Junio de 2022: Warmi Puncha de la resistencia

 

Por: Sinchi Gómez @SinchiAmaruGT

Publicado 01 de agosto del 2023

 

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Junio es un mes especial para los pueblos ancestrales, donde la resistencia y la fuerza colectiva está más viva; tiempos de celebración del Inti Raymi, la cosecha, una de las fiestas mayores del calendario agrofestivo. En este mes  también se conmemora dos grandes Levantamientos. El primero sucedió entre el 28 de mayo y el 11 de junio de 1990 y el último durante 19 días, en junio de 2022.

He caminado junto a estos procesos desde hace tiempo, desde hace un tiempo escribo sobre la presencia de las mujeres y disidencias en la lucha social. Es así que en octubre de 2020, escribí la crónica  “Una comunidad creada por mujeres”  donde narré cómo se organizaron las ollas comunitarias y sobre la organización de las mujeres en el marco de las protestas de Octubre de 2019. Pero lo que ocurrió durante el último Levantamiento y Paro Nacional de junio de 2022, en especial desde las mujeres, las feministas y las disidencias, no siempre se plasma en las narraciones oficiales; por lo que aquí escribo sobre esta memoria colectiva. Esta memoria, tiene un componente radicalmente político y de organización que merece ser incluido en la linea de tiempo que relata la historia de las luchas sociales con mirada feminista.

Por eso, el 1 de julio, las feministas, las disidencias volvieron a marchar, y elevaron su voz de protesta. Esto me pareció una coincidencia significativa. Es significativo que lo hayan hecho ese día, ya que año a año en Cotacachi, ciudad de la provincia de Imbabura en el norte del Ecuador, cada primero de julio se celebra el Warmi Puncha que podría traducirse como el Día de las mujeres, para cerrar la celebración del Inti Raymi, las mujeres salen de sus comunidades, bailando con fuerza, siendo las protagonistas de este acto ancestral de resistencia.

 

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El 14 de junio,segundo día de Paro Nacional, en varias ciudades de la Costa, Sierra y Amazonía de Ecuador,  agricultores, campesines* e indígenas cerraron carreteras en rechazo a las políticas económicas y sociales del presidente Guillermo Lasso. El malestar social se desbordó,  en apenas un año de gobierno y explotó después de la subida de la gasolina, el precio de la gasolina súper registró un incremento de USD 0,37, según Petroecuador,  un precio récord que no se había tenido antes.

En Quito, desde el 13 de junio de 2022, mujeres, feministas y disidencias ocuparon el espacio público sumándose al Paro Nacional en todo el país. La convocatoria feminista fue al Boulevard de las Naciones Unidas. Allí mujeres, feministas y personas de la diversidad sexogenerica intentaron cerrar esta avenida, una de las calles más transitadas del norte de la capital,  con el ánimo de interpelar a este sector de la ciudad que permanece intocable, como si en esta zona, la diferencia de clase se envolviera en un escudo  impermeable a la protesta social de los, las, les excluides. La calle y el puente peatonal se llenaron de carteles y monigotes que representaban a varias personas del gabinete de gobierno: el presidente Lasso, Diego Ordoñez, Secretario de seguridad; Patricio Carrillo, Ministro del interior.

En esta acción estuve presente, no  como reportera, sino como feminista, para expresar los dolores que me encarnan en el cuerpo por ser mujer, madre, cabeza de hogar, empobrecida y racializada. Ese primer día solté la cámara  y decidí sumarme a esta acción. No pasaron muchos minutos para que la Policía llegue en un número considerable.

Frente a la llegada de la Policía este grupo de personas cargadas de rebeldía tomaron sus armas de defensa: hojas de árboles, inciensos, carteles de cartón, pañuelos, tambores y banderas hechas a mano que decían: “Ni sumisión, ni pasividad”  y encabezaron una improvisada movilización que avanzó por la Av de los Shyris, varias calles del norte de la ciudad, hasta la Av. Cristóbal Colón. La hostilidad de la Policía y un desproporcionado operativo de seguridad fue  la razón para transformar una acción simbólica y plantón, en una movilización, con la certeza de que, en ese momento, el caminar por las calles era una forma de precautelar la vida.

 

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En medio de una infinidad de expresiones de rechazo,  la respuesta más hábil del gobierno para frenar el Paro que apenas iniciaba, fue la detención del Presidente de la CONAIE, Leónidas Iza, la madrugada del 14 de julio. Este fue el detonante de la indignación colectiva que terminó de avivar un fuego que apenas nacía y que finalmente terminó en un estallido social que duró 19 días.

Las mujeres, feministas y disidencias se volvieron a convocar para continuar las acciones de protesta.  El punto de encuentro esta vez fue el Parque El Arbolito que, después de octubre de 2019. fue re-nombrado como  “Parque de la Resistencia”.

En esta ocasión la necesidad de encontrarse era pensar una posición política respecto a lo que sucedía en ese momento, sobre todo después de la detención de Leonidas Iza. Los ánimos del país estaban más elevados, personas de las comunidades de Cotopaxi, en la Sierra Centro del país, se habían trasladado a la ciudad de Latacunga para protestar por la detención del dirigente nacional  indigena. Esto colocaba sobre la mesa la posibilidad de que estas comunidades inicien a trasladarse a Quito.

La pregunta era: ¿cómo y de qué manera vamos a participar del Paro las mujeres, feministas y disidencias? Siendo esta una pregunta fundamental para retomar hilos tejidos respecto a las demandas propias del movimiento de mujeres y feministas frente al gobierno de Lasso, tanto como los que se tejen en el accionar político dentro de un escenario de un estallido social y sus actorías. Se empieza entonces a poner como primer elemento político de discusión: el cuidado.

Pensar el Paro en clave feminista resulta que no pasa unicamente por ser primera línea y el enfrentamiento con la policia; ni las tareas logisticas asociadas al rol historico del cuidado sino pensar en primer lugar en quiénes pueden y quiénes no pueden participar del Paro y de qué manera lo hacen sin que estas identidades les obligue a quedar por fuera: madres con infantes en brazos, personas con discapacidad, de la tercera edad y más. La decisión de ese momento, entonces, fue hacer puntos de paralización en las avenidas de Quito mientras avanzaba la llegada de las comunidades indígenas. Todo con la consigna : “El cuidado y la vida en el centro.” Desde ahí salieron por la Av 6 de diciembre hasta llegar a la 12 de octubre, a su paso cerraban las calles y sumaban a más personas a su caminata.  Demoraron como 3 horas, pero todas, todes y todas, llegaron.

Mientras esto sucedía, varios grupos numerosos estaban levantados en otros puntos: estudiantes y trabajadorxs se agruparon por la Caja del Seguro en dirección al Centro Histórico. A esa hora, ya había gases lacrimógenos y la Policía reprimiendo a lxs manifestantes. Quito estaba encendido. Esa tarde fueron detenidas varias personas entre ellas, tres mujeres; los medios les daban la primera identidad para construir el estigma: es feministas, es migrante, es afrodescendiente, es jóven. Las tres fueron acusadas de terrorismo. Una de ellas fue liberada a las pocas horas, pero las otras dos mujeres: Gab y Alfonsina permanecieron detenidas hasta un mes después de terminado el paro. Tiempo después ellas pudieron narrar lo que vivieron en la cárcel de Latacunga, donde fueron maltratadas. Hoy están libres, pero la libertad no les basta, ellas merecen justicia, verdadera justicia, siguen judicializadas por daño público.

 

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Para el 15 de junio, Quito tenía paralizaciones en casi todos los sectores tanto rurales como urbanos. Diariamente la gente se mantenía levantada y los días pasaban de esta manera. Entonces, mi trabajo de cobertura empezó. Tomé mis equipos de grabación, casco, chaleco antibalas. Implementos que no los solté hasta el último día de Paro Nacional.

Este día, las mujeres, feministas y disidencias se convocaron en el Sur de Quito. Desde ahí se movilizaron por todo el Sur en dirección al centro histórico. Atravesaron las calles que no están habituadas a ver pañuelos verdes o banderas trans.  Las vecinas y vecinos salieron de los locales comerciales, desde las casas a mirarlas con cierto recelo, pero también con respaldo. Algunas personas se unieron, algunas vecinas caminaron algunos tramos junto a la marcha, para luego regresar a donde estaban.

 

Tribuna del sur, marcha de mujeres y disidencias. Paro Junio 2022 Foto: Sinchi Gómez

 

Otro momento que me gusta recordar es la Asamblea que se instaló el sábado 18 de junio de 2022. Las mujeres, feministas y disidencias que venían haciendo trabajo político, organizaron los espacios de acopio para las comunidades que llegaban y que necesitaban alimentación y cobijo.

En medio de la amenaza policial vieron en el juego, sí, en jugar a las rondas, al gato y al ratón  la estrategia  para seguir protestando mientras se protegían. Como caperuzas verdes, rojas y moradas que confunden al lobo, asamblearon en el Parque de la Resistencia, frente a la mirada fría de policías que, a modo de dementores, rodeaban el espacio que ocupaban. Entre coplas y juegos infantiles terminó esa escena. Ahí se tomó una decisión trascendental: entablar diálogo directo con las organizaciones indígenas y posicionar la agenda de exigencias propias de las mujeres, feministas y disidencias.  Posicionar que la lucha por el trabajo, el territorio, la economía tiene sus matices cuando son vistos con los ojos de las mujeres, feministas y disidencias; las opresiones se afianzan, por lo tanto las luchas también.

 

Parque El Arbolito, Asamblea Mujeres y disidencias. Paro Junio,2022 Foto: Sinchi Gómez

 

Casa de las Culturas durante requisición. Paro Junio,2022 Foto: Sinchi Gómez

 

El Paro no para, decían en las calles. Y así como las organizaciones pensaban qué hacer en caso de que se agudice el Paro Nacional, el gobierno también continuaba tomando acciones, una menos acertadas que  otras.  Así, después de apresar a Leonidas Iza. de mantener su paradero oculto, de responder a las movilizaciones con represión desproporcionada, el gobierno ordenó  la requisición de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, CCE. 

El 19 de junio y apenas empezando la mañana los directivos de esta entidad recibieron la notificación. Por la noche, más de un centenar de policías entraban de forma abrupta, hasta por la rejas, aun cuando habían manifestantes que defendían la autonomía de la CCE como  espacio cultural.

El octavo día del Paro fue decisivo. Alrededor de las cuatro de la tarde se instaló una nueva Asamblea de mujeres, feministas y disidencias. Esta vez, decidieron movilizarse a  la Universidad Central con la convicción de sumarse a lxs estudiantes que permanecían a la espera de la resolución del Consejo Universitario, liderado por Fernanado Serpentengui. La Universidad era el único espacio que quedaba como posibilidad para recibir a las comunidades, al tener una Casa de la Cultura tomada por la Policía.

Asamblea Mujeres y disidencias. Paro Junio,2022 Foto: Sinchi Gómez

 

La marcha de mujeres, feministas y disidencias salió del parque El Ejido, avanzó por la avenida Patria, luego tomó la avenida Perez Guerro hasta llegar al ingreso de la Universidad Central.

 La marcha la lideraron wawas, jóvenes, mujeres y disidencias. Una de las consignas que se escuchaba en la cabeza de la marcha era:

 “¡Libres, rebeldes y sin prisiones; que caigan, que caigan las opresiones!”

Esta es la consigna de la organización histórica: Mujeres de Frente. Las consignas también se levantan en contra del racismo y la transfobia.

 

Universidad Central, marcha de Mujeres y disidencias. Paro Junio,2022 Foto: Sinchi Gómez

Al llegar casi a la entrada de la Universidad Central se escuchó con fuerza:

“¡Mujeres y disidencias, estamos en resistencia!”

Así entraron a la Universidad y empezaron a organizar lo que los siguientes días se convirtió en el espacio de acopio y de cuidado para las comunidades indígenas y manifestantes que, para ese momento, ya se encontraban de camino a Quito.

Acompañé esta cobertura hasta el ingreso. El tiempo era corto, para ese momento eran casi las seis de la tarde y necesitaba llegar al sur de Quito, a la parte más distante posible, para alcanzar a la caravana de personas que llegaban de otras provincias de la Sierra y Amazonía.

Llegué al sur, al sector del cuartel Eplicachima en el barrio San Bartolo, mi compañero fotógrafo, Andrés León, acompañó desde temprano esta caravana. Casi no logramos encontrarnos en medio de la gran cantidad de personas. Los quiteños y quiteñas ya habían pasado la voz de que las comunidades llegaban y se aprestaba a salir a las veredas a respaldar al movimiento indígenas. Hicimos la cobertura de este recorrido con Wambra, sin parar

Sí, como si aquellos, lxs más humildes, fueran salvadores que llegaban a un llamado, eran recibidos con aplausos, con gritos de: “¡gracias!”.

Llos barrios del sur salían de sus casas no solo a observar, lo hacían cargados de solidaridad y compromiso traducidos en botellas de agua y comida. Al llegar a la Villaflora la cantidad de personas era incontable, tanto los puentes, como las veredas estaban saturadas. La contundencia de aquella caravana al parecer le despertaba la esperanza, gritaban juntos:

“¡Fuera, Lasso, Fuera!

Llegamos con la caravana hasta la altura del Ministerio de Defensa, bajando por la Av. Napo, en dirección al Trébol. El ambiente festivo que se vivió minutos antes cambió por el humo de los gases lacrimógenos y los sonidos de disparos. En el Trébol se desató una batalla miserable, sí, miserable por desigual.  desarmadas: hombres, mujeres, niños, niñas que llegaban a exigir dignidad, de un momento a otro recibieron agresiones de la fuerza pública con un moderno equipo de represión.

Desde las escalinatas, los balcones y los barrios de este sector se asomaron vecinos y vecinas del Barrio la Tola. Cuando la Policía se cansó de disparar pudimos pasar. Fue un ataque innecesario que duró alrededor de una hora. Al llegar a la altura de la Tola Baja vimos que el barrio estaba afuera, quemando hojas y colchones para dispersar el humo lacrimógeno. Estaba segura que sin ese gesto de solidaridad, las comunidades hubieran pasado ese tramo con más dolor. Las personas nos reconocían.

“¡Wambra!”nos gritan y eso es una dosis extra de ánimo para continuar con la  tarea de comunicar.

Luego vino lo peor: la bomba que impactó en el rostro de una jóven amazónica apenas entrabamos al sector de la Casa de la Cultura; las personas heridas que empezábamos a contar; la desesperación de estar viendo un ataque desigual. , Mientras tanto, en la Universidad Central la desesperación también empezaba a rodear a la Asamblea de Mujeres, Feministas y Disidencias, al ver que no tenían los insumos suficientes de cobijas, ropa, alimento para la enorme cantidad de personas.

Según una cifra aproximada, en la primera noche llegaron  10 mil personas de todas las edades y de varias provincias. Los siguientes días llegaron más, en medio de todo, al igual que en 2019, quiteños y quiteñas se activaron y llegó ayuda tanto de los barrios y hasta de los cantones rurales más cercanos.

Una noche decidí quedarme a dormir en la Universidad Central, había personas durmiendo fuera de los edificios, fuera de las aulas en las que son objeto de estudio casi a diario. Era tarde, alrededor de las 10 de la noche, y aún había movimiento, en algunos lugares.  Las personas se abrigaban cantando y bailando con la diversidad de expresiones que cada pueblo tiene. Era tiempo de Inti Raymi, por lo tanto y, pese a estar fuera de la propia tierra, no se podía dejar de celebrar en medio del dolor y la lucha. Zapateando con más fuerza y con la digna rabia a flote, se hizo la toma de Quito.

 

Universidad Central. Celebración de Inti Raymi pueblo Panzaleo. Paro Junio,2022. Foto: Sinchi Gómez

Logré conseguir un lugar en el  Wawa Wasi, un espacio gestionado por voluntarios y voluntarias de diferentes facultades de la Universidad. Sofía, que es parte de la Asamblea de Mujeres, Feministas y Disidencias, estaba a cargo y se dedicó desde el primer día a levantar este espacio que fue creado para que las madres estudiantes puedan dejar ahí a sus hijos e hijas mientras estudian, pero que esta vez acogía a wawas indígenas que llegaron con sus comunidades, mientras sus familias luchaban contra el mal gobierno que los tiene en condiciones de desigualdad. Un dato lo demostraba: el 80% de los wawas acogides en la Universidad Central padecían desnutrición crónica. Así lo dijo un comunicado de la Universidad Central. Ellos, ellas mismas son luchadores pequeñites que llegaron a la ciudad a poner su presencia, porque mientras estén en sus comunidades sin incomodar y nadie los vea, no significan un riesgo para la “paz”.

 

Wawa Wasi en la Universidad Central. Foto: Sinchi Gómez

 

A la mañana siguiente desayuné con les wawas, había en el espacio también madres embarazadas. Me fui renovada con el compromiso de seguir mostrando la información necesaria a quienes nos veían, contar las historias de que aquellos que estaban ahí no eran terroristas ni delincuentes, que nadie sale de su casa si no es porque el hambre golpea más fuerte que las balas.

Las mujeres y feministas continuaron haciendo asambleas, reunidas, sosteniendo el espacio de acopio y participando de las Asambleas ampliadas que sucedían en la Casa de la Cultura.

En una de las asambleas ampliadas, convocada por le movimiento indígena y las organizaciones sociales, una mujer trans, Devy Andreina, subió al escenario y escribió un momento histórico al levantar las demandas del movimiento por el Aborto legal, seguro y gratuito, el derecho a ser reconocidas y vivir en dignidad como mujeres trans, la existencia misma de las mujeres, feministas y las disidencias.

Agora de la Casa de las Culturas. Intervención de delegada de mujeres y disidencias en Asamblea de los pueblos. Paro Junio 2022. Foto: Sinchi Gómez

 

No eran las únicas, el Paro estaba lleno de mujeres, las mujeres indígenas encabezando la primera línea. Y estábamos en la Casa de la Cultura que días antes pudo ser recuperada y en la cual se realizaban asambleas de todas las bases movilizadas. Desde ahí salió una movilización encabezada con las mujeres de todas las nacionalidades tanto de la Sierra, Costa y Amazonía.

Este día se desencadena una ataque brutal por la Policía.  Estaba registrando con mi celular la cobertura permanente que mi medio realizó, el clima parecía tranquilo, las madres Lauritas llegaban con una nueva delegación que llegaba bailando Inti Raymi, me confié y me retiré los equipos de seguridad. Lo último que recuerdo antes de que los gases nos rodeaban por todos lados, fue perder la vista y asfixiarme es esa escena: las monjas llegando al lugar, donde ni ellas se salvaron del ataque de la Policía.

Avenida Gran Colombia. Madres Lauritas llegan bailando Inti Raymi con comunidades de Imbabura. Paro Junio 2022. Foto: Sinchi Gómez

 

Av. Yaguachi. Mujeres Waoraní cantan durante marcha de mujeres en las afueras de la Asamblea Nacional, momento antes de la represión. Foto: Sinchi Gómez

Tal fue la dimensión de la represión policial, que duró horas. Como resultado de esta represión, Henry Quezada, joven manifestante, es asesinado.  Los impactos de las bombas y perdigones acabaron con su vida, 99 perdigones.

Lideresa Indigena Nayra Chalán hablando con las mujeres de las comunidades. Foto: Sinchi Gómez

 

Las mujeres, nuevamente, levantan los altares y se organizan para pedir “no más muertes”. Está vez la marcha es convocada para la Plaza José Martí. 

La Asamblea de Mujeres y Disidencias se organiza con las mujeres lideresas indígenas de las organizaciones base de CONAIE, CONFENIAE, ECUARUNARI y marchan juntas por toda la Av. América hasta llegar a la Universidad Central.

 

Plaza José Martí. Ceremonía Ancestral previa a la marcha de mujeres, feministas y disidencias. Paro Junio 2022. Foto: Sinchi Gómez

 

Avenida América: Marcha de mujeres, feministas y disidencias en dirección a la Universidad Central . Paro Junio 2022. Foto: Sinchi Gómez

 

Esta alianza entre las, les que luchan se sigue construyendo, desde los lugares que quieran hacerlo tanto desde la ancestralidad, la primera línea, la relación con el Estado, la rebeldía de poner el cuerpo; desde todos los lugares posibles. “Hasta que la dignidad se haga costumbre”, es la consigna que de a poco se convierte en mandato colectivo que moviliza.

El cansancio, la preocupación embargaba, pero la falta de respuestas por parte del Estado aún más, aún con personas muertas y heridas, el presidente Lasso no apareció a dar la cara a su pueblo y mucho menos a los líderes y lideresas indígenas que tuvieron que solicitar el apoyo a la Conferencia Episcopal para empezar un puente de diálogo.

Algunos mínimos se fueron logrando con regateo, un país administrado por un banquero te sentencia a eso: el capital por sobre la vida.

Primero se decretó la reducción de los 10 centavos en la gasolina. Al final del diálogo esta reducción se incrementó.

El primer día de diálogo había mucha expectativa, las calles aledañas a la Basílica del voto nacional se llenaban de manifestantes, pasaron tres días que esperaron la respuesta del gobierno. Al final se firmó un documento para mantener mesas de diálogo activadas para viabilizar acuerdos durante 90 días. Entre los más relevantes se encontraba el la derogación del Decreto 95 para no ampliar más la frontera petrolera. El control de los precios, declarar en emergencia el sistema de salud. la reducción del precio de la gasolina Extra, Ecopaís y el Diésel en 15 centavos. Este acuerdo se firmó en la Conferencia Episcopal, luego de 18 días, con cientos de personas heridas y 9 fallecidas en este contexto.

Marcha de mujeres y disidencias avanza por la calle Caldas en dirección a la Basílica Nacional para acompañar el proceso de diálogo. Junio,2022 Foto: Sinchi Gómez

 

Algunas comunidades se alegraron y regresaron de inmediato a la Casa de la Cultura, de inmediato recogieron sus pertenencias y limpiaron los espacios ocupados, como entregando lo ajeno, una ciudad que no les pertenece, ni quieren pertenecer porque su chakra les espera, aquella ciudad a la que se obligan a salir para denunciar la invasión que cometen aquellos que piensan que el oro vale más que el agua, que los despojan y paradójicamente los  llaman: Invasores, terroristas, abusivos.

Esos hombres, mujeres, wawas con la cara tiznada por el humo de las llantas, de ojos cansados de recibir tanto gas, se apuraban a volver esperando no regresar de nuevo obligados por la desigualdad para vivir en paz y que el habitar sus casas y comunidades sea digno, más dignos de lo que son.

Llegan los carteles de familias despidiéndose: “Gracias”, les gritan. Los camiones se retiran. Otras personas festejan, me incluyo. Por fin me saqué el casco y me quité el chaleco, me sentía segura, los abrazos iban y venían. Algunas personas aún querían quedarse. “No confiamos en el banquero”, decían.

 

Grupo de mujeres despide a las comunidades en las afueras de la Casa de la Cultura. Junio 2022. Foto: Sinchi Gómez

 

Cuando ya casi anochecía llegaron las mujeres y disidencias, se demoraron en llegar porque estaban cerrando el centro de acopio que sostuvieron todos esos días: ropa, alimentos, kits de salud menstrual, útiles de aseo.

Verles llegar fue un alivio, ya estábamos todxs, nos encontramos bailando y celebrando que por ahora el dolor tenía un respiro hasta las nuevas batallas. Ahí en la Casa de la Cultura, todas, todos y todes éramos uno: el personal de salud, rescatistas, heridos, feministas, obreros, campesinos, trabajadoras informales, trans, negras, mamas, wawas y comunicadoras y periodistas comunitarios.

El Paro es una radiografía de lo que es la lucha cotidiana, es la escena resumida de esos esfuerzos colectivos que hacemos a diario entre el campo y la ciudad.

Sí, así mismo luchamos, con contradicciones y con errores, pero con horizontes comunes. Son estas mujeres las que, en medio de la batalla, son protagonistas, luchando contra una falsa idea de que el Paro solo es conflicto, no, también es cuidado, es rebeldía y ojalá algún día también sea feminista. Que los compañeros reconozcan con más humildad nuestra presencia, que amplíen la agenda de lucha para que involucre las demandas específicas de las mujeres, feministas y disidencias, con una mirada interseccional y feminista. Sin nosotras esta lucha no está completa.  Soñemos en comunidad otro mundo posible.

Incansables, después de que las comunidades regresaron, quedó un tufo de racismo aún en la ciudad Carita de Dios, a unos tantos se les olvidaba su propio mandato de amar al prójimo (aunque este sea indio o pobre).

Por eso, el 1 de julio, las feministas, las disidencias volvieron a marchar, y elevaron su voz de protesta. Esto me pareció una coincidencia significativa. Es significativo que lo hayan hecho ese día, ya que año a año en Cotacachi, ciudad de la provincia de Imbabura en el norte del Ecuador, cada primero de julio se celebra el Warmi Puncha que podría traducirse como el Día de las mujeres, para cerrar la celebración del Inti Raymi, las mujeres salen de sus comunidades, bailando con fuerza, siendo las protagonistas de este acto ancestral de resistencia.

 

Av Colón Marcha de mujeres y disidencias en dirección a la Tribuna de los Shyris. Junio 2022 Foto: Sinchi Gómez

 

Con un sol brillante, con los murmullos de la ciudad que tenían como tema el paro, los taxis y el transporte público volvió a la normalidad, las ventas ambulantes y más. Aunque parezca, después de un momento histórico como un Paro Nacional, no volvemos a ser las mismas personas, algo nos queda tocado, como las paredes que gritan justicia, dignidad, rebeldía. En medio de esa normalidad fueron llegando las mujeres y disidencias a la Avenida América, cargadas con fuerza. Salieron desde la Conferencia Episcopal hasta el Norte de Quito, caminando con carteles en contra del racismo, cantando y resistiendo. 

En la avenida de los Shyris terminó el Paro Nacional, con olor a palo santo, consignas transfeministas, invadiendo los lugares que el privilegio pretende proteger.

Coincidieron las fechas para que el Paro de la resistencia en pleno Inti Raymi  terminé así, con un Warmi Puncha en Quito. Me senté hasta el final, la Policía estaba todavía al acecho, quería registrar si algo pasaba.

En esa escena en la que una a une se retiraba y los carros volvían a su tránsito normal. Esa transición de los cantos, que se desvanecían entre los pitos de los carros. Eran las 9 de la noche y terminó el Paro nacional con un cierre que solo ellas, elles podían dar:  desde el cuidado y la digna rabia, siempre la digna rabia.

Av de los Shyris. cierre de acciones de Mujeres y disidencias por el Paro Nacional. Junio,2022 Foto: Sinchi Gómez

 

¡Por la vida, por el cuerpo territorio  y por los cuerpos de todas, todes, todos!, escribo esta memoria.

 

Militares y policías armados previo a la represión de Marcha de mujeres en el sector de la Asamblea Nacional. Junio de 2022

 

 

*Nota de la editora:

La autora usa lenguaje inclusivo neutro a lo largo del texto, por lo que se respeta esta decisión como una apuesta editorial de transformar el lenguaje.