Por: Verónica Calvopiña @kinoraxx

20 años han pasado desde que se despenalizó la homosexualidad, siendo Ecuador uno de los últimos países de Sudamérica en hacerlo. Sucedió el 27 de noviembre de 1997, después de protestas, detenciones y muertes. Alberto, Paloma, Estrella son nombres que junto a otros miles de nombres de personas transexuales, travestis, gays, lesbianas, casi olvidados, lucharon para que las nuevas generaciones puedan tener una vida diversa en igualdad de derechos. Alberto Cabral y Cabrera también conocido como Maciel y Purita Pelayo, es un activista travesti y ex presidente de la Asociación Coccinelle, quien escribió esta memoria; dolorosa y sobrecogedora, pero a la vez llena de fortaleza; en el libro “Los fantasmas se cabrearon”.

Fotografía de la toma de la Plaza Grande por la Asociación Coccinelle en favor de la despenalización de la homosexualidad. Recorte de prensa 27 de agosto 1997 (Fuente: Diario Expreso)

“Nos amenazaban, nos perseguían, vivíamos una situación horrorosa. No sabíamos lo que podía pasarnos”; Así describe Alberto Cabral, ex Presidente de la Asociación Coccinelle, la primera organización de travestis y transexuales en Ecuador, la vida de las diversidades sexuales en Ecuador hace 20 años.

La lucha de Alberto y de la Asociación Coccinelle junto con otras organizaciones, logró algo impensable para la comunidad LGBTI hasta ese entonces: la derogación parcial por inconstitucionalidad del artículo 516 del antiguo Código Penal, y con ello, la despenalización de la homosexualidad en el país. Esta declaratoria se dio un 27 noviembre de 1997. Hasta esa fecha, un travesti o un transexual podía ser detenido torturado y vejado, en nombre de la ley y la moralidad.

Para recordar los 20 años de esta fecha histórica, Alberto decidió escribir el libro “Los Fantasmas se Cabrearon”, editado por la Fundación INREDH, donde retrata a modo de crónica, sus vivencias y la de muchas de sus compañeras; la discriminación y abusos por parte de policías, políticos y la sociedad, a fin de mostrar a las actuales generaciones, el camino que costó para alcanzar sus derechos.

El libro es también un homenaje a las cientos de travestis y transexuales que transitaron algún día por Quito, a quienes la ciudad se negó a ver y reconocer y muchas de las cuales desaparecieron a manos de la policía o desconocidos. Para Alberto estos son los fantasmas, que después de veinte años “se cabrearon porque ahora ya no pueden joder tanto la vida a los más débiles”.

Cuando ser diferente era un delito

Las relaciones homosexuales fueron tratadas como delito en Ecuador desde tiempos de Eloy Alfaro. El artículo 364 del Código Penal de 1906 condenaba “los casos de sodomía con cuatro y hasta ocho años de prisión”. La sodomía es un término de origen religioso que viene de “Sodoma” ciudad que según la Biblia fue destruida por Dios por la “depravación” de sus habitantes.

En 1938 se aprueba un nuevo Código Penal, pero la sanción contra la homosexualidad persistió, con algunos cambios. El artículo 516 decía: “En el caso de homosexualismo, que no constituya violación, los dos correos serán reprimidos con reclusión mayor de cuatro a ocho años. Cuando el homosexualismo se cometiere por el padre u otro ascendente en la persona del hijo u otro descendiente, la pena será de reclusión mayor de ocho a doce años y privación de derechos y prerrogativas que el Código Penal concede sobre la persona y bienes de hijo. Si ha sido cometido por ministros del culto, maestros de escuela, profesores de colegio e instituciones, en las personas confiadas a su dirección y cuidado, la pena será de reclusión mayor de ocho a doce años.”

El primer párrafo de este artículo se mantuvo vigente hasta 1997, es decir 59 años; momento en que el Tribunal Constitucional de ese entonces, decidió declararlo inconstitucional.

Este artículo justificó que las personas homosexuales y sobretodo travestis, transexuales y transgéneros que ejercían la prostitución sean apresadas. En Quito, los lugares más comunes de detención eran La Mariscal, el Parque El Ejido y El Puente del Guambra, por ser los sitios que concentraban mayormente en la noche, a la comunidad LGBTI. La represión en contra de las diversidades sexuales fue recurrente en el accionar de la fuerza pública y de distintas autoridades nacionales y seccionales.

Alberto Cabral, ex Presidente de Coccinelle, ubica al gobierno de Febres Cordero como el más represivo en contra de este grupo; los escuadrones volantes fueron responsables de detenciones, torturas y represión: “Los años ochenta podrían ser, con el peso del gobierno febrescorderista, la época más sangrienta, más llena de suplicio que podría recordarse. En el gobierno militar, en el triunvirato no hubo mayores represiones, ni persecuciones, como las hubo en los ochentas y noventas”.

Otra de las acciones más discriminatorias en contra de homosexuales y travestis, provenientes desde el poder político, sucedió cuando Abdalá Bucaram era Intendente de Policía de Guayas en 1979. Al inicio de su mandato realizó una redada en contra de prostitutas y travestis; los detenidos fueron obligados a desfilar por las calles de Guayaquil, mientras la gente les lanzaba insultos y diversos objetos.

Alberto menciona que las detenciones, confinamientos y violación de derechos eran algo común en la vida de homosexuales y sobre todo, de travestis y transexuales: “Nos habían hecho creer a punta de golpes, patazos y confinamiento que no teníamos derechos humanos, que no éramos nadie, que no éramos dignos ni siquiera de entrar libremente a un restaurante, a un cine”. El informe de la Comisión de la Verdad de 2010 recoge varias de estas violaciones de derechos a la comunidad LGBTI, al igual que un Informe de Amnistía Internacional realizado en 2001.

En este contexto y con el fin de tener una organización que se preocupara realmente por la problemática, agresiones y abusos legales en contra de la población transexual, nació la Asociación Coccinelle en 1997.

Las “atrevidas” Coccinelle

Coccinelle fue una célebre actriz, vedette y cantante transexual francesa

Coccinelle fue una actriz y cantante transexual francesa, cuya figura generó revuelo al ser una de las primeras

artistas, en realizarse una operación de cambio de sexo en el mundo, en 1958. Pero no solo eso, Coccinelle también fue una de las primeras transexuales en aparecer públicamente en teatros, conciertos y televisión. Su vida estuvo también en el activismo por los derechos de la población transgénero y transexual; fundó la asociación Dévenir Femme, que ayudaba a las personas que querían hacerse un cambio de sexo, y más tarde fundó CARITIG, Centro de Ayuda, Investigación e Información sobre Transexualidad e Identidad de Género.

En honor a este personaje, nació la Asociación Coccinelle y a la par nació Alberto Cabral, el nombre con el que Maciel, activista travesti lucharía por los derechos de los grupos transexuales y travestis.

La aparición de Coccinelle y luego la de Alberto, fueron inspiradas por Paloma, una mujer travesti que recorría las calles de Quito hablando de derechos a la comunidad travesti y transexual que ejercían la prostitución, algo que les era totalmente desconocido. Paloma impulsó a sus compañeras a acudir a las organizaciones de Derechos Humanos para denunciar las agresiones en su contra; les habló de organizarse, de formar una plataforma para la defensa de sus derechos.

Alberto Cabral menciona que para los años noventa, grupos sociales de jóvenes, indígenas se habían movilizado en exigencia de sus derechos, no así la comunidad LGBTI: “Lograr conformar una organización era una cosa de sueño, parecían cosas que podían pasar en otros sectores sociales menos en el nuestro. Conocíamos de esos eventos que se habían dado en Europa, en Estados Unido pero aquí en Ecuador jamás”.

Maciel, más tarde Alberto, inició su activismo recorriendo las cárceles en ayuda de los travestis detenidos injustamente. Luego, por consejo de su amiga Estrella, acudió a la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, APDH, donde conoció la lucha de otras organizaciones por derogar el artículo 516 del antiguo Código Penal. La idea de formar una organización fue cristalizándose cuando lograron reunir a la comunidad travesti y transgénero para hablar de sus problemáticas. El naciente grupo sintió la necesidad de movilizarse y juntarse al proceso por despenalizar la homosexualidad.

Pese a la urgencia de tener una organización para la comunidad trans, el camino no fue fácil, según Alberto, incluso las mismas organizaciones gay se opusieron a la presencia de Coccinelle, bajo el argumento de que iban a estropear los avances que ellos habían conseguido. Sin embargo, Coccinelle tuvo un importante aporte para lograr la despenalización de la homosexualidad.

El día en que se logró la despenalización

1997 fue un año de cambios políticos y movilización social en Ecuador.  Alberto recuerda que todos los días había manifestaciones sociales en la Plaza Grande en Quito y en este contexto, Coccinelle decidió exigir también la despenalización de la homosexualidad.

La lucha por la derogación del artículo 516 del Código Penal había iniciado diez años antes pero no tuvo grandes resultados. Uno de los episodios que marcó el camino fue la detención masiva en contra de un grupo travesti ocurrida en Cuenca el catorce de junio de 1997. La policía realizó una redada en Abanico Bar, uno de los más conocidos bares gay de esa ciudad. Como resultado, cien personas fueron detenidas por no portar documentos y luego las trasladaron al Centro de Detención Provisional, CDP, donde fueron agredidas. Para Alberto: “Este hecho fue un elemento muy importante que agregó para que el proceso llegara a niveles de un debate nacional serio, con gente de opinión importante como fue en ese tiempo el Obispo de Cuenca, Alberto Luna Tobar, con sus criterios y opiniones, abonó para el diálogo nacional y la culminación de todo lo que significaba la despenalización”.

Por este y otros hechos, organizaciones de derechos humanos y LGBTI como el Movimiento Triángulo Andino, Coccinelli, la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, APDH, y el Servicio de Paz y Justicia SERPAJ, presentaron una demanda de inconstitucionalidad al artículo 516 del antiguo Código Penal, ante el Tribunal Constitucional. Coccinelle decidió además que debían salir a las calles.

El 27 agosto del 1997, Coccinelle decidió manifestarse públicamente en dos lugares emblemáticos: la Plaza Grande en Quito, y la Corte Superior de Justicia de Guayaquil. Su primera presencia pública constituyó una sorpresa; hubo quienes los insultaron, y quienes simpatizaron con su causa. Alberto cuenta que esta movilización sirvió para que Coccinelli completara el número de firmas que se necesitaba para avalar el pedido de inconstitucional al artículo 516 del Código Penal: “El Tribunal Constitucional esperaba que entregáramos la totalidad de las firmas que todavía faltaban muchas, cientos, y logramos ese día, recoger las firmas que faltaban para un proceso que había empezada casi diez años atrás y que no habían dado los frutos que se esperaban. Los travestis fueron los que dieron la última patada”. Más tarde, en otras ciudades como Guayaquil, Esmeraldas, Manabí también se recogieron firmas.

Los plantones en la Plaza Grande siguieron, Coccinelle se unió a otras causas sociales y a la par; defensores de derechos como Pedro Restrepo, padre de Andrés y Santiago Restrepo desaparecidos durante el gobierno de Febres Cordero, junto a Jaime Guevara, cantante popular, que se manifestaban en la Plaza Grande por las desapariciones forzadas; también se unieron a la lucha por los derechos LGBTI.

Integrantes de la Asociación Coccinelle muestran carteles de travestis asesinadas o violentadas

El 25 de noviembre de 1997, el Tribunal Constitucional de ese entonces, declaró la inconstitucionalidad del primer inciso del artículo 516, y tres días más tarde, el 28 de noviembre la decisión fue finalmente aprobada. Ecuador fue uno de los últimos países en Sudamérica en derogar la penalización de la homosexualidad. Siete años antes, en 1990 la Organización Mundial de la Salud ya había sacado la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales.

Este artículo no solo que definía como delito la homosexualidad, sino que a opinión de Alberto Cabral, también reafirmaba la idea discriminatoria de que: “mantener el espíritu, una vida, una cotidianidad con orientación sexual diferente a la establecida por la Religión Católica y la cultura, era condenable y un acto que no se podía realizar de ninguna manera”.

Sin embargo, a pesar de que la homosexualidad se despenalizó en la ley, tendrían que pasar más años para que la población travesti y transgénero, principalmente, dejara de ser asediada y criminalizada, aunque para Alberto falta mucho por hacer: “se han logrado ciertos espacios pero no podemos decir que es un paraíso para los grupos LGBTI. La lucha es constante por seguir manteniendo los logros que puedan hacer una vida en igualdad, en derechos, en principios y todo lo demás”.

Foto de travestis detenidas en el CDP- Quito (Archivo Coccinelle)

Mira la entrevista a Alberto Cabral aquí: