Por: Roberto Chávez @lamalaactitud
Transcripción: Karen Yanza @YanzaKaren y Armando Chacon @verdemosca
¿Cómo empezó el espacio del Patio de comedias?
Esta sala fue fundada por mis padres, Raúl Guarderas y María del Carmen Albuja. Mi papá un actor nato con una calidad histriónica muy propia y particular, que se formó de una manera autodidacta en la actuación y el teatro. Pero con una capacidad muy grande como actor, luego como director y dramaturgo.
Nosotros vivíamos en el campo, y cuando venimos a vivir en Quito mi papá se encuentra con este espacio que era una bodega que estaba detrás de la casa que vivíamos. Me acuerdo que mi papá decía: “esto está perfecto para hacer una sala de teatro.”
Mi mamá era quien ejecutaba los sueños del “quijote”, entonces mi mamá decía: “ya bueno, veamos cómo lo vamos hacer, cómo lo financiamos, quién se integra, quién nos apoya y quién no.” Pero obviamente como una cuestión independiente, porque ellos en ese momento retomaron la actividad del teatro.
La sala se funda con actividad constante sobre todo con producciones realizadas con mi padre como actor, en la mayor parte de los casos, invitando y convocando a actores y directores nacionales e internacionales. Entonces yo ya empecé a chupar esta situación que el teatro me vaya entrando por osmosis (risas). En ese entonces yo tenía 16 años y los diez primeros años del Patio de Comedias mi madre se encargó de la parte de producción, promoción, difusión; mi padre más de la parte artística. Se involucraron mis hermanos también, mi hermana Marisol actuó en algunas obras y así mismo empecé yo también. Y así mismo otra gente que también luego se quedó en el teatro, que le sacamos de otras profesiones como: la María Beatriz Vergara que estudiaba historia, como la Martha Ormaza que ya se había graduado de derecho y ya era abogada. Se fueron poco a poco reclutando en estos espacios y tengo el gusto de decir que son importantes actrices de este país.
En el año 90 yo le propongo a mi mamá; le veía que ella estaba en diez mil cosas y yo al mismo tiempo estaba buscando trabajo, entonces le digo: “vea mamá yo le tomo la posta, me hago cargo del Patio.”
El primer objetivo que le puse a la sala es: esto tiene que estar abierto todo el año. Tiene que haber espectáculos para adultos, para niños y se fue ampliando cada vez más esa posibilidad y efectivamente logrando que se mantenga una actividad continua.
Ahora solo hay cuatro fechas al año que son las únicas fechas que no se hace nada; 24 y 25 de diciembre, 31 y 1 de enero. Pero el resto del tiempo la sala está copada, creamos un nuevo espacio que se llama El miércoles alterno que justamente es un espacio que lo creamos para propuestas jóvenes. Teníamos una gran cantidad de gente joven que nos traía todo el tiempo sus demos “quiero hacer un concierto aquí”, porque el Patio había tenido también esa característica de espacio de música. En los noventa cuando yo empecé a hacerme cargo, hacíamos Jazz en el Patio. Luego cuando ya viene Sal y Mileto a instalarse en Quito, me vuelvo groupie de los Mileto. Incluso trabajé con ellos en el Kito con K y este fue un espacio en el que ellos ensayaba, entonces también amplio aún más el espectro para la música joven. En el 2008 inauguramos esa posibilidad de que este sea un espacio también para música, por aquí han pasado montones de bandas muy muy buenas de la escena musical del Ecuador, que yo creo que es fantástica; realmente creo que hay mucho talento en la música aquí en el Ecuador.
¿Es decir que el espacio no solo recibe propuestas artísticas externas; Si no que trabaja con gente propia de la casa capacitada a través de talleres?
Claro que sí. Es decir, tenemos un elenco estable por decirlo así, aquí somos un equipo bastante femenino. Comenzamos con mis compañeras en el año 90 que me hice cargo de la sala y estrenamos la obra de Luis Miguel Ocampo La Marujita se ha muerto con leucemia, que se convirtió en una especie de boom del teatro ecuatoriano porque es una obra que se ha mantenido 22 años en cartelera y que tiene mucha convocatoria a nivel nacional. Entonces ahí hemos armado un eje creativo en el que han estado presentes obviamente Martha Ormaza, Elena Torres, Ana Urbach, Monserrath Astudillo, Silvia Brito, Ana Mariza Escobar, distintas actriz, mujeres en su gran mayoría. Lo que yo siempre digo en mi concepción de crear propuestas desde el Patio de Comedias: “este es un espacio abierto, con las puertas siempre abiertas para entrar y para salir.” Yo he roto con algo que de pronto en nuestros espacios ha sido un poco más celoso y más cerrado, es decir, tú tienes este grupo, juras la bandera de este grupo y si no estás siempre con este grupo esa es una traición. Yo no. Yo creo que la gente tiene todo el derecho y toda la libertad de hacer de su vida y de buscar su camino en las instancias que sea. De alguna manera yo considero a estas mujeres el eje principal.
¿Cuáles han sido los hitos que han marcado tu historia como actriz?
Yo creo que como cuestión actoral, yo de verdad doy importancia a cada una de las obras que he participado. Creo que cada una ha sido para mí de alguna manera, un hito importante porque cada una ha implicado un proceso, una indagación, un riesgo, una investigación, un conflicto inclusive –porque no es que todo sale fluido y fácil-. Pero creo que obviamente algo que si fue y que de alguna manera nos ha marcado y me ha marcado a mí como en este proceso, sí, fue de hecho la creación de los personajes de Las Marujas.
Creo que eso definitivamente fue mucho más allá de cualquier intención que nosotros hayamos tenido, porque cuando nosotros montamos esta obra realmente lo hicimos como: que goce este texto esta divertido, montemos. Y nos divertimos tanto haciéndolo, nos divertimos tanto que el director Guido Navarro -que ahora tiene su espacio El teatro del Cronopio; nos decía, “esto va a impactar, esto a la gente le va a encantar”. Nosotros realmente teníamos cero pretensiones y en ese sentido creo que sin habernos esperado de pronto, esta obra reconcilia a mucho público con el teatro; porque el teatro de todas maneras se había quedado, había tenido hasta antes de los noventas, los setentas y parte de los ochentas, pero sobre todo los setentas estaba muy vinculado al hecho político, es decir, había una cuestión ideológica muy concreta alrededor del teatro. Lo que de alguna manera lo convertía en una especie de élite intelectual. Yo mismo lo sé, yo he aprendido amar al teatro también desde la butaca, desde ser público, desde ver teatro.
Cuando montamos esta obra de La Marujita, me acuerdo incluso porque tenía una compañera con quien se hizo la primera versión de La Marujita, Marisela Valverde, que ahora vive en Alemania; ella había sido parte del grupo Mala Yerba. La churos (Marisela Valverde) se paraba acá afuera y se le iban las lágrimas y decía: “nunca en mi vida he visto tanta gente viniendo al teatro.” Me acuerdo que la gente hacia colas que daban la vuelta a la manzana. Y creo que todo tenía que ver con este hecho, primero de ser –de alguna manera como nos ponían en una de las críticas de La Marujita se ha muerto de leucemia– el país en el ropero. Era justamente devolverle a la gente esta imagen de este país, con este problema regional; que no había sido muy tocado desde el punto de vista artístico.
Desde lo artístico no se había hablado de regionalismo, pero de pronto esta cosa de determinar incluso en el personaje que yo hago; Cuenca, todo el sur y el Azuay como una realidad cultural muy propia y muy distinta a la costeña, a la guayaquileña, a la manabita, muy distinta a la quiteña. Y entonces que todo eso este puesto sobre la escena, al público creo que le llamo mucho la atención. Ese era uno de los aciertos.
Entonces en ese sentido también el fenómeno de Las Marujas a nosotros nos sirvió para poder crear otras cosas, para poder arriesgarnos en otras cosas; porque al ser independientes y autogestionados realmente tienes que… cada vez que decíamos que queríamos montar una de Woody Allen ¿qué hacemos? Vamos hacer unas funciones de Las Marujas, y juntamos ahí un fondo, y con ese fondo montamos una nueva obra.
¿Cómo ha sido tu experiencia con la televisión y el cine?
La televisión es algo con lo que yo tengo una relación en la que trato de ser estratega ¿En qué sentido? En el sentido de que no es realmente para mí mi nicho, mi espacio propio. El lugar donde quiero estar, el que más me gusta, el que más disfruto es este, son las tablas, es el escenario. Pero, sí he creído que la televisión te ayuda a potenciar lo que tú haces en el escenario.
Entonces la televisión para mí es una herramienta válida, en la que trato de buscar proyectos que sí me enganchen y que sí me gusten, es decir, no es mi objetivo como veo que para mucha gente es estar en la tele es lo máximo y cómo me voy a salir de la tele, esa es la gallina de los huevos de oro
Hace pocos meses presentaste La Venadita cuéntanos sobre ella
Ahora estoy con una obra que para mí también está marcando un hito en este momento de mi vida, que es La Venadita. Entonces claro, ahí está un contenido femenino muy fuerte, porque la Venadita es esta mamá, esta anciana, esta abuela que está recordándole a la gente esa relación del afecto, de la ternura como principal manera de relacionarse con tú entorno, con el mundo, con el universo, con la tierra, con el aire, con el agua sin dar por hecho. Es mucho más fácil, ahora vivimos en una ciudad, en una sociedad tan convulsionadas que el afecto ya no atraviesa, por eso es que ya no me importa que boten un árbol como yo no tengo ningún afecto con el árbol, que lo boten y listo; o no me importa que saquen el petróleo del Yasuní, porque qué será el Yasuní que será la selva, qué me importa.
Juana Guarderas, presentó su obra La Venadita a las Mujeres Amazónicas que estuvieron en Quito hace unos meses exigiendo respeto a sus territorios. ¿Cómo fue?
Se dio la situación de poder mostrarles. En algún momento me contactó alguien que estaba acompañando toda esta situación, me dijeron queremos traerles para que vean la obra, yo dije encantada, hagámoslo cundo quieran.
Se complicó la logística, yo les dije ok, no nos compliquemos sino pueden venir las mujeres acá yo voy allá, entonces mientras iba pensando en todo, en ir a presentar a las mujeres allá la obra. Saben muchas cosas una de ellas por ejemplo como la Venadita es una mujer que está transmitiendo mucho de esta cosmovisión andina, que es muy distinta a la cosmovisión amazónica, es bastante distinta; pero todos los códigos en términos de la magia, en términos de la ritualidad, en términos de las relaciones telúricas son los mismos en todos y en todo el planeta.
En ese sentido la mujer como dadora y entregadora de vida, como protectora de la vida. La mujer tiene totalmente la misma visión esencial en casi todos los puntos del planeta, fue muy grato poder hacer la función para ellas desde esa instancia, además tomando en cuenta que para muchas de ellas de pronto era la primera vez que veían algo que era teatro; antes de la función conversamos con ellas, con traducción al quichua y al waorani porque no todas hablan español,
Qué hace la Venadita, está conversando y despertando a la gente lo importante que es defender todas las formas de vida, esas relaciones que damos por hecho con el agua, con el aire, con la tierra, con el maíz, con las plantas, con los animales, toda esa relación que además ella lo hace desde la forma más hermosa, sencilla, cotidiana, sin pretensión porque no está dando un discurso en la Asamblea, ni tampoco está haciendo una ceremonia shamánica. No, es una mujer que desde su cotidiano está hablando y es capaz de convertir lo sagrado en cotidiano y lo cotidiano en sagrado y hacerlo así con una simpleza y elegancia como lo hace este personaje de obra escrita y dirigida por Susana Pautasso.
Para mí que estas mujeres vengan caminando de la amazonia era un acto frente al cual yo estaba muy respetuosa y muy agradecida. Mi forma de demostrarles mi respeto y mi agradecimiento por lo que estaban haciendo era compartirles eso (la obra). Y fue muy lindo, hubo una conversación antes de la obra y luego un foro realmente corto, porque además ellas tenían que madrugar a las cuatro de la mañana para ir caminando hacia la Asamblea.
Por eso si creo que para mí La Venadita iba a ser un hito. En algún momento en el proceso como actriz yo me divorcié de la pretensión de creer que con una obra de teatro tú le vas a cambiar a la gente, con que les entretengamos, con que les dejemos medio pensando en algo; pero cambiarle a la gente es una tremendísima, inmensa, gigantesca pretensión.
La Venadita me ha permitido retomar esa sensación de que no se si le estoy cambiando la vida a alguien pero si se que le estoy tocando de alguna manera la vida a la gente. Porque como dice un amigo mío antropólogo, “la ternura es una fuerza insurgente”, la ternura tiene una capacidad de movilizar a la gente muy contundente. Y entonces yo siento que ahorita en el siglo XXI, en medio de la globalización, después de la larga noche neoliberal, después de este mundo tan capitalista; retomar el afecto, recordar el afecto es algo absolutamente clave, más allá de que si son importante las ideologías, de que si son importante los derechos, de que si son importantes todos esos discursos. Pero detrás y junto con todos esos discursos no está el afecto, no está la ternura es mucho más complejo porque se vacían los discursos, se convierten en vacio. Entonces es importante el ecologismo, si claro que es importante, pero es tan importante como el ecologismo es retomar la relación afectuosa que yo tengo con el otro, con el otro ser que puede ser blanco, negro, amarillo, homosexual, heterosexual, transexual, que puede ser de otra religión o que es una planta o que es un animal o que es ese otro.
¿Qué tan difícil es sostener espacios autogestionados como el Patio de Comedias a partir de las políticas culturales actuales que rigen el país y el Ministerio de Cultura?
Esa es una de las partes más complejas de este momento, es contradictoriamente a lo que podríamos pensar, el tener un Ministerio de Cultura, para todos generó una posibilidad y una ilusión decir que bien, por fin, ya era hora que efectivamente la p cultural sea una política de estado que es lo que ha este país le hacía falta y lastimosamente le sigue haciendo falta, pero el Ministerio de Cultura se convirtió en un espacio para generar concursos de fondos y ponernos a todos a competir por los fondos del Estado cosa que no es muy sana, en lugar de generar y crear políticas que fomenten he incentiven nuestro quehacer. El Estado se convierte en un empresario cultural más que un gestor; porque el gestor es aquel que va consiguiendo los medios, inventando, siendo creativo hasta en las formas de cómo lo hace, el empresario es el que tiene la plata y el que tiene la plata hace lo que le da la gana.
Entonces en ese sentido el Estado no es solo un gestor, es un empresario cultural que se da el lujo de hacer eventos masivos pensando que la democratización y la socialización de la cultura es hacer un gran concierto, pero no puede ser esas las únicas políticas y las únicas manifestaciones que el Estado acompañe en términos de lo artístico y lo cultural. Porque entonces a quienes hacemos la gestión independiente, que somos espacios como el Patio de Comedias, el Cine Ocho y Medio, la Casa Mala Hierba, la misma Asociación Humboldt.
De pronto es complejo competir con la gratuidad y no es una competencia muy justa porque el Estado tiene la plataforma de difusión, tiene la plataforma de económica que sostiene ese quehacer, que es la que pagamos con nuestros impuestos todos los ecuatorianos y de pronto ese se convierte en un espacio también de propaganda política, aunque no diga Alianza País, aunque no esté el afiche del candidato o lo que sea, bien o mal se convierte y la mala costumbre a la gente a la gratuidad y entonces es de alguna manera el planteamiento que nos preguntaban. Yo encantada de la vida me presento gratis el momento en que a mí el Estado ecuatoriano me page un sueldo mensual que me permita pagar la escuela de mis hijos, el médico, la comida, o que me den un carnet con el que pueda decir “no vea yo soy artista, entonces a mí no me cobra, porque como yo hago arte gratuitamente para todo el mundo, entonces a mí el dentista me tiene que atender gratis porque soy artista, el señor del supermercado vea a mi no me cobre porque aquí está mi carnet de artista”. A que otro profesional le pedimos gratuitamente su trabajo.
Christoph Baumann nos había dicho: “los artistas ponen el dedo en la llaga en las contradicciones del poder”
Definitivamente, yo creo que ese es el rol del artista, ese es el rol del humor, por eso es complejo que haya censura, es complejo que no se pueda decir tales o cuales cosas, por eso es complejo que el miedo se instale y el miedo sea la forma de relacionarnos. Y creo que en este país hemos podido ser bufones del rey en muchas ocasiones. El humor es una posibilidad de ponerle al otro de tú a tú, porque si el señor diplomático, el señor presidente, cualquiera de las autoridades es un ser humano exactamente igual que yo.
Una de las cosas gratas que recuerdo al trabajado el humor es cuando me ha tocado confrontarme con una autoridad y poderle desenmascarar y decirle “ve vos eres otro llamingo igual que yo, no tienes nada de especial, en el fondo de lo mismo estamos hechos, de la misma carne y del mismo hueso”.
Para finalizar dos preguntas ¿Cómo le ves a las artes escénicas en el Ecuador, en tu espacio? Y ¿Qué es lo que le espera a las artes escénicas, a la gente que hace arte en el Ecuador, cuando no ha podido consolidar públicos ni tampoco ha tenido la posibilidad de sostener económicamente los espacio?
Debemos partir de la cuestión que la constato todos los días aquí en el Patio de Comedias. El tema de consolidar públicos efectivamente ha sido un tema que ha implicado un trabajo arduo y de todos los días y de más de treinta años, yo puedo decir que el Patio de Comedias tiene un público consolidado. La taquilla es el principal fondo que da a este espacio la posibilidad de sostenerse, obviamente también generamos proyectos y otras cosas porque sabemos que la taquilla es una lotería.
Es decir, tengo que lograr cubrir los costos que esta sala tiene porque obviamente aquí nosotros tenemos un administrador, una persona la boletería, una persona que hace toda la parte técnica, una persona encargada de la mensajería y yo. Obviamente están los porcentajes, que se lleva en gran medida el artista que es quien está poniendo su trabajo.
Entonces todavía tengo que vivir esa contradicción, es decir; creo que debería existir mínimamente una política que permita sostener estas iniciativas independientes, hemos constituido una red de salas de teatro que por lo menos logro cambiar una ordenanza municipal absurda que había a propósito de los espectáculos públicos, se logró cuando estuvimos todas las salas amenazadas de cerrarnos.
Entonces nos movilizamos todos, hicimos una cuestión publica que el señor Paco Moncayo dijo tienen razón estos wambras y nos dijo a ver qué hacemos, cambiemos esta ordenanza municipal y se hizo un trabajo que no fue simple. Yo creo que no hay que dejar de ser independientes.
Ya yendo a la pregunta concreta de cómo yo veo el movimiento del teatro aquí en el Ecuador, yo creo que hay algo bien importante que acontece sobretodo en Quito. Hay excelentes proyectos escénicos que se han sostenido a lo largo del tiempo y que son ya referentes a nivel nacional e internacional, que nos hemos sostenido durante muchos años y que hemos no solo puesto en escena obras sino que también hemos generado procesos pedagógicos.
Mala Hierba, El Teatro Del Cronopio, Contra el viento, Espada de Madera, Mandrágora, el Patio de Comedias y otros tenemos excelentes procesos formativos. Al ver esto hubiera sido conveniente sustento esto, apuntalo. Ahora se va a creó una Universidad de las Arte, pero como todas las otras leyes dicen un montón de cosas ¿Quién va a dar clases ahí?, ¿Cuántas personas con masterado en teatro hay aquí en el Ecuador? contados con los dedos de las dos manos, creo que con las justas.
Se van a graduar de la Universidad de las Artes y van a salir los graduados a intentar buscar espacios para trabajar de actores, actrices, escenógrafos, utileros, vestuaristas y van a terminar vendiendo aspiradoras porque no van a encontrar esos espacios de trabajo, porque no hay tanto espacio de trabajo, porque no es tan fácil sostenerse de esto a la primera, tiene que haber un circuito y no hay suficientes salas para que las obras hagan estos circuitos.
Nosotros como gremio deberíamos lograr construir lo que construyeron los cineastas, por ejemplo el Consejo Nacional de Cine, nosotros deberíamos tener un Consejo Nacional de Artes Escénicas, es lo lógico y de artes escénicas porque es muy distinto que haya un Consejo Nacional solo de las Artes, es complejo porque es muy distinta la realidad de la pintura, la escultura y las artes plásticas que la de la música y la del teatro y la danza. A la larga estamos todavía en pañales, todavía nos falta un montón en términos de esas políticas.