por Hugo Ramírez, Secretario Ejecutivo ALER
Crónica enviada desde Ecuador el 19 de abril y publicada en el Diario Correo de Arequipa-Perú el 20-04-2016

Ecuador inició la semana pretendiendo auto engañarse que lo ocurrido el sábado es producto de la imaginación, un mal sueño luego de una intensa jornada laboral; pero, la realidad dura y testaruda le enrostra que ya son 413 los fallecidos como consecuencia del desastre natural. La cifra seguirá al alza y los heridos también.

Como Arequipa en el 2001, Ica en el 2007 y Chile en el pasado reciente la letanía de llantos y pesares son como una procesión. Una mujer ya no tiene lágrimas para reclamar el paradero de su niña que se le escabulló de las manos durante el movimiento. Otro hombre señala el lugar donde están enterrados su mujer e hijos, debajo de una mole de cemento y fierros retorcidos. Es la realidad trágica que no distingue posición social pero parece ensañarse más, con los humildes del lugar.

Pedernales, Manta, Canoas, Esmeraldas, Bahía de Caráquez, todas esas playas y lugares de la costa ecuatoriana con aroma a Caribe, son ahora algo parecido al resultado de un bombardeo de una flota de MIG-19. Apenas quedó en pie algunas casas y cuando todo presume a muerte los milagros existen y como el poema de Vallejo, los cadáveres se levantan y echan a andar. Todo un simbolismo para expresar que hace pocas horas una persona fue rescatada viva en Portoviejo de entre los escombros. 10 mil efectivos de las fuerzas armadas y especialistas de países vecinos como Venezuela, Colombia, Chile, Perú van logrando estos milagros. Continúan con prisa y contrarreloj las tareas de rescate en búsqueda de más sobrevivientes y menguar en algo la tragedia que vive el Ecuador.

Conmueve la movilización nacional, la respuesta oportuna y organizada de su población que con diligencia se acerca a los puestos de acopio para entregar sus donativos. Algunos, lo que les sobra y otros, lo que apenas tienen. Es una población que aún se fía de sus autoridades y eso dice mucho de un país. Confía que la ayuda para los damnificados no se desviará en el camino para beneficio del pilluelo ocasional. Ayer por la noche empezó a repartirse en la zona del desastre lo que en la mañana se recolectó en Quito u alguna otra ciudad del país. Una actitud y práctica que valdría la pena recuperar en el Perú. No digo que no exista la picaresca, pero no es la cultura general.

Ecuador está consternado y sabe que está en falta porque descuidó las tareas de prevención para este fenómeno en particular. Se preparó por años para enfrentar las erupciones que tienen sitiada a la sierra y selva de este país, pero no para un terremoto impertinente que hoy, mañana y pasado le va a pasar tremenda factura a la población y, en especial, en la popularidad del hombre que gobierna y enarbola la revolución ciudadana.

Eso lo sabe muy bien el presidente Correa, que ayer continuó recorriendo la zona del desastre un día después de su retorno del Vaticano. Sabe que después de la emergencia viene la reconstrucción que costará miles de millones de dólares y eso significa profundizar el endeudamiento externo para un país que desde hace poco más de un año soporta una fuerte crisis económica producto de la caída del precio del petróleo, su principal ingreso. Crecerá su impopularidad, no por malos manejos o corrupción sino por estos factores que no estaban escritos en el libreto.

Pero ahora, lo que importa es el presente y la tarea indesmayable de continuar buscando sobrevivientes con lo que tengan a mano porque para ellas y ellos la muerte no puede darse el gusto de vencer a la vida.