Paola: “Una solo espera llamadas”

Testimonio sobre migración ecuatoriana cruzando la Selva del Darién

 

 

Por: Gabriela Peralta @gaperalta07

Foto: Nytimes

Publicado 20 de noviembre 2023

 

 

Roberto, Diego, Miguel y Jonathan T. salieron de Ecuador con destino a los Estados Unidos, atravesando la Selva del Darién, en Panamá, entre 2022 y 2023. Paola, su hermana, se erige como la voz que relata la historia de su familia. Los nombres y las experiencias de los hermanos T. se elevan como un símbolo que trasciende sus propias vidas, abrazando la realidad de 48 mil migrantes ecuatorianos que atravesaron el Darién rumbo al país del norte en los primeros nueve meses de 2023 y de los 29 mil que pasaron en 2022.

 

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“El sentimiento es inexplicable. Como hermana, como hija o como madre, uno solo espera llamadas”, dice Paola T., cuando pregunto por sus hermanos que emigraron entre 2022 y 2023 hacia Estados Unidos, atravesando el tapón del Darién, cruce en la frontera entre Colombia y Panamá.

Paola tiene 40 años y es la mayor de seis hermanos, dos mujeres y cuatro hombres. Ella ha dedicado los últimos años de su vida al oficio de limpiar y arreglar departamentos en Quito, su ciudad natal. Antes, a diario subía a los buses de transporte público a vender caramelos para sostener económicamente a sus hijos. Su vida podría ser común, pero tras la fachada de la cotidianidad se esconde una historia de espera, de incertidumbre y de lazos familiares que cruzan fronteras en busca de un mejor porvenir porque, asegura, en Ecuador ni ella ni su familia tienen futuro. Todo inicia con la salida de Anthony, su hijo.

 

Anthony R.: “Mami, algún día yo me quiero ir de aquí”

 Anthony R., hijo de Paola, tenía 22 años cuando decidió salir de forma irregular rumbo a los Estados Unidos en agosto de 2022. Anthony trabajaba como cargador en el Mercado Mayorista, en el sur de Quito. Allí conoció a varios trabajadores migrantes. Uno de ellos se convirtió en su amigo y juntos decidieron empezar su viaje al país del norte. Llenaron sus mochilas con chocolates, galletas, caramelos, entre otros artículos, para venderlos en el camino y subsistir a la travesía. Sin embargo, Anthony debió parar su viaje días más tarde en la frontera entre Colombia y Panamá, pues mientras dormía, le robaron sus pertenencias, incluida su cédula de ciudadanía y sin eso no podía transitar. La Policía colombiana lo detuvo y se comunicó con Paola para decirle que lo encontraron intentando ingresar al Darién y que no tenía cédula, luego fue deportado al Ecuador.

Paola explica que lo que motivó a su hijo a salir del país fue la crisis económica en el país. Su hijo se desesperaba y le decía: “mami, algún día yo me quiero ir de aquí, le quisiera comprar una casa para que no pague arriendo, quisiera verle un negocio para que usted no se exponga y no salga a trabajar tan duro”. Anthony no accedió a la educación superior y Paola cree que eso le ha limitado encontrar mejores oportunidades de vida.

Anthony, al retornar al Ecuador, les comentó a sus cuatro tíos maternos su experiencia y eso les motivó a salir del país. Roberto, de 35 años; Diego, de 30; Miguel, de 31, y Jonathan T., de 33, aunque Anthony fue deportado y atravesó un camino difícil, emigraron atravesando el tapón del Darién. Anthony, actualmente, trabaja en Ambato como ayudante en una zapatería.

 

La travesía de los hermanos T.

Roberto, Diego, Miguel y Jonathan T., hermanos de Paola y tíos de Anthony, cruzaron el tapón del Darién con destino a Estados Unidos entre 2022 y 2023. Los cuatro hermanos se desempeñaron como albañiles y pintores en Ecuador. Roberto y Diego emigraron por separado en octubre de 2022. Miguel y Jonathan salieron nueve meses después, en julio de 2023. Los cuatro hermanos pidieron prestado dinero al “chulco” o prestamista informal para salir del país. Uno de ellos también solicitó un préstamo a una entidad bancaria para costear un coyotero.

Diego salió acompañado de su esposa y de sus dos hijos, ambos menores de edad. Al llegar a la frontera entre México y Estados Unidos se entregaron a las autoridades estadounidenses para solicitar asilo y con esa aplicación tener algún tipo de registro que les permita seguir en Estados Unidos. El Departamento de Migración, por viajar con menores de edad, trasladó a Diego y a su familia a una especie de hotel donde se encontraron con más migrantes que buscaban asilo. Roberto, en cambio, cuando llegó a México, atravesando el Darién, contrató un coyotero para llegar a Estados Unidos.

Por su parte, Miguel y Jonathan tomaron como referencia el camino de Diego: llegaron a la frontera, se entregaron a las autoridades estadounidenses, solicitaron asilo, pero, otra fue su historia. Un juez, a través de una pantalla, cuestionó su llegada:

– ¿Por qué vinieron?, le dijo un juez a Miguel y Jonathan.

– Vinimos porque en el Ecuador no hay trabajo ni futuro, respondió uno de ellos.

– ¿Para qué vienes a mi país? No te necesitamos, respondió enseguida el juez.

 

Miguel y Jonathan estuvieron detenidos dos meses en un espacio similar a una prisión, entre las fronteras de México y Estados Unidos, luego fueron deportados. Su camino hacia los Estados Unidos terminó ahí. Cuenta Paola que mientras sus hermanos permanecieron en el lugar, para ir a comer les ponían esposas en los pies y en las manos. Acababan de comer y les encerraban nuevamente. Ellos se comunicaban con su familia de Ecuador cada 15 días, por 10 minutos. Según datos del Departamento de Puertos y Fronteras de Estados Unidos, 117.487 migrantes ecuatorianos fueron detenidos, expulsados y deportados desde USA en el último año fiscal 2023 (octubre-septiembre).

Para Paola, la mejor opción que le dio la vida a sus hermanos fue que se vayan de migrantes en busca de un mejor futuro para ellos y sus hijos. Sin embargo, describe la despedida de sus hermanos como un sentimiento inexplicable. “Me acuerdo de que mis hermanos nos dijeron que iban a estar incomunicados por una semana porque ya iban a entrar a la selva. Le decían a mi mami: ‘deme la bendición, aunque sea por el teléfono, porque no sé si voy a llegar o si voy a morir en el camino’. Es duro ver a un familiar que se va lejos porque no se sabe si va a regresar o no”, asienta. Sus hermanos siguieron a una multitud que encontraron en el camino: venezolanos, colombianos, ecuatorianos, haitianos y de otras nacionalidades. Los cuatro hermanos completaron el viaje hacia el norte en un mes y medio, aproximadamente.

Antes de ingresar a la selva, los hermanos T. se comunicaban todos los días, pero solo por las mañanas. Luego emprendían el recorrido rumbo al norte. Dormían donde les agarraba la noche, acompañados de más migrantes. En el camino de la selva, según le contaron sus hermanos a Paola, ellos se encontraron con cadáveres, niños solos, mujeres embarazadas, personas con discapacidad, adultos mayores y, sobre todo, jóvenes. Ahí Miguel y Jonathan vieron a una mujer migrante, de origen haitiano, ahogarse en un río. A la mujer le acompañaba una niña, quien después de llorar la muerte de su madre, debió continuar el camino hasta llegar a Panamá. Allí, le perdieron el rastro los hermanos T.

Paola, asegura, que, si no hubiera trabas en el sistema legal, ya sea para obtener un pasaporte, documento de viaje que permite a un ciudadano ecuatoriano identificarse y movilizarse en el exterior, y visa, tal vez su familia no se entregaría a un camino lleno de complejidad e incertidumbre. Desde 2022, la gestión del gobierno de Guillermo Lasso en cuanto a pasaportes en Ecuador ha presentado demoras. Las y los ecuatorianos deben esperar hasta tres meses para obtener el pasaporte. El Registro Civil asegura que el problema se debe a la alta demanda. En enero de 2023 se emitieron 72.789 pasaportes, más del doble que en enero de 2022. En ese año se emitieron 34.944 pasaportes.

Paola, además, relata que sus hermanos y su hijo no son los únicos integrantes de su familia que han optado por la vía irregular para llegar a Estados Unidos. Según contabiliza Paola, alrededor de 23 familiares ya han salido antes, todos ellos atravesando el temible Darién. “De mi tío Beto están sus cuatro hijos; de mi tía Mariana, igual, los cuatro; de mi tío Bolívar están los tres hijos; de parte de mi mami sus dos hijos; de otra tía, sus tres hijas están allá. Hay bastantes integrantes fuera. De parte de mi papi también, casi todos los sobrinos están allá”, afirma.

Gioconda Herrera, socióloga ecuatoriana, profesora en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y experta en migración, asegura que no hay cifras exactas de lo que se conoce como el nuevo éxodo de ecuatorianos rumbo a Estados Unidos, porque la mayoría de los migrantes ha salido por vías “clandestinas”. Sin embargo, señala que hay un evidente aumento del paso de la población ecuatoriana por el Tapón del Darién.

Los únicos registros exactos que hay son los de detenciones de ecuatorianos por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP). El número de estas detenciones en el cruce, según Migration Policy Institute, pasó de 15 mil en el año fiscal 2019 a 97 mil en el año fiscal 2021 y a 104 mil para el año fiscal 2023. También se ve un crecimiento del número de menores de edad migrantes ecuatorianos, no acompañados, en la frontera entre México y Estados Unidos que se entregaron a las autoridades estadounidenses para empezar el proceso, muchas veces, de asilo. En 2021 fueron más de 3 mil menores de edad. En 2023 3,769 menores. Según la misma institución, en los primeros nueve meses de 2023 se calcula que han pasado 48 mil ecuatorianos por el Darién. En 2022 pasaron 29 mil migrantes ecuatorianos. “Tanto en 2022 como en 2023, los ecuatorianos constituyeron el segundo grupo más grande de personas que cruzaron el Darién, después de los venezolanos”.

Según explica Herrera, la migración es multicausal, es decir, se da por varias causas o factores. En este caso, la experta alega que el nuevo éxodo de ecuatorianos rumbo a los Estados Unidos puede deberse a la crisis económica, a las consecuencias de la pandemia, a la falta de oportunidades laborales, sobre todo a sectores populares, a la violencia y violencia de género, pero también a la posibilidad que las personas tienen o no de migrar, de encontrar al otro lado, en el país que escojan, posibilidades de salir adelante.

Otro factor, que avizora Herrera, son las redes o el efecto contagio que la persona tiene o no de familiares, de vecinos o de amigos que han emigrado para articular el viaje, el destino, la búsqueda de trabajo, facilitar el proceso migratorio, etc. A eso se suma que, entre 2018 y 2021, México no exigía visa a ecuatorianos y ahí mucha gente salió al menos hasta México en avión, para luego, por tierra, hacer la travesía a Estados Unidos. “Ahí también hubo un efecto salida que se complicó cuando México exigió la visa. Por eso se le atribuye esta nueva salida por el Darién”, asegura Herrera.

Asimismo, la experta señala que a nivel global las redes sociales contribuyen a construir mundos de destino que no siempre son así. “Allí no se explican las dificultades ni los problemas que puede encontrar la persona. Se comunican en general las cosas buenas que ocurren en la migración. Se construyen mundos que parecen no ser tan difíciles de alcanzar”. Además, Herrera afirma que el uso de los teléfonos inteligentes facilita, por ejemplo, el acceso a las rutas de la migración, a información útil para el trayecto y que, incluso, puede salvar vidas, ya que, a decir de la experta, las personas antes se entregaban a los coyoteros, se dejaban llevar y ni sabían por dónde los iban a llevar o qué podían esperarse. En cambio, ahora, los teléfonos pueden marcar, de alguna manera, las rutas, indicar por dónde ir, qué hacer.

También se articula el factor de la política de los Estados de tránsito o de destino que confluyen para volverse un atractivo. Por ejemplo, la experta alega que ahora en Estados Unidos las personas se entregan a las patrullas fronterizas para aplicar a papeles o a asilo, cuando antes emprendían un viaje “clandestino” y se quedaban de forma irregular hasta después de muchos años.

La violencia de género puede ser un motivo más para la migración. Según la experta, muchas mujeres dejan situaciones violentas y encuentran en salir del país, una forma de desconectarse o de cortar realmente situaciones de violencia. Es decir, la migración ha sido también una forma de dejar la violencia atrás. Sin embargo, la violencia de género en el proceso migratorio se puede expresar de diversas maneras. Por ejemplo, señala Herrera, en los tránsitos prolongados y clandestinos que ha significado la migración, sobre todo aquella que se dirige hacia Estados Unidos, y que puede tomar de dos a tres meses, muchos grupos que se encargan de facilitar el cruce son grupos delincuenciales. Entonces ahí, la violencia sexual puede ser bastante común.

También hay casos de violencia de género en los países de llegada. En el caso ecuatoriano hay violencia en parejas mixtas, sobre todo contra mujeres migrantes que dependen para la supervivencia, para la obtención de papeles, etc.

 

Ruta y costos

Según se explica en el informe El cuello de botella de las Américas: Crimen y migración en el tapón del Darién, publicado el 3 de noviembre de 2023 por International Crisis Group, cada año, cientos de miles de migrantes, de diversas nacionalidades, cruzan el tapón del Darién. Además, señala que en la zona hay poca presencia estatal y que los Gaitanistas, un grupo criminal narcotraficante colombiano, controla las redes de tráfico de personas, mientras que bandas asaltan a los migrantes en Panamá.

De acuerdo con el mismo informe, la mayoría de los migrantes inician su travesía por el Darién desde Necoclí, un pequeño pueblo de Colombia. A este sitio se puede llegar en autobús. Capurganá o Acandí es la siguiente parada. Allí los migrantes se alojan en albergues administrados por consejos comunitarios afrocolombianos. El viaje desde los albergues hasta la frontera con Panamá cuesta $160 dólares aproximadamente. Allí comienza la travesía por la selva del Darién, que puede tomar entre cinco y quince días cruzarla, dependiendo de la condición física de la persona y de la ruta que elija.

La mayoría de grupos de migrantes se dirige a pie hacia el poblado indígena de Bajo Chiquito, donde hay oficinas de organismos estatales y humanitarios. En esas oficinas, cada migrante debe pagar $25 dólares para tomar una canoa motorizada hasta las Estaciones de Recepción de Migrantes (ERM), ubicadas en los municipios de Lajas Blancas o San Vicente. Estas estaciones están a cargo de SENAFRONT, guardia fronteriza panameña. Una vez registrados, los migrantes pagan $40 dólares por ocupar un puesto en un bus privado que los lleva a lo largo de Panamá hasta otra estación en Los Planes – Gualaca, cerca de la frontera con Costa Rica. De ahí continúa el viaje hacia el país del norte, Estados Unidos.

Paola T. relata que en el trayecto hay paradas de descanso y “tiendas”. En el Tapón del Darién una botella de agua puede llegar a costar cinco dólares, mientras que un seco de pollo, veinte dólares. Los hermanos T. juntos gastaron alrededor de 31 mil dólares para llegar a Estados Unidos. Ese dinero fue prestado por chulqueros y tienen entre un año y medio y dos para terminar de cancelar su deuda, sumado a un interés del 15 %. Es decir, por cada mil dólares deben pagar 150 dólares más.

 

Uno de los investigadores del informe antes señalado, Bram Ebus, quien, además, conversó de primera mano con migrantes, traficantes, miembros de los Gaitanistas, representantes del gobierno y trabajadores humanitarios, asegura que la mayoría de los migrantes provienen de Venezuela, Haití y Ecuador, pero que otras nacionalidades también han cruzado el Darién. Él mismo alega que “en Panamá cobran por respirar. ¿Quieres cruzar un río? pagas, ¿quieres poner tu carpa? pagas, ¿quieres salir de un charco? pagas. Pagas por cualquier cosa”.

A Bram Ebus, un líder comunitario le dijo que la migración es la economía número uno para las comunidades locales del Darién. Las comunidades prestan servicios, venden comida, dan hospedaje a cambio de un pago y servicio de guianza, también considerado como tráfico humano porque cobran para llevar de manera irregular a refugiados migrantes sobre una frontera internacional. Según se señala en el informe, estas ganancias ilícitas se disparan a medida que aumenta el flujo de migrantes y gran parte del dinero va a parar al crimen organizado. “Ni el Estado colombiano ni el panameño tienen mucha influencia en el Darién, donde grupos armados y criminales, muchos de ellos relacionados con el narcotráfico, han ejercido lo más parecido a la autoridad”.

De acuerdo con el mismo informe, cerca de 250.000 personas cruzaron el Darién en 2022, mientras que las cifras en 2023 podrían superar fácilmente el medio millón. En los primeros nueve meses de 2023, alrededor del 53% de los migrantes eran hombres adultos y el 25% mujeres, mientras que los menores de edad representan el 22% del total.

 

La población migrante

Según Gioconda Herrera, hay muy poca información sobre la persona migrante. Sin embargo, afirma que las primeras impresiones cualitativas dan luces de que no solamente han salido personas de comunidades rurales de Azuay y Cañar, provincias desde donde han emigrado las y los ecuatorianos  tradicionalmente hacia Estados Unidos, sino que esto se ha derivado hacia la Sierra Centro. “Ahora tenemos muchas personas de comunidades de Chimborazo, Tungurahua y Cotopaxi en la Costa Este de Estados Unidos, en ciudades como Filadelfia, Chicago, Nueva York. Ahí parecería, por un lado, una migración rural indígena importante que empieza a aparecer en estas ciudades”.

Para Herrera, la impresión es que se ha nacionalizado nuevamente la salida, tal cual sucedió en el 2000, cuando también hubo una salida importante de ecuatorianos hacia Europa: España e Italia. Sin embargo, la salida en ese año fue en avión y en condiciones distintas a las actuales. “Aunque no es nueva la migración hacia Estados Unidos e incluso es intergeneracional, ya son tres generaciones de ecuatorianos que salen, estamos viviendo un momento de crecimiento de la migración”.

 

Violaciones de derechos humanos y política migratoria

Herrera y Ebus, describen el cruce por el Darién como un recorrido de mucho riesgo y con condiciones precarias para quienes lo atraviesan. Ebus alega que la caminata por la selva del Darién es brutal, es difícil, pero lo más grave son las matanzas, la tortura, la violencia sexual y los atracos que ocurren, sobre todo en el lado panameño. “No vemos presencia del Estado, a pesar de que la guardia fronteriza, el servicio nacional de fronteras, Senafront, está presente en el lado panameño, pero no tanto con la perspectiva de proteger a los migrantes, sino de protección de la frontera. Hasta hemos escuchado denuncias de que oficiales de Senafront son culpables de violaciones sexuales en los centros de recepción de migrantes”.

A Ebus, una mujer migrante venezolana le relató que una de sus amigas fue presionada para mantener un encuentro sexual con un agente de Senafront, a cambio de cargar su celular. Además, según el informe, cerca de 200 incidentes de violencia sexual fueron denunciados por organismos humanitarios en el Darién panameño en el primer semestre de 2023. Bandas locales serían los responsables de asesinatos, casos de violaciones de derechos y violencia sexual.

Por su parte, Herrera asegura que los derechos de los migrantes, al ser sujetos en tránsito, no están garantizados, a ratos, por ningún Estado. A decir de la experta, los Estados actúan, sobre todo, desde una visión de frenar o parar la movilidad a nombre de la soberanía del Estado, pero no realmente para apoyar a las personas migrantes en el camino que realizan. “Es muy complejo porque ningún Estado quiere hacerse cargo de la migración en tránsito”, afirma.

Según Herrera, la política migratoria del Ecuador ha tenido tres momentos y no hubo políticas hacia la población migrante, sino hasta el 2000. En ese año se estableció, entre otras cuestiones, ¿cómo hacer que las remesas se inviertan de una manera sustentable?, ¿de qué manera mejorar la vinculación con esa diáspora desde la educación, desde la circulación de saberes?, ¿cómo proteger los derechos de los migrantes en el exterior? Además, se abrió una sucursal de la Defensoría del Pueblo. “Se pensó mucho la migración como los migrantes ecuatorianos en el exterior y se hizo menos en relación con las personas que llegaron a Ecuador huyendo del conflicto en Colombia o de la crisis en Venezuela. Frente a ellos, más bien, las políticas de los últimos cinco años han sido de cierre de las fronteras, de securitización, de pedir visa a ciudadanos latinoamericanos, de no garantizar su integración económica por la crisis fiscal, la xenofobia, por la percepción negativa de los ecuatorianos hacia los extranjeros como violentos, criminales, etc.”.

Gioconda Herrera señala que aún hace falta garantizar los derechos de la población migrante, trabajar para que no exista xenofobia, ofrecer posibilidades en los países de origen, en este caso en Ecuador, para que la gente no se vaya como se está yendo porque “son pérdidas para el país, pérdidas de capacidades humanas, potencialidades, personas que se ponen en riesgo”. También apunta a que para que la migración o movilidad humana no se dé en situaciones de tan alta vulnerabilidad hay que apoyarla y no penalizarla, porque eso genera que las personas salgan por más vías clandestinas y, por ende, se pongan en más riesgo. Asimismo, plantea la necesidad de que exista una política de integración para las personas que llegan al Ecuador.

 

“Ayer fueron los padres, ahora son sus hijas o nietos los que migran”

El actual éxodo hacia Estados Unidos no se limita a cuestiones económicas, como lo fue en el pasado, sino que refleja una complejidad de factores que incluyen la desesperación ante la violencia y la inseguridad que se vive en el país. A pesar de que la Constitución de la República de Ecuador y la Ley de Movilidad Humana abogan por un enfoque de derechos y reconocen el derecho a migrar, el gobierno saliente de Guillermo Lasso, anteriormente vinculado al éxodo migratorio de los años 90 y 2000, cuando fue ministro secretario de economía, ha mostrado poco o nulo interés en este tema. Ahora lidera un gobierno que parece repetir la historia. Según Jacques Ramírez Gallegos, especialista en migración ecuatoriana, la migración, lejos de ser una prioridad en su agenda de política exterior, ha sido relegada a un segundo plano, sin una diplomacia migratoria activa que brinde apoyo a quienes deciden emprender la travesía hacia mejores días para ellos y sus familias. En palabras de Ramírez: “ayer fueron los padres, ahora son sus hijas o nietos los que migran. La historia se repite, son los éxodos que produce el neoliberalismo”.

Roberto, Diego, Miguel, Jonathan y Anthony, hermanos e hijo de Paola, son parte de las 408 mil personas, casi medio millón, que cruzaron el tapón del Darién en 2023. Actualmente, Roberto vive solo en Brooklyn. Su situación, al ser migrante indocumentado, es delicada, puesto que hace dos meses, mientras trabajaba como albañil en una construcción resbaló de una tabla y cayó del segundo piso. Roberto no tuvo ni tiene acceso a la salud. No cuenta con seguro médico ni con alguien que le brinde cuidados.

Diego y su familia, si bien llegaron, se establecieron en el país del norte y viven en Manhattan, en 2025 tendrán que presentarse frente a un juez, quien en una audiencia definirá su estancia en Estados Unidos.

Por su parte, Miguel y Jonathan, deportados en 2023, aún ven en salir del Ecuador, una alternativa para mejorar sus condiciones de vida.