Los pasillos ya no hablan

 

Por: Ericka Poveda, Universidad Internacional del Ecuador

foto: Marcelo Freire, Universidad Internacional del Ecuador

En alguna ocasión Paul Verlaine, poeta francés, dijo que la violencia, sea cual sea la razón, no era la respuesta. Era el año 1880, cuando el simbolismo surgía y las mentes empezaban a tener un nuevo renuente del colectivo y las masas. Estamos en 2018 y la violencia parece corresponder a una ‘moda’ que se ha ido arraigando con el paso de las generaciones. La práctica de la violencia justifica acciones de varios actores que, comprometidos con ejercer el poder, llevan a cabo acciones que cuestionan la propia humanidad de las personas. Así la violencia de género parece ser un plato que se sirve en todas las mesas, también en los espacios universitarios.

 

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La vida de las mujeres ha estado ligada por años a una sombra sobreprotectora, que suprime sus capacidades, es por eso que la educación se convirtió en un paso para liberar estas represiones. Si bien la educación ya es una realidad para las mujeres y hemos conseguido una participación más activa dentro de las decisiones colectivas, continuamos siendo víctimas de sociedades machistas, comentarios, amenazas, burlas cuando intentamos sobresalir.

¿Qué sucede cuando las metas de una mujer se ven obstaculizadas por el accionar externo de personas que todavía, en estos tiempos, no comprenden, o no quieren entender, que existe un espacio que no puede ser vulnerado, no puede ser tocado, no puede ni siquiera ser mencionado en tono de burla?

Muchas historias son contadas. Los pasillos de las universidades han escuchado gritos, súplicas. Quizás un conserje escuchó algo, pero no quiso meterse en problemas. Quizás algunos alumnos sabían lo que pasaban, pero negaban la realidad con burlas y comentarios ofensivos.

Seguramente si las paredes hablaran nos contarían varios relatos olvidados, que fueron un golpe en la vida de una estudiante que cursaba su primer semestre. Nadie la escuchó. Quizás solo lo recuerda ella, ahora que ya termina su carrera universitaria.

Las historias no se cuentan solas, agradecemos a quienes todavía siguen vivas y estables para contarlas, para recordarlas; más que nada, que tengan fuerzas para superarlas. Seguramente somos pocas quienes agradecemos esta fortaleza, y estamos seguras que muchas lo olvidaron.

¿Si te pasara a ti, podrías olvidarlo?. No. No puedes, no se olvida. Nos duele tanto cuando perdemos algo material, pero más duele cuando es algo esencial, como una decisión o la oportunidad de decidir el simple hecho de decir no. A una estudiante le arrebataron esta decisión, en los pasillos de la universidad. Eran las seis de la tarde, cuando una esperanza se mataba y un miedo nacía. Los dos tambaleaban, en minutos de desencadenamiento. Ella temblaba y gritó por un momento. Era el salón de la clase de Economía, afuera habían seis personas, seis amigas que lo conocían ¿podría llamarlo violador? Todavía no. Cuando ella habló, nadie creyó su historia. Sus seis amigos apoyaron la mentira del agresor, incluso ellos habían esperado ser parte del acto. Nadie escuchó nada, eran las seis de la tarde, y nadie quiso escuchar nada. Parecía que en la universidad ni siquiera las hojas de los arboles hacían ruido.

Nadie creyó lo que ella dijo. Al día siguiente todo seguía tan normal como cualquier martes. Los profesores bebieron su café en la cafetería, algunos alumnos desayunaban, mientras la estudiante llegó a clases, su mirada era fuerte, sus pasos firmes. Yo la vi, parecía que una tormenta la había sacudido, pero ella se había quedado quieta, inmutada. Y así pasó durante el día, nunca se escondió, nunca lloró, nunca la vi ni un poco triste. Muchos hablaban de ella. Decían eso que piensas ahora.

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Ya pasaron tres años, ella se va a graduar. Tantas veces se cruzó por el mismo pasillo a los mismos chicos y nunca se doblegó. Pasó tres años soportando las críticas e insultos falsos creados por un colectivo machista, que incluye incluso a mujeres. Jamás le contó nada a nadie, quizás hasta ahora.

Cuando la miro, pienso en los datos: 6 de cada 10 mujeres han experimentado algún tipo de violencia al menos una vez en su vida según la Encuesta Nacional de Relaciones Familiares y Violencia de Género contra las Mujeres en Ecuador. Estas cifras son el resultado de las desigualdades de género, una de las problemáticas estructurales del sistema socioeconómico. Según la Agenda Nacional de las Mujeres y la Igualdad de Género  2014 – 2017 “durante siglos, ha prevalecido una estructura de poder y una cultura, que en los ámbitos público y privado colocaron a las mujeres en una situación de desventaja, al negarles y limitarles sus derechos y libertades e imponerles pautas de convivencia patriarcales, basadas en la autoridad masculina”.

De la misma forma el sistema educativo, históricamente ha sido un espacio patriarcal que ha favorecido principalmente a los hombres y genera violencia hacia las mujeres. Según el Ministerio de Educación, para enero de 2018, se presentó la revisión de 256 casos de abuso sexual en instituciones educativas, sin embargo estas cifras corresponden a las pocas conocidas entre 2014 y 2017.

En el espacio universitario no existen datos oficiales, pero cada vez más se visibilizan casos de acoso y violencia sexual . Uno de estos casos es el de Cristina, una estudiante de la Universidad Central que denunció a su profesor. Su caso llegó hasta el Consejo Universitario de la Universidad Central del Ecuador (UCE) que resolvió en junio del 2018, destituir al docente de la Facultad de Artes. La Universidad Central del Ecuador asegura ser la pionera en contar con un Protocolo General para la Prevención, Atención y Sanción de los casos de violencia sexual y de género desde diciembre de 2017. Este Protocolo tendría como propósito definir los procedimientos y acciones para la prevención, denuncia, atención, sanción y seguimiento respecto a actos de violencia sexual y de género. Dicho Protocolo se ha instaurado con la finalidad de frenar cualquier tipo de violencia dentro de la institución, y cuidar la integridad de los estudiantes de la manera más efectiva. No obstante, este Protocolo no ha tenido ni la mejor aplicación, ni la correcta divulgación en la comunidad universitaria.

Casos como el de Cristina de violencia, abuso sexual y acoso, que no han podido ser visibles, han sucedido en otras universidades, evidenciando la fuerte problemática en torna a la violencia de género y la poca institucionalidad para resolver y atender esta problemática. Es en este contexto que la campaña #GritanLasAulas busca visibilizar la violencia de género que existe en las universidades, algo necesario para que los testimonios de las estudiantes no se queden en las paredes de los pasillos.

Referencias

– Agenda Nacional de las Mujeres y la Igualdad de Género, 2014- 2017

http://www.planificacion.gob.ec/wp-content/uploads/downloads/2014/09/Agenda-Nacional-de-Mujeres-y-Igualdad-de-Genero.pdf

Encuesta Nacional de Relaciones Familiares y Violencia de Género contra las Mujeres en Ecuador