RE- EXISTENCIAS

 

 

31 de diciembre en Ecuador: Cuando los hombres se travisten de mujer 

 

 

Por: Mishell Mantuano @MishellMantuan2

Fotografía: Franklin Jácome/Press South

 

Publicado el 30 de diciembre de 2022

 

 

En Ecuador, cada 31 de diciembre, las familias acostumbran a elaborar un muñeco al que llaman el “año viejo”, que representa un hecho o un personaje representativo de ese año. Junto al “viejo” es muy común ver ese día a las famosas “viudas”: hombres vestidos de mujeres que lloran a lado del “año viejo” porque esa noche al llegar las 12:00 am lo quemarán y con él, se irá todo lo sucedido en el año culminado. 

En ese día, el último del año, es válido que los hombres se travistan de mujeres y actúen con una extrema feminización, exagerando rasgos y comportamientos que, aunque femeninos, serían mal vistos si las mujeres los hacen de manera pública. Sin embargo, durante el 31 de diciembre, las “viudas” más bien, resultan entretenidas para las otras personas. 

Andrea Alejandro Freire, director de Las Maricas no Olvidamos, un espacio de sistematización  de los archivos disidentes en Ecuador, realiza un análisis de esta fiesta popular.

 

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La fiesta de la “quema del año viejo”, tiene lugar el 31 de diciembre de cada año. Esa fiesta cuenta con varios personajes icónicos: el año viejo que es un muñeco elaborado de trapo, ropa en desuso, papel u otros materiales y la viuda, una persona que representa a la mujer que llora la muerte anticipada de su querido “año viejo”. La viuda es un hombre vestido con prendas femeninas, las mismas que han sido prestadas y acondicionadas por familiares: zapatos de tacón, maquillaje exagerado y rellenos voluptuosos de senos y nalgas que hacen de la viuda un personaje singular y único en esta celebración, según lo describe Gloria Minango, en su tesis Los años viejos y las viudas: ¿negociaciones del orden sexual? 

Andrea Alejandro Freire, director de Las Maricas no Olvidamos, un espacio de sistematización  de los archivos disidentes en Ecuador, dice que la acción de los hombres por travestirse de mujeres no solo pasa el 31 de diciembre, “pasa todo el tiempo. Todo el tiempo vemos humoristas travestidos de mujer, personajes en la farándula, en televisión nacional” y cuando eso pasa, no es estigmatizado porque los hombres no pierden “su lugar de la hombría, no pierden privilegio. Es que no son  maricones, no son las trans. Son tan hombres que pueden ‘rebajarse’ a vestirse de mujer y seguir siendo hombres y por eso, está normalizado e incluso sustentado desde la misoginia. Es válido reírse de las mujeres y pensar que todo se reduce al maquillaje, la ropa o el tono de voz”, explica.

A esto, Andrea Alejandro agrega que hay una hipersexualización y un reduccionismo de lo que es la identidad de género de las mujeres o de los cuerpos feminizados. Aunque el género es una construcción, lo problemático es que no es visto de la misma manera si una mujer se traviste de hombre, sería como “estar haciendo el ridículo. En cambio, si un hombre se traviste de mujer, es gracioso. Además eso atenta contra las otras identidades diversas porque se piensa que todo el tiempo están disfrazadas y no es así. Están viviendo su identidad”.

Para Andrea Alejandro, el que los hombres se travistan de  mujeres en una fiesta popular como lo es el 31 de diciembre, no representaría un problema si la práctica no tuviera una raíz misógina, discriminatoria, jerárquica y si las identidades trans, no binarias fueran respetadas.

La normalización de este tipo de prácticas responde a que se da en un espacio y momento muy concreto donde todo va en torno a la burla, al reduccionismo de las identidades de género. “Sin contar lo hiriente y grosero que es estar simulando un espacio de luto. Alrededor de la muerte hay varios rituales, cada uno tiene una forma distinta de procesar el luto y es bastante complejo pensar en hacer el símil de terminar el año con la muerte”, dice Andrea Alejandro, haciendo referencia al momento en que las “viudas”, como se conocen a los hombres que se travisten de mujer, se preparan para “despedir al viejo”.

Dentro de la fiesta popular, es habitual observar que los hombres que se travisten de mujeres usen grandes globos para simular los senos y glúteos grandes. Para Andrea Alejandro, eso responde a la muestra de un cuerpo “hegemónico”, que se ha instaurado desde la industria de la moda y del entretenimiento que muestra a la mujer “alta, con grandes pechos, curvilínea, con un trasero prominente, hiper maquillada, exudando sensualidad”, cuando hay tantas maneras de ser mujer y vivir la feminidad.

Según Andrea Alejandro, eso se ha convertido en una cadena de fuerza para las mujeres que intentan alcanzar esos ideales de belleza relacionada con ser blancas, delgadas, estar sanas, no tener ninguna discapacidad, ser “funcionales”.  Y muchas de estás personas que se disfrazan no solo van en contra de las expresiones de género, sino de la diversidad funcional, el estado de salud, la etnia u otros aspectos.

“Estos hombres, aunque sean heteros, siguen estando atravesados por alguna raíz de opresión y lo que hacen es oprimir más a otros, para no ser solo ellos los oprimidos. Lo complejo es que causan un montón de heridas en otras personas que día a día luchan con los estándares de belleza, por no aceptar su cuerpo, color de piel, cabello”, explica Andrea Alejandro.  

En consecuencia, para Andrea Alejandro es importante  que los hombres que realizan el travestismo piensan y realicen la practica desde “el disfrute y no desde tratar de llegar a una sola representación de lo que es ser mujer. Indagar la feminidad, qué nos hagamos la pregunta ¿qué es ser mujer? y no reducirlo a ser un personaje o una caricatura. 

Yo no creo que habría que desaparecer esta práctica, sino preguntarnos por qué hemos estado haciendo eso todos estos años, porque seguramente jamás nos hemos detenido a preguntarnos lo que hacemos. Si la motivación es burlarnos de otros no está tan chévere”, concluye Andrea Alejandro.