Por: Eliana Guerrero @shunkushuwa Mengana Kolectiva @MenganaFeminist *
¿Qué es la maternidad?, ¿Cómo la asumimos?, ¿Qué implica ser mamá?, aparentemente las respuestas están sobreentendidas porque ser madre sería una “condición natural de las mujeres”. Esto no se ha cuestionado porque “nuestro cuerpo está diseñado para parir”, porque “somos reproductoras y creadoras de vida”, por ese motivo es una obligación asumir una etapa maternal en tu vida, y bajo nuestra responsabilidad está el peso de la reproducción. La maternidad se la contempla desde una mirada tierna, amorosa, protectora; ser madre implica estar dispuesta a todo, entregarlo todo, sacrificar momentos y tu propia vida si es necesario, eso debes hacer cuando ya eres mamá, pero ¿es esta una visión real?
Durante buena parte de la niñez y nuestra vida adulta a las mujeres nos muestran una realidad tergiversada de la maternidad. De niñas nos regalan muñecas para jugar a ser mamás, nos enmarcan desde pequeñas en roles que se naturalizan con los años y, cuando somos adultas, nos exigen asumirlo, como uno de los tantos roles que debemos cumplir por ser mujeres.
Llegamos a nuestra adultez y ya existen patrones obligatorios que se deben cumplir como casarte e inmediatamente ser mamá; lo más fuerte de todo ello es que nuestros cuerpos, disposiciones y acciones no nos pertenecen al momento que se presentan estas decisiones. Salen a la luz comentarios como “te vas a quedar solterona”, “se te pasa el tren”, “entre más vieja es más complicado ser mamá”. Así, nuestras vidas están remitidas a casarnos y parir ¡punto! Si intentas romper con este ciclo “natural” te cae un gran peso social, te conviertes en un ser extraño, antinatural y egoísta, debes seguir todo lo que se te ha dicho e inculcado desde niña.
El ser madre en una sociedad patriarcal niega la posibilidad de que nosotras tomemos acciones directas en nuestras decisiones, nos convertimos en señuelos fáciles de manipulación bajo el discurso del “amor materno”, del famoso “instinto maternal”, ese que dice que la madre es el único ser capaz de cuidar a sus hijas e hijos. Tras esto existe toda una violencia simbólica que nos coloca en un rol de sumisión, toda la carga emocional y social que pesa sobre nosotras por ser madres nos niega la posibilidad de reflexionar y accionar sobre este proceso.
Nos invisibilizan, nos niegan derechos porque no estás en posibilidades de tenerlos, nos vulnerabilizan asumiendo responsabilidades ya establecidas como absolutas, esto se refleja en varios espacios: en casa sobrecargada de trabajo no remunerado; en lo laboral percibiendo salarios bajos; en las calles irrespetada y violentada porque debes ser rápida y resolver las cosas al ritmo que te piden; en organizaciones sociales porque nos anulan políticamente cuando estamos en un periodo materno; en lo estético porque engordas y ya no estás bajo los estándares estéticos impuestos.
¿Qué pasa cuando se decide lo contrario, cuando decidimos ser madres y queremos llevarla de manera diferente, cuando nos planteamos criticar los procesos patriarcales en los que se ha enmarcado a la maternidad? Es ahí cuando rompemos con el mito de que “todas las mujeres quieren ser mamás”, de que no hay un instinto materno arraigado en cada mujer, y que existimos mujeres que decidimos serlo y otras simplemente no.
Repensar la maternidad desde el feminismo
La visión que se rompe cuando se critica a la maternidad desde el feminismo, es la que asume que este es un proceso aislado, que sobreentiende que los patrones de maternidad, parto y crianza son iguales en absolutamente todas las mujeres, que no reconoce las diversidades culturales, políticas, económicas, ideológicas, y cree que todas las madres debemos llevar el mismo patrón impuesto.
¿Qué implica cuestionar la maternidad desde una postura feminista? Implica que se la repiensa de manera permanente y, que en el transcurso, se encuentran nuevos elementos que permitan construirla de una manera respetuosa, implica entender que existen diversas prácticas en la maternidad.
Las mujeres que criticamos la idea del ser mamá de un manera tradicional entramos en el proceso de construirla de acuerdo a nuestra necesidad, contexto, ideología, cultura etc. Esto implica también que no solo decidimos el embrazo, sino también el proceso de gestación y crianza de nuestras hijas e hijos, por lo tanto, tenemos participación directa en nuestros procesos biológicos y sociales.
Cuando hablamos de entender los contextos en la que se desarrolla un proceso materno, es que a este se lo asume desde una práctica crítica, donde el ser madre se convierte en un acto político. Existen casos donde la maternidad sí se la construye desde esta postura. Es el ejemplo de Pascale Lasso, militante feminista y parte de la “Escuela Mujeres de Frente”, para quien la maternidad es entendida como un proceso que parte de la decisión, sin el peso social de por medio.
Pascale recurrió a la alternativa de ser madre al adoptar a dos niños en un contexto monoparental. Sebastián de 9 años y Camilo de 8 años son sus hijos y su maternidad implica otra reflexión, donde no solo rompe con los patrones tradicionales de la maternidad, sino plantea otra construcción de familia, que la sociedad y la moral dominante no la reconoce. Este proceso a Pascale también le permitió repensar la crianza de sus dos hijos, no desde prácticas patriarcales, sino desde una postura feminista. Otra característica de su proceso es que junto a ella van de la mano las “des” de sus hijos: un proceso de desescolarización. Esto implicó reorganizar su situación laboral, pelear espacios de trabajo junto a ellos, lo cual “no es bien visto en el mundo laboral de los adultos” menciona. Así, siendo condicionada laboralmente, con salario reducido, decidió pelear y ganar estos espacios laborales con nuevas condiciones junto a sus hijos. Esto le permitió sentar un precedente para que futuras madres profesionales peleen espacios junto con sus hijas e hijos.
Nadie nos cuenta nuestros derechos; no nos permiten visibilizar que existe la posibilidad de decidir sobre nuestro cuerpo, que podemos llevar el ritmo que mejor nos parezca en la maternidad, sin por esto ser señaladas. Nadie nos da la oportunidad de equivocarnos y que esto sea entendido como un proceso completamente normal, de sentirnos cansadas, de practicar el desapego, que tan mal visto está en una sociedad patriarcal y moralmente establecida.
Darnos un momento de encontrarnos, de hablar, de visibilizar las diversas formas de maternidad; cuestionarla las veces que sean necesarias, y asumirla como una decisión, no como una imposición, es en sí un acto político necesario y urgente.
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