“No venimos a pelear, venimos a decir que nos dejen vivir en paz”

La marcha indígena vuelve a las calles

 

Por: Gabriela Gomez @GaGomezT

Como si supiera a qué vienen, el agua, que días atrás caía en la ciudad de Quito, se guardó en el cielo para permitir que quienes la cuidan y defienden, lleguen después de once días de caminata hasta el centro de la capital.

­– ¿Para qué vienen?, ¿Por qué marchan?

Eran las preguntas de los curiosos vecinos que asistían a este acto de resistencia, casi ritual, insignia de los pueblos indígenas. Desconectados de su responsabilidad compartida, casi ajenos a la amenaza que campesinos y campesinas venían a anunciar, miraban de lejos curiosos y confundidos. Mientras las personas que marchaban gritaban:

– ¡Quito escucha, esta es tu lucha! ¡Sin oro se vive, sin agua se muere!

Otra parte de la vecindad quiteña aplaudía y respaldaba

– ¡Ah, es por el agua!, ¡Contra la minería ha sido! –asentían con la cabeza dando un aliento a quienes aferrados a su esperanza y compromiso con su Allpamama, no se cansaban de gritar y caminar.

– ¿Desde dónde vienen? –pregunta una vecina.

– ¡Tundayme! ­–responde en coro el grupo.

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Tundayme se ha convertido en un punto de partida de varias caminatas de defensores y defensoras de la vida. En esta comunidad, al sur de la Amazonía de Ecuador, han sucedido desalojos, expropiaciones de tierras, contaminación de ríos, deforestación, deslaves e innumerables consecuencias de la mega minería metálica. En este territorio se encuentra la primera concesión de megamineria a cielo abierto a manos de la empresa minera china Ecuacorriente s.a (ECSA) en plena Coordillera del Cóndor. Ecuador tiene el 15% del total del territorio destinado a actividades extractivas de minería y petróleo, según datos recogidos por el colectivo Geografía Crítica, aunque según la cifra que maneja el Estado es menos del 6%.

La marcha salió de Tundayme, como ya lo ha hecho varias veces desde el 2012, con cerca de dos mil marchantes de todo el país: Cañar, Azuay, Esmeraldas, Guayaquil, Loja, Zamora, Pastaza, Carchi, Pichincha, Cotopaxi. Todos enfrentando un mal común, herencia del gobierno pasado y ratificado por el actual: el extractivismo.

Algún vecino se adelanta a sentenciar mientras pasa la marcha:

­– ¿Para eso votaron por el Sí?

Un grupo de mujeres indígenas que caminan lo miran indignadas. Esa sentencia no es casual, se ha colado en el discurso popular y se lo repite sin cuestionar. Este vecino como tantos otros desconoce quizá que en la Consulta Popular de febrero de 2018 ganó el Sí a prohibir la minería metálica en todas sus etapas, en áreas protegidas, zonas intangibles y centros urbanos; y la ampliación de la Zona Intangible del Yasuní, ITT, y la reducción del área de explotación petrolera.

No hay contradicción en la exigencia de los y las marchantes; al contrario, resulta incoherente el discurso ambiguo del gobierno, que después de pregonar el diálogo ha irrespetado la Consulta Popular, así como el derecho constitucional de las comunidades y pueblos a ser consultados previamente sobre las actividades extractivas en cualquiera de sus fases.

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Al medio día el sol se vuelve intenso, avivando el fuego que lleva un grupo de Mamas y Taitas que dirige con la sabiduría de su camino. La juventud se encarga de la seguridad, la Guardia Indigena resguarda el camino de las y los marchantes, alienta a las delegaciones, acompaña a quienes el cansancio les retrasa y lleva a sitios seguros a quienes cargan wawas en brazos.

La solidaridad es un común denominador, algunos se toman las manos para ayudarse y avanzar. Otros reparten agua y no dejan de alentar consignas que les recuerda porqué están aquí

– ¡Moreno, minero, el agua es primero!

 

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La entrada al centro histórico avanza por la Av Maldonado hacia la Plaza de Santo Domingo, ahí esperan más personas que se suman con tambores y banderas. La Policía frena el paso a la Plaza Grande, espacio público, símbolo de resistencia histórica, que ha estado durante los últimos años secuestrado por el miedo de los mandatarios a la fuerza popular.

La calle Flores se torna en un paisaje imponente, la marcha se extiende algunas cuadras y la energía parece incrementar. Nadie se cansa, saben que en pocos minutos llegarán a uno de sus objetivos: la Asamblea Nacional.

Dirigentes de las organizaciones convocantes como Yaku Pérez Guartambel, no dejan de informar que se va a entregar un Proyecto de Ley Orgánica que declare al Ecuador un Territorio Libre de Minería Metálica.

Al llegar la música se vuelve más intensa, se arman dos grupos a cargo de las vocerías, unos se dirigen a la Asamblea Nacional a entregar el proyecto de Ley, los otros ingresan a la Contraloría General del Estado, encargada de emitir los informes de auditoría que debe realizar el Estado a las concesiones de las empresas mineras.

En el Parque El Arbolito se preparan carpas, comida, un grupo de teatro y una tarima con música. La larga espera no desalienta a nadie, es el último tambo, para acomodarse. Pero esto no termina.

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Amanecemos con la noticia que las mujeres guerreras amazónicas que permanecieron inamobibles dos días en una toma pacífica del Ministerio del Ambiente decidieron salir. El Ministro de Energía y Recurso No Renovables las escuchó a la media noche, sin darles una respuesta concreta ante la ampliación de la Zona Intangible del Yasuní mediante decreto. Las mujeres amazónicas no se cansan y también se unen a la marcha.

Las delegaciones se alistan, empieza un ritual. Encender el fuego es vital para iniciar la jornada que está vez tiene como destino el Consejo de Participación Ciudadana. La agenda prevista en el Palacio de Gobierno es imposible, el Presidente Lenin Moreno no está en el país.

La movilización se dirige por la Av. 12 de octubre, nuevamente exigen ser escuchados, la Policía otra vez se hace presente.

Una mama kichwa Otavalo les interpela con la enorme fuerza de las runa warmikuna, con la mirada fija y sus manos en actitud de reclamo, les dice:

­– ¡Carajo!, nosotros no vinimos a pelear, nosotros vinimos a decir que nos dejen vivir en paz.

Julio Cesar Trujillo, presidente del Consejo de Participación Ciudadana (T) sale después de más de una hora de ser esperado. Sus palabras llaman la atención

– Los indígenas no tendrán privilegios, ni más ni menos derechos – dice, como si la dignidad fuera un privilegio.

Se le entrega de manera pública un documento que contiene las observaciones de la Defensoría del Pueblo en el que exhorta al Estado a proteger la naturaleza de las actividades extractivas.

El acto se termina y se dirigen a la Plaza Grande, como para avisar que regresarán; que mientras la amenaza extractivista amenace la vida, volverán a marchar.