Imagen de solidaridad Elliot Túpac
por equipo de “Ser + Animal”
abril 25 de 2016
El 16 de abril bastaron unos pocos minutos para que a miles de familias en el país, se les cambiara dramáticamente la vida.
Un sismo de 7.8 grados considerado el peor en los últimos cuarenta años, sacudió la costa de Ecuador, provocando que viviendas y edificios se desplomen, colapsando también el suministro de energía eléctrica y agua, así como las carreteras que conectan ciudades del litoral.
El pavor que provocó el terremoto, se mantiene por las alrededor de seiscientas réplicas que se han producido hasta hoy.
Las cifras indican casi 700 víctimas fatales, cerca de 17.000 heridos, ciudades de Manabí, Esmeraldas y Guayas están prácticamente destruidas.
Hasta el momento de escribir esta nota, rescatistas de Venezuela, Colombia, Chile, Perú, El Salvador, Cuba y México, más los rescatistas y bomberos ecuatorianos buscan sobrevivientes entre los escombros, así han logrado salvar la vida a más de cien personas.
Inmediatamente de ocurrida la tragedia, la gente de todo el país difundió la noticia a través de las redes y a los pocos minutos se empezó a gestar una increíble y gigantesca ola de solidaridad para con los damnificados, se generaron espacios para recolección de víveres y agua y la gente empezó a llevar distintas cosas para los hermanos que vivían esta pesadilla, voluntarios se apresuraron para ir a los lugares en que la desgracia era mayor, la sociedad civil respondió en forma ágil y desinteresada, armando grupos para empacar las donaciones que no cesaban de llegar.
Muchas familias facilitaron sus vehículos para transportar todo aquello que la gente enviaba con el ánimo de ayudar.
La sociedad civil, se organizaba antes que el gobierno atinara a pronunciarse sobre lo que ocurría.
Muchas personas, desde las redes aportaban con ideas de los pasos que había que darse, generar refugios, disponer de más agua, no solo para alimentación y bebida, sino para los demás usos humanos como el aseo personal, así como de informar de los sitios en que se hace más urgente la ayuda.
Desde esas redes ha sido posible conocer que aunque la ayuda fue instantánea, la entrega sufrió contratiempos y demoras debido a que las instituciones del estado no atinaban a organizarse e incluso a veces al parecer estaban más preocupados por temas intranscendentes, como aquellos de los stikers en las fundas para entregar, que en la urgencia con que la gente demandaba esos alimentos y agua que reposaban en diversos lugares, esperando la disposición de algún funcionario.
De la organización Médicos conscientes, llegaron especialistas a Chamanga, una de las ciudades afectadas, para brindar ayuda especializada, consigo llevaban voluntarios que preparaban los alimentos que habían llevado para compartir con las personas que alcanzara.
Por otra parte, diversas organizaciones animalistas se apresuraron en enviar voluntarios con alimentos para mascotas y rescatistas que salvaban la vida de animales atrapados entre las ruinas de las casas y edificios caídos.
Había que considerar, por supuesto varias cosas en relación con los animales que muchas personas no entienden, ya que piensan que se debe rescatar solamente a los seres humanos, entre esas por ejemplo, que muchas familias se niegan a ir a otro sitio porque su animal de la familia no aparece o porque temen que morirá si lo abandonan, así como que los animales sin sus dueños pueden adquirir enfermedades y al estar deambulando pueden contagiar algunas de ellas a las personas.
Eso sin considerar por supuesto, el miedo y otras sensaciones que sufren los animales en momentos de desastre, ya que las autoridades, normalmente no se preocupan de ellos.
Hay que resaltar por lo mismo, el papel fundamental de varios animales que ayudaron en el rescate de personas durante las actividades de los activistas.
Los testimonios de quienes llegaron en calidad de voluntarios son desgarradores y hay tantas historias tan cargadas de dolor e impotencia frente a la magnitud de un desastre que sin embargo evidencia también cosas positivas, por ejemplo el valor de la gente que en medio de la desgracia, solo piensan en empezar de nuevo y levantar sus casas y ciudades para que estén mejor que antes.
O también, que ponen de manifiesto uno de las mayores lecciones que nos deja un evento tan devastador, es la enorme solidaridad de los ecuatorianos, esa solidaridad que independientemente de la gestión gubernamental, se gestó y organizó inmediatamente después del susto y que promete extenderse mientras dure la crisis.
Eso nos anima y reaviva la esperanza de que al país le esperan días mejores, esté quien esté en el gobierno, las personas estarán siempre listas para tender su mano y apoyar a los que lo necesitan sin importar la región a la que pertenecen, su filiación política, su equipo preferido, la religión que profesa o la especie a la que pertenece.