Editorial de Opinión
Por: Dolores Veintimilla sin Galindo
20 de febrero 2014
La campana sonó a las 7 en punto. Un experimentado réferi en peleas político- boxísticas pedía un debate limpio. Pero los golpes bajos empezaron temprano. Tampoco faltaron los ganchos, los golpes de conejo, y el infaltable juego de pies para sortear las preguntas complicadas. El réferi a todo momento tuvo que mandar a los contrincantes a sus esquinas pues insistían en los insultos.
Mientras los golpes y ganchos iban y venían, los cautelosos entrenadores miraban a través de la pantalla esta pelea político- boxística. Pedían por twitter a sus peleadores levantarse y acomodarse los guantes.
Fueron varios asaltos donde cada peleador intento poner al otro contra las cuerdas, pero jamás lograron asentar el anhelado nocaut o escuchar la cuenta del 1 al 10 con su contrincante caído en el ring.
El veredicto de los jueces tal vez fue empate técnico, aunque para algunos ganó el boxeador de pantaloneta verde y para otros, el sumático boxeador.
Pero al final, quien tiró la toalla fue la audiencia y fue la democracia. Como sea, cualquiera de las dos perdió. Perdió la audiencia porque no se escucharon propuestas contundentes y perdió la democracia, al menos ese ideal de democracia burguesa, esa forma diferente de hacer política que nos pregonan hace 7 años pero que nunca llega. La que se impuso por nocaut técnico fue la política de los insultos, de los descalificativos, esa que nunca falta semana a semana en este cuadrilátero electoral.
Pero esto ya lo sabemos. La pregunta que en realidad deberíamos hacernos no es quién ganará sino ¿cambiará el modelo de ciudad en el que vivimos gane Rodas o Barrera?
¿Cambiará el modelo de las megaobras como el metro, de cuyas consecuencias ambientales nadie habla?. ¿Cambiará el plan de mudar embajadas al centro para expropiar a los vecinos pobres y así convertirlo en un bulevar turístico para que siga llenando la portada de importantes revistas o concursos?. ¿Cambiará esa ciudad que vive sin auto y tiene que hacer maromas para transportarse en la noche poniendo en peligro su vida?. ¿Qué han dicho los candidatos que se creen ganadores sobre esto?
En la radio el otro día decían que Quito tiene cara de mujer joven, pero ¿Qué dijeron los candidatos sobre los derechos sexuales de las mujeres de esta franciscana ciudad? ¿Tienen propuestas o es que a riesgo de ser llamados malcriaditos o les quiten sus derechos políticos, prefieren mirar para otro lado?
Y si hablamos de jóvenes ¿Qué van a hacer los candidatos para garantizar sus derechos políticos? ¿Van a permitir la recolección de firmas por el Yasuní? ¿Van a dejar grafittear no solo en las paredes permitidas? ¿Se abrirán al diálogo con las organizaciones juveniles? ¿Seguirá considerándose rebelión toda protesta estudiantil?
Quito es más que impuestos o la ruta viva. Debajo del cemento y de los bulevares hay una ciudad, gente, nacida en Quito, chagra, migrante, refugiada, extranjera o que viene de pasito, quienes también construye esta ciudad, la respiran, la viven. Esa otra parte de la ciudad que no le importa si el aeropuerto tiene buenas rutas o no, porque no le alcanza para viajar en avión.
Al final, cualquiera podrá ganar la Alcaldía, pero el poder inmobiliario, industrial, el que quiere de nuevo las corridas de toros, el que le apuesta a las megaobras, ese, seguirá en el poder. Mientras a nosotros nos seguirán entreteniendo con el debate del insulto o con la creación de más estadios futbolísticos.
Lo único bueno es que volvió la cultura epistolar. Cartas iban y venían, lo que demuestran que pese a los intentos de imponer una única vía, Quito todavía tiene ganas de participar y movilizarse.