OTRAS MIRADAS – OPINIÓN

Mamá, así viví el Paro

 

 

 Por Andrés León @Leonandrelo

Publicado 10 de  agosto del 2022

 

 

Mami, quiero contarte tantas cosas, los aprendizajes, los cariños, las toneladas de emociones y de sentimientos que experimenté durante 18 días de Paro Nacional. Quiero contarte sobre la fuerza de las warmis y su lucha comprometida, las ganas que tienen de cambiar el mundo para dejarnos uno que podamos habitar. Todos los días pensé en ti: podía verte en cada mujer que lucha por la vida con consecuencia y compromiso.

También quiero contarte lo feo y bruto de la especie humana, que de un tiempo acá en Ecuador casi siempre se traduce en violencia estatal. Pero sobre todo, viejita, quiero decirte que vi un pueblo lleno de dignidad, que despierta y se encuentra en el trabajo colectivo, que se empodera con la lucha, que recupera el espacio público y le dice a un mal gobierno: aquí estamos y no calladxs. 

 

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¿Por qué parar para avanzar? Suena contradictorio, ¿verdad?, pero como sabes, ningún cambio económico y social en la historia de la humanidad se ha dado porque el poder escucha, entiende y acepta que la aplicación de sus políticas públicas perjudica a las mayorías.

Pero mamá, vamos un poco antes, un año antes para ser más específicos. El Movimiento Indígena y Campesino de Cotopaxi, MICC, el 11 de junio de 2021, realizó una marcha en Latacunga donde presentaron propuestas y pedidos que fueron recibidos por el gobernador de la provincia. El 5 de agosto del mismo año, entregaron formalmente al gobierno de Guillermo Lasso un pliego de demandas y propuestas para mitigar la crisis económica y fiscal que vive el país. La primera mesa de diálogo en Carondelet con el Presidente se dió el 4 de octubre de 2021. La Conaie presentó 6 temas urgentes en materia económica y derechos colectivos. El 10 de noviembre se da la segunda mesa de diálogo: la Conaie actualiza la propuesta y alerta sobre las acciones del Gobierno Nacional de privatizar sectores estratégicos. Las respuestas no llegaron y el 20 de mayo de 2022 la Conaie resolvió ir a una movilización nacional indefinida: se extiende la convocatoria a un Paro Nacional. 

El lunes 13 de junio inició el Paro Nacional. Once provincias de la Sierra, Costa y Amazonía cerraron vías interprovinciales. Se sumaron estudiantes secundarios y universitarios en Quito y Cuenca. Organizaciones sociales se plegaron al Paro y la respuesta espontánea de la gente provocó movilizaciones en las principales ciudades del país. Se prendió una mecha que luego ardería por las decisiones del gobierno. 

 

Mami, tú y yo sabíamos que Lasso era capaz de cualquier cosa para llegar y sostenerse en el poder, pero ¿así de autoritario? Fue algo que nos sorprendió a todo el país.

En la madrugada del 14 de junio, Leonidas Iza fue apresado en PastoCalle, Latacunga. Esto indignó al pueblo y sobre todo a las bases de la Conaie, que no esperaban un acto tan bajo y poco táctico, produciendo una reacción inmediata en las movilizaciones que se intensificaron en 23, de las 24 provincias del país.

Acá, en Quito, la calle se calentó y las movilizaciones se dieron en el Sur, Centro y Norte de la ciudad. Si lo hubieras visto, viejita, te saltaba el corazón: miles de mujeres, hombres, disidencias, organizaciones populares, barrios de Quito, se tomaron el espacio público con carteles, cantos, mucho baile, mucha fiesta popular para exigirle al gobierno de Lasso que cumpla con los diez puntos planteados por la Conaie y que libere a Leonidas Iza.

Viejita, ya no había vuelta atrás: el estallido social era un hecho y  recordar que vivimos juntxs octubre de 2019, fue inevitable. Me enseñaste que no hay edad para luchar, que debemos poner todo nuestro trabajo al servicio de la gente, que no importa si tu tarea es limpiar baños o ser primera línea, todo debe ser hecho con mística, que no se puede aflojar cuando todo parece perdido y que el amor es lo que nos mueve. No sabes cómo me sirvió todo eso en los días que estaban por llegar. 

 “Nuestra lucha es por el pueblo. Fuera Lasso”, decía un cartel que era llevado por un señor robusto, pequeño, sus ojos eran dos círculos incandescentes por la indignación que sentía ante el alto costo de la vida, por no tener trabajo ni dinero para alimentar y dar los estudios a sus dos hijas. Y te digo, viejita, ese señor que tenía la fuerza de dos jóvenes representaba la rabia que hubo desde el primer día del levantamiento en Quito: las convocatorias a marchas y plantones fueron grandes, no masivas –eso llegaría después–, con mucha conciencia colectiva, pasacalles bien templados, banderas rojas, violetas, negras, consignas gritadas con ganas y una resistencia que ha madurado con los golpes, porque el enfrentamiento directo con la Policía no era la primera opción –que la buscaban ellos, que eran los violentos–, siempre fue la última. La prioridad era el arte, la música, el baile. Se hicieron rondas enormes, el zapateo al ritmo de tambores, pingullos, sonajas, quenas, zampoñas, charangos y guitarras. Todo esto frente a las vallas que dividían a los manifestantes de la Policía como para dejar claro que están en resistencia no violenta. 

Pero viejita, hay situaciones y sentimientos que no se pueden controlar y una de esas es la rabia contenida. La Plaza de Santo Domingo fue el lugar a donde las marchas llegaban, la Plaza siempre rodeada por policías y vallas para que los manifestantes se enteren que el gobierno no estaba jugando a la represión, porque la estaba ejerciendo en todo el país.

Son tantos policias que se sienten con la fuerza de intimidarte con su caminar en manada, con una mirada fija, con su jerga tan de gueto, con sus uniformes caquis, verdes florescentes, motos negro mate que montan con sus uniformes y armaduras igual de tétricas, en sus caballos gigantes, mirando desde arriba con desdén, como diciéndoles a todxs lxs manifestantes aquí estamos y es para joderles. A lo mejor y no es eso. Sus buenos sueldos, ser los mimados del gobierno, un estado de excepción que les permitió reprimir a gusto porque quedarán impunes ante cualquier exceso, puede ser la razón de su arrogancia. Y fue su presencia la que agitó la rabia contenida.

En la esquina norte de la Plaza se acababan las buenas formas: grupos de 20, 30 se acercaban a las vallas que protegían a la Policía y las pateaban con ganas; tironeaban para que caigan, muchos gritos, más gente se unía para que caigan, porque ya estaban hartos de una barrera ilegítima. La Policía se asustaba un poco y empezaban la respuesta con una bomba de sonido para ahuyentar a los que trataban de tumbar las vallas. No se asustaban y continuaban, pero ahora con más rabia. Se acababa la pantomima y eran muchos los que querían que caigan. Empezaba la lluvía de piedras, unas cuantas botellas que no hacían daño, pero decían mucho, y al ver los ojos de la gente que está en primera línea, viejita, me conmoví: la rabia contenida desde hace mucho tiempo fue liberada, la única forma que tienen para ser escuchadxs volvió a la calle.

 

Mami, lo que vi no se puede explicar, solo sentir. El lunes 20 de junio, pueblos y nacionalidades indígenas de las provincias de Cotopaxi, Tungurahua, Chimborazo y Bolívar, que forman parte de la CONAIE, llegaron por el Sur y se concentraron en Cutuglagua, parroquia rural de Quito. Una olla grande y brillante para todos, es la raíz etimológica de la palabra Cutuglagua, y te juro, viejita, que le hicieron honor a su nombre: se podía contar por miles a las mujeres y hombres que daban la bienvenida a cientos de camiones, camionetas y carros desbordados de gente que venían a luchar.

Cutuglagua fue una de las parroquias que más resistió en el Paro Nacional, las calles eran hollín puro por tanta llanta encendida, barricadas, ollas populares, movilización permanente, organización pura y dura para plantarle cara a un gobierno que seguía sin escuchar las exigencias de la movilización nacional.

Llegó la tarde y los cientos de vehículos empezaron a tomar camino hacia el norte, era el momento de avanzar a los lugares históricos de la Conaie cuando se moviliza a Quito: la Casa de las Culturas, CCE, y El Arbolito.

Viejita, se me pasó contarte. El domingo 19 de junio la CCE fue allanada por orden de Fiscalía, su justificación: recibieron una llamada “anónima” que decía que en las instalaciones de la Casa se estaría almacenando material bélico. Con certeza, para ellos los libros son peligrosos, pero no pueden ser considerados material bélico. La resistencia no se hizo esperar: trabajadorxs de la cultura, artistas, músicos y toda la gente que se indignó por esta acción autoritaria y abusiva llegó a la CCE para estar en vigilia ante la inminente arremetida de la Policía. La noche llegó y la CCE estaba rodeada por la Policía que a través de un comunicado dijo que instalarían en el lugar un “puesto de control”. Aprovecharon la noche y el miedo de la gente para que un escuadrón completo de la Unidad del Mantenimiento del Orden, UMO, saltará las rejas junto al Ágora para allanar la Casa de las Culturas. Todxs los que estaban en la vigilia tenían la firme intención de resistir; pero Fernando Cerón, presidente de la CCE, pidió a la gente que se retirara en paz, que era imposible defender la Casa sin dejar heridxs.

Viejita, como sabes, hay situaciones en la que sólo el poder puede salir triunfador y vaya golpe el que dieron. Lasso y su gobierno dejaban clara su posición belicista y que no cederían ante nada ni nadie. 

Pero volvamos al pueblo. La caravana avanzaba por la Panamericana entre cornetas, pitos, consignas y cantos. Las wiphalas se alzaban sobre camiones que iban repletos de gente llena de energía, confianza y muy emocionada por venir a luchar; una vez más el movimiento indígena demostraba su capacidad de acción en todo el país como lo venía haciendo desde que inició el Paro.

La caravana llegó a la Av. Maldonado que era una fiesta, lxs vecinxs de los barrios salieron a recibirlos entre banderas y aplausos. Nueva Aurora, Beaterio, Caupicho, Santo Tomás, El Capulí, La Pacarillata, Guajaló, San Cristóbal, La Lucha de los Pobres, El Comercio, San Bartolo, Eplicachima, Recreo y todos los barrios por donde pasa la Maldonado hasta La Villaflora, estuvieron en la calle para hacerle sentir a la caravana que estaban llegando a su casa.

Viejita, el amor flotaba en el aire, la esperanza de que las cosas cambien se podía tocar, y Quito, ese Quito que no sale en las revistas, demostró su profundo origen popular y que es solidario hasta la médula. 

 

La caravana llegó al norte y como en aquel octubre de 2019 que pudiste ver y vivir, la Universidad Central y la Politécnica Salesiana abrieron sus puertas –después de mucha presión popular– a los pueblos y nacionalidades indígenas. La Universidad Andina, la Católica y Flacso no dieron acogida. El Arbolito y La Casa de las Culturas estaban tomadas por la Policía.

El martes 21 de junio, viejita, la jornada de protestas fue intensa. Los alrededores del Ejido era un conflicto eterno; en la Av. Patria se dieron los enfrentamientos más fuertes, militares con escopetas disparaban perdigones a los manifestantes, la Policía estaba desbordada y como en todas esas ocasiones, el miedo les hace actuar con una violencia desmedida.

De La Patria hasta la Jorge Washington había enfrentamientos en cada cuadra. La Av. 12 de Octubre estaba tomada por manifestantes que resistieron todo tipo de ataque. Patrullas policiales, motos, caballos, vehículos antimotines que te intimidan en inglés, vehículos cisternas que arrojan agua con cloro, disparos directos, bombazos directos, correteadas, gas lacrimógeno para llevar, piedrazos para llevar, voladores a granel; primeras líneas que representaban la unidad del campo y la ciudad. 

Mami, ¿que es más violento? ¿Obligar a una madre a escoger entre la comida de sus hijxs o enviarlos a la escuela? ¿Qué el 68% de la población en edades productivas del país no tenga trabajo adecuado? ¿Que la salud y educación pública no tengan presupuesto? ¿Qué el costo de la vida aumente y los sueldos no? o ¿Manifestantes que arrojan piedras? ¿Estudiantes con escudos que defienden su derecho a estudiar? ¿Que alguien ataque con rabia a un policía que representa al gobierno que lo empobrece? Seguro tienes la respuesta y no les va a gustar a los que viven rodeados de privilegios. 

Así pasaron los días en la segunda semana de Paro, entre bombazos, movilizaciones masivas, la recuperación de la Casa de las Culturas y El Arbolito, ataques directos a manifestantes pacíficos en los alrededores de la Asamblea Nacional, cientos de heridos, acoso permanente de la Policía en las zonas de paz, vías cerradas en la Costa, Sierra y Amazonía, y el gobierno que seguía sin escuchar. 

El viernes 24 de junio, Lasso anunció por cadena nacional que “utilizará todos los recursos legales que la ley le faculta para enfrentar a los vándalos y criminales”y que la Polícia y las Fuerzas Armadas aplicarán “el uso progresivo de la fuerza”. Cosa tan rara porque desde el primer día de manifestaciones, policías y militares usaron perdigones, que era la amenaza directa que dió el presidente. Pasaron cinco minutos desde que Lasso habló y helicópteros sobrevolaban la zona de El Arbolito y El Ejido, la policía atacó a lo manifestantes que estaban sobre la Tarqui con todo lo que tenían, las primeras líneas desaparecieron, las bombas llegaron a los techos del Ágora  y llenaron de gas un espacio donde estaban niñxs y ancianxs. Y eso no es todo: en el colmo de la prepotencia, la Policía intentó apresar a las personas heridas que se encontraban en la Casa de las Artes mientras eran atendidas por personal de salud, que durante todo el paro realizaron un trabajo increíble, viejita, que tuvo que realizar corredores humanitarios para evacuar a lxs heridxs a zonas seguras. Mami, hubieras sentido asco ante tanto abuso deliberado, ante un discurso guerrerista y desalmado de quienes son los responsables de buscar conciliación. 

La herida de ese día fue enorme, la moral de la gente estaba caída, y, como sabes, eso es lo peor que le puede pasar a una lucha popular. Días tristes, viejita. Pero el paro estaba lejos de acabar. 

El sábado 25 de junio las warmis convocaron a una marcha por la paz en el redondel José Martí, al norte de Quito. Un ritual de sanación dirigido por mamas dio inició a un encuentro pacífico que exigía al gobierno el cese de la violencia.

“Nosotras, las mujeres, que hemos sido excluidas históricamente de los espacios de dirección, ahora estamos aquí, dando la cara al gobierno para que dejen de matar a nuestros hijxs, a nuestra gente”, decía Naira Chalan, vicepresidenta de la ECUARUNARI.

Viejita, me tembló todo el cuerpo al ver tanto valor en los ojos de esas mujeres, tanta indignación por la brutalidad con la que había actuado el gobierno, y saberme y sobre todo sentirme cuidado por mujeres dispuestas a poner su cuerpo y espíritu para que no haya más violencia estatal en contra de su gente afirmó mi idea de que nada puede vencer al amor y mucho menos si está organizado por las warmis que sostienen la vida a diario. Y por supuesto que pensé en ti, que siempre me cuidaste cuando habitabas este mundo y ahora que estás con las estrellas también.     

Mami, yo no sé de qué están hechas ustedes las mujeres, pero vaya que son valientes, guerreras, serias. Su capacidad de dirigencia y liderazgo permitieron que el Paro se sostenga en cada espacio, su profundo amor y sentido del cuidado no permitió que la violencia escale. Si hay que luchar, que sea como las warmis.

Viejita, puedo contarte todo esto porque yo sí volví, pero seis personas no pueden contar su historia del Paro, seis familias lloran a sus hijos, padres, amigos, gente valiosa que luchó por todxs los que queremos justicia social: Johnny Félix Muenala, Byron Guatatoca, Henry Quezada Espinoza, Eduardo Franco Íñiguez, Francisco Guashco y José Villa son los nombres de las personas que fallecieron en el contexto de las movilizaciones, según el informe de la Alianza por los Derechos Humanos. Los muertos los cuenta el pueblo, mientras que las Cámaras de Comercio y los empresarios hablan de las pérdidas materiales y cuentan el tiempo que costará recuperar el dinero perdido en 18 días de Paro. Se espera justicia y reparación integral para las familias de las víctimas, que los responsables sean identificados para que la impunidad no sea la norma, como pasó con los muertos del Levantamiento de octubre de 2019.  

Lunes 27 de junio, quince días de Paro Nacional. Viejita, el gobierno anunció el día anterior una reducción de diez centavos al costo de los combustibles. Si creía que con eso iba a detener el apoyo mayoritario del país al Paro, estaban todos locos en Carondelet o, simplemente, seguían siendo los mismos insensibles sin capacidad de maniobra y entendimiento de la crisis que estábamos viviendo. Sin embargo, la Conaie aceptó reunirse con los cinco poderes del Estado para iniciar una mesa de diálogo que encuentre soluciones.

La reunión se dio en el Liceo Matovelle, junto a la Basílica del Voto Nacional. Estaba pactada para las ​​dos de la tarde. Comenzó tres horas después sin la presencia del Presidente. No se lograron acuerdos, todo lo que planteaba el Ministro de Gobierno, Francisco Jimenez, seguía siendo insuficiente. Fueron cerca de ocho horas de reunión y no llegó el fin del Paro. El diálogo continuaría al día siguiente.

Viejita, el diálogo se rompió. En la madrugada del martes 28 de junio un enfrentamiento entre manifestantes y Fuerzas Armadas en Shushufindi dejó un militar muerto. El gobierno se valió de eso para romper con el diálogo, dijo que no había garantías mientras no se deponga el Paro y desconoció a Leonidas Iza, acusándolo de tener intereses políticos y engañar a las bases del movimiento indígena. La Conaie respondió a estas acusaciones aclarando que el presidente no está abandonando el diálogo con Leonidas Iza, sino con todo el pueblo indígena.

Y la calle seguía caliente. Desde la Tribuna del Sur marcharon feministas, disidencias, mujeres del campo y la ciudad hacia la Basílica para pedir que se retome el diálogo y cese la violencia en contra de los manifestantes. Los cierres de vías continuaban en el país. No se veía una salida, a pesar que el movimiento indígena insistía en que se retomara el diálogo y permanecía en vigilia al diálogo en el Liceo Matovelle.

El miércoles 29 de junio continuaría la resistencia en la calle con una marcha de pueblos amazónicos hacia el centro de Quito.

Viejita, ya eran 17 días de Paro Nacional y la tensión de los manifestantes estaba a flor de piel, pero a pesar del ambiente, las marchas eran pacíficas, evitaban el conflicto, porque tenían plena conciencia de que cualquier enfrentamiento eran argumentos para que el gobierno justifique su ausencia en el diálogo. El Movimiento Indígena y Campesino de Cotopaxi, MICC, decidió realizar una movilización masiva hacia Quito para el viernes 30 de junio. Lasso anunció en la tarde un nuevo estado de excepción en las provincias de Imbabura, Azuay, Orellana y Sucumbios con toques de queda en las tres últimas. El Paro no iba a parar. La Conferencia Episcopal Ecuatoriana, CEE, propuso ser la nueva mediadora del diálogo. El gobierno aceptó y esta vez la reunión sería en el Seminario Mayor. 

Jueves 30 de junio. Quito era incertidumbre, la idea de que ese día acababa el Paro o se radicalizaba estaba en el aire. En el Seminario Mayor todo era expectativa y a pesar de que se cumplían 18 días de resistencia que dejaba hasta el momento seis muertos, 155 presxs y 335 heridxs, junto al agotamiento evidente en los manifestantes y dirigentes, abandonar la lucha sin tener resultados no era una opción.

El diálogo comenzó, una vez más, sin Lasso, una ausencia a la que nos acostumbramos desde que inició el Paro. Mientras se daba el diálogo una marcha comandada por mujeres llegó a los exteriores del Seminario Mayor para permanecer en vigilia a la espera de resultados. El parque Italia se llenó de manifestantes que encontraron un buen momento para descansar mientras escuchaban la reunión en sus celulares y radios. Se esperaba la llegada del MICC que ya estaba en el Sur de Quito.

Viejita, después de 5 horas, la Conaie, Feine y Fenocin y representantes del gobierno, firmaron un Acta de Paz que fue redactada por la iglesia como mediadora del diálogo. El gobierno se comprometía a reducir 0.15 centavos de dólar el precio de los combustibles; derogar el Decreto Ejecutivo 95 que ampliaba el área de explotación petrolera, y a reformar el 151 para prohibir la actividad minera en áreas protegidas. El movimiento indígena por su parte declaraba el cese de las movilizaciones y el retorno a las comunidades. Viejita, el Paro había terminado. 

Las bases de la Conaie se reunieron en el Ágora de la Casa de las Culturas para escuchar a sus líderes. El ambiente estaba enrarecido, había gente inconforme por lo logrado, otros festejaban lo que sentían como un triunfo; pero la verdad, viejita, es que vi algo que no tenía precedentes: lxs dirigentes dieron la cara a sus bases, hablaron de frente, no fueron cínicos, tenían plena claridad de que los acuerdos alcanzados con el gobierno no era lo que exigieron desde un principio, pero como dijo Leonidas Iza, también hay que saber perder sin derrotarse, porque la lucha sigue hasta tener un mejor país para todxs.     

Viejita, queda tanto por contarte y lo que te he contado lo hice porque sé cuánto amabas la lucha popular. Te llenaba de vida ver al pueblo movilizado y muy despierto. También sé que te hervía la sangre la indolencia del poder, su desprecio hacia los nadies. Pero quédate tranquila, acá nadie va a bajar los brazos ante un mal gobierno y sus políticas de hambre. 

Mami, gracias por enseñarme a ser sensible ante la injusticia, por criarme con amor, por obligarme a ser valiente aunque tenga miedo, por hacerme entender que el mejor discurso siempre será el trabajo y que no hay acto más noble que estar al servicio de la gente.

Con amor y siempre tuyo,

Tu hijo, Andrés.