Ecuador suscribió un convenio bilateral con EEUU para el intercambio de información por temas de seguridad, que incluyen la creación de una nueva oficina de cooperación, la Unidad de Investigaciones Criminales Transnacionales.
Esta unidad se encargará de intercambiar información entre Ecuador y EEUU sobre investigaciones y operaciones conjuntas sobre delitos como el tráfico de personas, de minerales, de combustible, armas, contrabando, delitos cibernéticos. Pero las unidades de investigación criminal financiadas por EEUU en Ecuador, no son nuevas: en 1986, León Febres Cordero, creó la Unidad de Investigaciones Especiales, UIES, con el objetivo de luchar contra grupos subversivos. Esta unidad trabajaba de forma articulada con la Embajada de Estados Unidos y con la Agencia Central de Investigaciones (CIA). La UIES fue durante 25 años, una de las unidades especiales o cuerpos de élite de la Policía Ecuatoriana, hasta que en el 2009 fue reemplazada por la Unidad de Lucha contra el Crimen Organizado (ULCO)
Según la Comisión de la Verdad, que investigó las violaciones a DDHH entre 1984 y 2008, la UIES institucionalizó lo que en tiempos de Febres Cordero fue el SIC-10.
¿Recuerdan al SIC-10? Aquel que operaba en la oscuridad, aquel cuya existencia hasta ahora se niega, señalando que se trataba solo de un patrullero, al cual se le atribuyen una serie de cruentas violaciones a los derechos humanos. La primera cabeza del SIC-10, y luego de la UIES fue nada más ni nada menos que el ex Comandante de la Policía, Edgar Vaca, investigado por desapariciones forzadas, torturas, y ejecuciones extrajudiciales, entre estas, el caso de los Hnos. Restrepo.
¿Recuerdan a los Hnos. Restrepo? 30 años desaparecidos, años en los que se tejieron una gran cantidad de teorías de las condiciones de aquella desaparición. Sí, recordamos el caso, hemos visto el documental “Con mi Corazón en Yambo” de María Fernanda Restrepo y los reportajes periodísticos, conocemos lo que ocurrió, pero hay mucho más que tal vez nunca llegaremos a saber. Los Hnos. Restrepo fueron solo dos de un par de cientos de personas (cifra muy conservadora) que se registraron como daño colateral de la política antisubversiva del gobierno de León Febrés Cordero, política que fue llevada a cabo por los cuerpos de élite de la Policía y FFAA, en asociación con las centrales de investigación y la diplomacia estadounidense.
“Lucha antisubversiva” “plan de seguridad nacional” “cooperación bilateral”, son palabras que el país las conoce muy bien, quienes viven en Esmeraldas, Manta o Sucumbíos, saben de sus consecuencias.
A partir de los hechos recientes suscitados en la frontera, uno de los mayores temores desde Derechos Humanos era que precisamente esta sea la excusa para crear un enemigo interno y que además sea común, al que le tengamos miedo para que se justifiquen estatalmente, acciones militares y policiales violentas, llevándose a su paso a quien es y quien no es.
Durante la rueda de prensa que el miércoles 25 de abril, anunciaba el regreso de la UIES, el ministro Navas se mostraba incómodo, se le acaba el tiempo para encontrar a alias Guacho, en su nerviosismo se le escuchó decir: “con Guacho no se acaba el problema”. El Ministro sabe que es verdad. Por su parte, el Embajador de EEUU en Ecuador, Michael Todd desbordaba satisfacción, con la firma del nuevo convenio entre Ecuador y EEUU se reconcilia un matrimonio que en su momento duró más de 25 años, en los cuales la tortura y la clandestinidad, eran parte de las técnicas de investigación.
El miedo, al igual que la ira, no son buenos consejeros, nos llevan por caminos oscuros. Es evidente que estamos en situación de miedo, a diario pensamos en Oscar y Katty, su situación, sus condiciones y nos preguntamos ¿cuándo regresarán?, imposible no hacerlo, sobre todo después del trágico final que tuvieron cuatro militares y los tres trabajadores de El Comercio. Por lo mismo, es necesario que Lenín Moreno entienda que no hay peor enemigo que el miedo para gobernar.
Se habla de décadas de abandono, tolerancia para traficar en la zona de frontera, la profundización de la pobreza posterior al terremoto de abril de 2016, la campante corrupción en Esmeraldas, y todo un contexto que obliga a tomar acciones radicales (de raíz), pero que van mucho más allá de la militarización que, cosa curiosa, es la que generó el desplazamiento, no así el movimiento de la narcoguerrilla. Esto último, es solo para reflexionar sobre esa población que, en medio de una guerra, no tiene mayor opción que convivir con la violencia y tratar de sobrevivirla.