Por Ariruma Kowii
Han transcurrido más de cinco siglos de la invasión española, y sus matrices de dominación, amedrentamiento de los pueblos indios continúan, no han cesado. A principios de la invasión, los actos de usurpación se solemnizaban con la lectura del Requerimiento, con el cual se formalizaba la hegemonía de la Iglesia, de la corona española y que, en caso de hacer resistencia, decían, nos harían la guerra. En la práctica, ninguna de las dos fórmulas fueron respetadas; quienes los recibieron pacíficamente o hicieron resistencia, igual fueron sometidos. Es similar a las resoluciones de la Asamblea Nacional con la autorización de la explotación del Yasuní, es decir, validando la invasión de territorio Waorani.
El sistema colonial en 1512 elaboró las leyes de Burgos, normas, disposiciones que defendían los derechos de los indios; normas que simplemente no fueron acatadas por las autoridades. Hoy contamos con una Constitución que ampara los derechos colectivos de las nacionalidades y pueblos, y sin embargo, no existen políticas públicas que garanticen dichos derechos; la única política clara es la homogenización de los pueblos indios bajo los parámetros de la nueva matriz productiva.
Para justificar la invasión, su propuesta civilizatoria, institucionalizaron una ideología fundamentada en la superioridad de los españoles e inferioridad de los indios, y convencieron a la sociedad de esa época y posteriores, que los indios no teníamos alma, no éramos personas, y ante tanto atropello e injusticias denunciadas por los frailes de la época, el Papa Pablo III, en su bula Sublimis Deus –1537– estableció que los indios sí éramos personas, por lo tanto tenemos alma, y pidieron frenar los atropellos, la injusticia que se cometían con nuestras poblaciones.
El sistema colonial y republicano menospreció el conocimiento, la tecnología, la filosofía de nuestros pueblos; los calificaron de idólatras y fueron perseguidos y, en su lugar, se impuso la presencia de especialistas en leyes y, fundamentalmente, de doctores en teología. Desde entonces, la idea de que la civilización viene desde Europa ha prevalecido, similar al proyecto de los prometeos que en la actualidad promueven nuestros gobernantes.
A diferencia de la colonia, la república en la mayoría de sus constituciones, se caracterizó por anular físicamente dichas normas, situación que fue aprovechada por los diferentes sectores de la política y de la sociedad ecuatoriana, para dar la estocada final y usurpar las pocas tierras que estaban en poder de las comunidades. En suma, la historia colonial y republicana para los pueblos indios sigue siendo adversa.
¿Qué beneficios hemos recibido los pueblos indios del sistema colonial y republicano, de la civilización europea?
En mi opinión, ninguna. La invasión, la colonia, la república, lo único que nos han dejado es pobreza, miseria; instituciones andinas destruidas; lenguas ancestrales en proceso de extinción, y lo que existe en el caso ecuatoriano ha sido posible gracias a las acciones de resistencia e insurgencia de nuestras comunidades. Y en las últimas tres décadas, gracias a la acción de las organizaciones de las nacionalidades y pueblos del país, principalmente de la Confederación de nacionalidades y Pueblos del Ecuador, CONAIE.
Gracias a su accionar, la academia, los políticos del país se han visto obligados a repensar el país, a repensar el rol que debe cumplir Latinoamérica en el contexto global. Gracias a su accionar, el país ha logrado que en 1998, luego en el 2008, se cuente con la Constitución que tenemos. Sin las acciones del movimiento indígena, la realidad del país sería otra; sin las acciones del movimiento indígena, la mayoría de los políticos actuales hubiesen seguido en el anonimato, seguramente como funcionarios públicos o consultores de las ONG nacionales o internacionales.
La madurez política del movimiento indígena en la década del 2000 promovió el eslogan “NADA SOLO PARA LOS INDIOS”. Muestra de ese nivel de conciencia en el levantamiento del 2001; logró que la pretensión de subir el gas quede congelado en 1,60 dólares. A la fecha, son 13 años que el pueblo ecuatoriano en su conjunto se ha beneficiado de la lucha de los pueblos indígenas.
No olvidemos que a raíz de las acciones de la CONAIE, el movimiento indígena de la región se dinamiza, se consolida. En el caso ecuatoriano, la CONAIE, desde su accionar, desde su sede, impulsa, promueve la propuesta de la diversidad, de la interculturalidad, de la plurinacionalidad, abogando con ello la rectificación de los errores históricos que han cometido con nuestros pueblos. Por esa razón, la sede de la CONAIE es “La Casa de la Diversidad y de la Interculturalidad”.
La CONAIE como tal, debe ser entendida como una entidad colectiva, como una instancia de representación de las Nacionalidades y Pueblos, y no debe ser reducida a los errores de algunos dirigentes y, como consecuencia de ello, satanizarla para justificar su desalojo.
En estos tiempos en que el objetivo político del Gobierno de la Revolución Ciudadana es anular a la CONAIE, sus aliados, sus bases debemos trabajar en el fortalecimiento de la unidad; es importante que en cada comunidad se activen los rituales delwamakillak, (el ritual del fuego) y los comuneros nos unamos a su alrededor; es importante desempolvar los tambores y las bocinas; es importante activar los relatos de las profecías, promover las historias del retorno de los Apus y estemos listos a apoyar la defensa de la casa de la CONAIE, apoyar su defensa es defender la dignidad de los pueblos indígenas, la dignidad de los ecuatorianos.
Las comunidades de base, el pueblo en general, no debemos dejarnos doblegar por las amenazas del poder. Recordemos que en el levantamiento de 1990, pudimos mantener en su sitio a las Fuerzas Armadas del país; hemos paralizado el país por más de ocho días. No hay razón para amedrentarnos por un Boy Scouts. Defender la dignidad de los pueblos, es defender la dignidad del presente y del futuro de nuestros pueblos.