Dolores Veintimilla sin Galindo
El chef estudiado en Bélgica se lució. Era la primera vez que celebrará un almuerzo para paladares diferentes y hasta opositores a su gusto para la cocina del siglo 21. Una vez más, demostró que prepara de todo, de tal manera que combinó a la perfección sabores de diferentes tendencias y aromas.
El Palacio lució sus mejores galas para recibir a los elegidos, entre los elegidos que apenas fueron 44. Los invitados llegaron con hambre. Algunos tenían la expectativa de que el chef en persona le sirviera su mejor platillo y les prometiera un constante buen menú, y hasta quien sabe, les invitará a cocinar juntos. Otros, venían por una nueva cucharada de aquel refrito que lo comen desde tiempo atrás y que tanto les gusta.
La vajilla de plata y de cobre fue puesta exclusivamente para los alcaldes amazónicos. Quizás, con esto el chef buscó recordarles que los exquisitos manjares del Palacio y parte de la torta presupuestaria les seguirá dando a cambio de permitir la extracción de sus recursos.
Uno de los comensales más esperados se excusó con una elegante carta. Felicitó al chef por su comida, le ofreció su cocina y le habló de los posibles platillos que pueden satisfacer el gusto de los más exigentes comensales guayaquileños. Otro de los invitados le dijo al chef que la cocina del siglo 21 puede mezclarse exquisitamente con la vieja cocina, incluso con la larga y triste cocina neoliberal socialcristiana.
El comensal que sí vino y con muchas ganas de comer fue el nuevo edil quiteño. Para él, el chef preparó un platillo especial con un metro de postre bañado con una crema chantily, venida de la Ruté Vivé y adornado con frutos del verde césped del nuevo estadio.Tal es la importancia de este comensal que fue sentado a la derecha de dios chef todopoderoso. No podía faltar el brindis con un vino de cosecha electoral añejado desde el 2013.
El chin chin de las copas del nuevo edil quiteño y del chef resonó por todo el Palacio y la foto quedó para la posteridad. Sin duda fue un almuerzo exquisito. Por cierto, también se sirvió Coca Cola, que ahora se embazará con agua de las fuentes naturales de Machachi, otra de las hazañas de la cocina del siglo 21 y del chef estudiado en Bélgica.