generalizada, el grito es: ¡que se vayan todos!. Era un estallido del pueblo, frente a las políticas neoliberales, esas políticas neoliberales que feminizan la pobreza, pero también como respuesta a un proceso de feminización de la resistencias. Y allí nos encontramos muchas compañeras que eran activistas de distintas organizaciones y colectivos populares, y nos fuimos articulando en un espacio de feminismo que primero se llamó Feministas Inconvenientes, o Feministas Populares, que nos sentimos como una de las corrientes que hoy atraviesan las propuestas feministas
¿Feministas populares y comunitarias? ¿Por qué esa necesidad de darle este apellido al feminismo?
– En realidad nosotras nos organizamos primero como Feministas Populares y nos encontramos con las Feministas Comunitarias, que tenían ya sus propias organizaciones y su propia lógica.
En el caso de las Feministas Populares, después del 2001, nos juntamos con muchas mujeres que formaban parte del Movimiento Piquetero, un movimiento que surgió frente a la pobreza extrema que generaban los políticas neoliberales, que hacía cortes de rutas para exigir planes de trabajo, comida, etc. Pero allí, hubo un proceso interesante porque muchas de las mujeres que venían del feminismo y de la lucha contra la dictadura, eran parte de este movimiento e influyeron de una manera muy directa sobre los movimientos para asegurar solidaridad con las mujeres. Primero como mujeres, no todavía llamándonos feministas. Hubo varias procesos de asambleas en los cortes de ruta, que se convocaba como asamblea de mujeres y entonces allí salían los temas:“qué hacemos, no nos dejan hablar, nosotras ponemos el cuerpo, las ollas populares, los comedores, las huertas, pero a la hora de elegir quienes nos representan son los varones”.
Ese era un primer comienzo, primero espacios de mujeres, dentro de los movimientos populares, que después evolucionaron a espacios feministas y claro se declararon anti patriarcales como parte de este proceso.
Empezamos a entender muchas cosas y en eso nos ayuda mucho el diálogo con Bertha Cáceres, compañera líder del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), organización dedicada a la defensa del medio ambiente en Intibucá y de la cultura Lenca que fue asesinada en la dictadura de Honduras en 2016. Berta nos comparte su experiencia en una organización indígena y también en el activismo feminista. El COPINH tenía un espacio de trabajo de mujeres, porque estaban sufriendo una fuerte violencia patriarcal, como respuesta ante los avances que daban las mujeres. Entonces, ese diálogo con ella nos permitió identificar que a todas las organizaciones nos está pasando lo mismo, y que las mujeres estábamos viviendo las mismas cosas. Entonces, fue muy interesante, porque nos permitió decir, bueno, hagamos un proceso de formación feminista juntas, en las organizaciones, sobre todo con piqueteros, organizaciones barriales, territoriales, urbanas.
En este proceso de formación feminista identificamos problemas comunes que no son solo los problemas de la agenda feminista más reconocida, o sea esa agenda nosotras ya la asumíamos, como la lucha por el aborto, contra las violencias, pero también en los barrios estaba la lucha contra la Policía, los temas de saneamiento, de las inundaciones, de la corrupción, de los narcos. Un montón de temas que por allí a otras colectivas feministas, que están más ligadas a la academia o a procesos institucionales, no les tocaban.
Entonces, nuestra mirada fuerte fue no de un enfrentamiento a las otras formas de feminismo, sino topar las temáticas y trabajar las dinámicas que nos exigen organizarnos con formas propias que atienden a todas las luchas del pueblo, por ejemplo, con las feministas trabajadoras, que están en sindicatos y hablar de los derechos sociales y por supuesto todo lo que es la agenda feminista también más conocida.
En esos procesos, nuestra lucha identificó temas también con las migraciones. En los barrios están las mujeres migrantes, que por la división sexual del trabajo y por la división racial del trabajo, siempre quedan en tareas de mucha opresión y subordinación, por ejemplo son las primeras víctimas de las redes de trata de prostitución.
Dialogamos con feminismos del continente, necesitábamos interactuar para resolver cuestiones a veces tan concretas como el tema del desamparo de mujeres migrantes. Y allí, nos fuimos encontrado con las compañeras del feminismo que actúan en movimientos indígenas y campesinos, y que se organizan como Feministas Comunitarias o Feministas Indígenas. Aquí estamos todavía dialogando y tejiendo nuestros vínculos.
¿Cuál es la diferencia de pasar a hacer una organización feminista y no solo una organización de mujeres dentro de las organizaciones populares y comunitarias?
El feminismo es un movimiento político, la lucha es contra el patriarcado, pero para nosotras también es contra el capitalismo y el colonialismo. Entonces, no puedes hacer un espacio local, para solamente pelear por algunos derechos dentro del movimiento de la organización. El patriarcado no va a caer solo desde unas experiencia locales. Es un sistema mundial. Entonces allí fuimos pensando que la lucha era continental en principio y también internacionalista. Y bueno, eso requería un proceso de formación política de identificación de nuestras metas y de articulación con nuestros espacios feministas, incluso con espacios feministas que tienen otras miradas, otras cosas. Para luchas concretas necesitamos articularnos, como por ejemplo, en estos días que están dando una batalla muy importante en Argentina por la legalización del aborto, nosotras participamos en la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, participamos en todos esos espacios, junto con espacios institucionales, y con otras corrientes del feminismo.
Muchas organizaciones sociales de izquierda, cuando miran que mujeres se están organizando de forma autónoma dicen que el feminismo está dividendo a la comunidad, a la organización ¿Cuál es la respuesta que tú le das?
(Claudia sonríe, como que fuera una pregunta que ya conoce de arriba abajo su respuesta, de tanto escucharla.)
– Sobre todo hablando con compañeros o compañeras que vienen de la experiencia marxista, por ejemplo, no terminan de defender correctamente la lucha de clases. Por ejemplo, el trabajo invisible de las mujeres, el no considerar como trabajo, al trabajo doméstico, es algo que le hace un regalo al capitalismo. El hecho de que, por ejemplo, las mujeres que se considera amas de casa, no sean consideras mujeres trabajadoras por la izquierda o por los sindicatos, porque dicen que el trabajo doméstico no es trabajo, todo eso le quita fuerza a la lucha clase.
En el debate que hacíamos alrededor del Paro Internacional de Mujeres, en diálogo con compañeras sindicalistas de distintas corrientes, nos contaban las dificultades en sus respectivos sindicatos para convocar el paro. Era muy interesante porque los dirigentes sindicales y las mismas izquierdas les decían: “ustedes no pueden convocar al paro, las mujeres no pueden convocar al paro, porque el sindicato, la central obrera tiene que llamar”. Nosotras les decíamos “bueno, pero llamen al paro, y si ustedes no llaman nosotros llamamos”. Y lo hicimos dos veces, los dos paros contra Macri, lo hicimos nosotras.
No entienden, no solo que el feminismo no divide el movimiento, si no que fortalece al movimiento y fortalece la lucha de clases. Sumar, por ejemplo, a las mujeres trabajadoras domésticas, como clase trabajadora. Segundo, no solo no divide, si no que fortalece el movimiento, cuando las mujeres no sufrimos violencia, cuando las mujeres estamos enteras, y no sufriendo la violencia cotidiana que te destroza el cuerpo y la subjetividad. ¿No quieren que seamos combativas, luchadoras y que salgamos a las calles? entonces hay que pelear contra el patriarcado, porque el patriarcado le hace el trabajito al capitalismo, para que las mujeres no salgan a las calles.
Una vez hablamos con compañeras de la organización campesina en Paraguay, que nos dijeron: «estamos de acuerdo con todo lo que dijiste, pero el feminismo no”. Y yo les decía: bueno compa, a ver, ustedes están hablando de, por ejemplo, la negación no solo del trabajo doméstico, sino en el caso de las pequeñas productoras campesinas, tienen animalitos, huertos, que es una extensión del trabajo doméstico, o sea las compañeras trabajan de sol a sol y no reciben ninguna retribución, no tienen el derecho a la propiedad de la tierra, o sea es un regalo que ustedes que se consideran izquierda y revolucionaria están haciendo el capital, entonces ¿qué revolucionarios son?, lo que están es fortaleciendo la burguesía. Las mujeres que tienen fuerza y capacidad necesitan que su trabajo sea reconocido.
Para las luchas necesitamos mujeres que no estemos siendo golpeadas, lastimadas, violentadas. Y lo otro que les decía: cuando sus hijas van a la Argentina migrando, son las primeras víctimas de las redes de trata y de prostitución porque al estar lejos del país es más fácil secuestrarlas, llevarlas a un lugar fuera del país hasta que la familia se da cuenta. Cuando hay una chica desaparecida, las que salimos a las calles a buscarla somos las feministas. Entonces, aunque no nos quieren, tienen que contar con nosotras. Si quieren pensar que lo que están construyendo como familia o como organización campesina, es una organización de lucha, si no quieren perder a sus hijas por las redes de trata, de prostitución, si quieren que sus compañeras al migrar no sufran la violencia en los lugares donde están, van a tener que hacer la lucha con las feministas.
Yo creo que la lucha de clases se fortalece cuando hay una lucha feminista que está ayudando a que las mujeres de las clases trabajadoras podamos participar íntegramente de la lucha política.
¿Cuéntame algo que sientas que marcó un punto en el que reflexionaste de por qué era necesario estar en el feminismo y no verlo desde afuera?
Una es la maternidad. Yo soy madre soltera. Fue una decisión mía tener una hija y tenerla sola. Y era parte de la organización de la izquierda que lo miró muy mal, por supuesto. Siempre la mirada de los ojos de la familia patriarcal, esa falta de respeto que hubo, la falta de cuidado que hubo en ese momento. Cuando tomé la decisión no era inocente o ingenua, yo sabía que iba a recibir una respuesta patriarcal. Pero, aguantarla es dura a veces. Y allí también reflexioné que muchas veces las mujeres cuando somos partes de organizaciones de las izquierdas, vivimos estas dificultades que también son dentro de la organización. Entonces fue una palea para legitimar nuestra presencia en las organizaciones, con las opciones personales y la vida que sintamos.
Otro tema también que me marcó está nuevamente ligada a la maternidad. Es cuando empezó a crecer mi hija, ella ya tiene 22 años, y para mi sigue siendo un tema, en una sociedad tan violenta hacia las mujeres y en particular hacia las mujeres jóvenes, ¿cómo hacer para educar en la libertad y no en el miedo?. Eso me intriga y creo que eso no se resuelve individualmente, ni en el nivel mío como madre, ni en nivel de ella como joven. Entonces también fue una discusión con ella de decirle: bueno, tienen que organizarse, no puedes volver a las tres de la mañana sola en esta ciudad, pero puedes volver a través de otro modo, acompañada, en grupo, haciendo autodefensa feminista sabiendo cómo manejarte. Es decir, ¿cómo hago para no reproducir el lugar histórico de las madres que siembran el miedo y que por ese miedo ponen límites al crecimiento y la autonomía de las jóvenes?
Entonces reconozco distintos momentos. Toda la situación de ser parte, ya en los últimos años, del trabajo con organizaciones campesinas, indígenas, piqueteras, sindicales, yo no podría estar viviendo sola estas preguntas, debemos dar repuestas colectivas. Porque creo que la posibilidad de dar esperanza, de dar horizonte frente a la situación terrible que se vive con el cuerpo y las vidas de las mujeres, esa respuesta solamente se puede dar desde lo colectivo.
Muchas veces, por ejemplo, hicimos talleres en cárceles, en muchas situaciones muy complejas, y la impotencia que te da el momento de sentir esta presión de tu hermana, de tu compañera, de esa mujer que puede tener una cadena perpetua por haber intentado que sobrevivan sus hijos e hijas, si no tienes una perspectiva organizativa, anti patriarcal y feminista, por supuesto también anti capitalista, socialista, anticolonial, eso nos destruye. Nos termina destrozado incluso si vamos supuestamente con una posición. Entonces tener la herramienta del feminismo como una realización colectiva, masiva, y con esta oportunidad de salir a las calles como ahora. Un montón de mujeres que creía que les pasaba solo a ellas, se ve respaldada con una movilización colectiva, eso es fundamental.
¿Cómo miras tú el momento histórico que vive el feminismo y el avance conservador?
Por un lado siento que hay efectivamente un avance conservador, una ola conservadora que viene a tratar de frenar al avance del movimiento de las mujeres, del feminismo, y de las diversidades sexuales también. Está muy apoyada en el fundamentalismo religioso y el conservadurismo político. Lamentablemente también está apoyada en algunos gobiernos que esperamos que tuvieran otra apertura, los que se llamaron “progresistas” que sin embargo actuaron en los temas de las mujeres como corrientes conservadoras en la política. Este fundamentalismo y todas esas variantes está incidiendo en una parte de la sociedad que es la que por ahí utiliza esas formas de agresión, la supuesta “ideología del género” también está tocando desde el Vaticano como una amenaza.
Sin embargo lo que yo siento es que toda la violencia que está descargada sobre nosotras, por lo menos hasta el momento, no ha logrado parar lo que entiendo es una revolución feminista. En los años que he vivido no vi jamás una ola con tanta potencia, radicalidad, capacidad de pararse frente al patriarcado y, como en el caso de Argentina, no solo cuestionando el patriarcado, si no el capitalismo, todas las formas de opresión y dominación, con un nivel de masividad impresionante.
Entonces yo a pesar de la preocupación por las agresiones que nos están matando, que nos sentimos amenazadas por estas lógicas conservadoras y fascistas en algunos casos, a pesar de eso seguimos, seguimos movilizadas, seguimos buscando maneras de frenar los femicidios y todas las formas de violencia contra nosotras, seguimos buscando el deseo, no solo dejar el deseo para el triunfo de las revoluciones, si no el deseo como un motor de nuestra propia acción.
Por ejemplo, a mi me gustó mucho que las últimas marchas de Ni Una Menos, estuvo muy fuerte sentir que lo que nos mueve es el deseo como consigna. Eso en los talleres de educación popular que yo hago es muy importante, porque eso es problematizar con mujeres que jamás pensaron que tenían derecho a desear. Preguntamos ¿y cuál es tu deseo? Y cuesta saberlo y sentirlo. “Haremos que la tierra tiemble”, es otra consigna que trabajamos y que es muy potente, porque es lo que sentimos cuando salimos miles y miles a las calles. Nosotras sentimos que tiembla la tierra, que llueve, que hay un fenómeno natural. En el último paro internacional a las cero horas del día del paro, dijimos: ¡orgasmo masivo y colectivo en cualquier lugar donde se encuentren!, porque ¡haremos que la tierra tiemble!.
Entonces para nosotras no es un tema menor que nuestros cuerpos, que nuestras vidas sigan movidas por el deseo y que no se pierdan los sueños. Porque si el sistema logra aplastar los sueños y deseos, yo creo que nos ganó la batalla. Nuestra batalla está fundada en un movimiento de mujeres y de disidencias sexuales muy potentes, pero donde la esperanza debe mantenerse como fuente de esa movilización, porque si nos desalentamos y desanimamos, gana el sistema, el sistema nos quiere deprimidas y aisladas, entonces hay que pelear.
La otra vez me decía un periodista y “¿por qué estás tan optimista?” y yo le decía: por dos razones, una por la generacional y otra de género. La generacional es que yo soy sobreviviente de una generación que tuvo toda la confianza de que la revolución era posible, y que no podemos abandonar a nuestros compañeros desaparecidos y asesinados, mantener vivo el fuego de la lucha revolucionaria de que vamos a seguir peleando; y de género, porque soy parte de la revolución feminista, como somos todas las mujeres que estamos en las calles.
Entonces en ese lugar no es solo que mantengo la idea si no que la estamos haciendo.