Por: Ana Acosta @yakuana

Que la mujer cante está prohibido en Afganistan, mientras que en Irán la mujer que lo quiera hacer debe pedir permiso al gobierno. ¿Qué tan peligroso puede ser para un gobierno que la mujer cante?. Parece que mucho. Y es algo que solo lo pude comprender gracias a los EDOC y al Festival Terrasónica, dos propuestas de arte alternativas. La primera de cine documental independiente y la segunda de música con conciencia ambiental.

“Sonita” es un documental que cuenta la historia de Sonita Alizadeh, una mujer joven de Afganistan, que rapea contra los matrimonios forzados; esa “venta” de mujeres a quienes sus familias les entregan para casarse a cambio de dinero. Sonita rapea con sus amigas en un centro de refugiados en Irán. Todas menores de 18 años, narran cómo sus padres ya tienen arreglados sus matrimonios con hombres que les doblan la edad, se alegran cuando una de ellas cuenta que el hombre que sus padres eligieron es de su misma edad, aunque la alegría nunca es completa ¿Cómo puedes ser feliz de ser entregada a un desconocido?. Sonita rapea y le dice a su madre y a su hermano que no quiere casarse, que no es una mercancía, que es un ser humano.

Esto en Ecuador pareciera que no está en discusión. Que las mujeres canten, es algo muy normal, a ningún gobierno se le ocurriría prohibir a las mujeres cantar. De hecho, hace pocas semanas en el Festival Terrasónica, cuatro mujeres, con voces impresionantes, compartieron su canto y su palabra para más de 4.000 personas: Nathalia Madrigal, vocalista de Swing Original Monks; Tulipa Ruiz, cantante Brasileña; Natalia Lafourcade, cantautora mexicana; y Patricia Gualinga, indìgena del Pueblo Kichwa de Sarayaku. Las cuatro nos contaron distintas cosas desde sus voces de mujeres. Esto parece algo de menor valor, pero no lo es, que las mujeres cantemos con nuestra propia voz es algo indispensable.

Recuerdo que hasta antes de entrar a la universidad, la mayoría de cantantes a quienes escuchaba eran hombres. Y esto no está mal, hay hombres maravillosos que cantan canciones que nos abrazan y nos permiten caminar; pero hay otros, la gran mayoría, donde las mujeres somos aquellos objetos de deseo, algo que se puede tomar, amar y controlar. Toda mi adolescencia pensé que el modelo de amor “normal”, era aquel que te hace sufrir, aquel en donde el hombre amaba a una mujer que era su muza, pero si ella no lo amaba era una traicionera, una bella idiota. Crecí creyendo que eso era normal, que las mujeres para ser amadas debíamos dejarnos llevar, perder nuestra capacidad de decisión y cerrar los ojos para el amor. Claro que también habían mujeres que me enseñaban a hacer lo mismo, cantando ellas, me decían lo mismo que ellos: poseer al otro para no dejarlo ir.

La importancia de conocer a Sonita en un documental es que me mostró otra forma de amar. Para Sonita el amor a un hombre no existe y ella es feliz. Ama cantar y ama a su sobrina, a sus amigas y a su madre, aunque esta, apegada a la tradición, la quiere vender por 9.000 dólares. Y sobre eso canta con rabia. Canta porque está prohibido.

Escuchar a 4 mujeres en un festival cantar y hablar por otras historias, otros deseos y otras luchas; cantar por que no es necesario sufrir, cantar porque un amor acaba, cierra ciclos y deja ir, en el que hay un “construimos” y un caminamos; cantar por una selva donde hay aves danzantes; cantar contra un golpe de Estado; cantar por la defensa de la Amazonía; cantar porque para disfrutar no hay necesidad de medir, de pesar, de fingir o de callar.

Por todas estas historias, por todos estos otros deseos, por estas otras luchas las mujeres debemos cantar, desde nuestra voz y con nuestra propia palabra.

Pd1. Ando recolectando música de mujeres que pronto serán compartidas en un programa feminista en la Wambra Radio. Así que si quieren compartir música de mujeres bienvenidas todas las voces.