Ecuador vivió once días de Paro Nacional, una de las mayores jornadas de protesta en la historia reciente del país. Fueron momentos de enfrentamiento, violencia, miedo y represión, pero también de activación social, protesta legítima y solidaridad de diversos sectores del país. El equipo de Wambra Medio Digital Comunitario estuvo presente para cubrir lo que sucedía, como lo ha hecho antes, y como lo seguirá haciendo, a pesar los ataques, intimidaciones, y acusaciones.
Sentimos el dolor de cerca desde el día uno de la protesta. Nuestra compañera registró la primera agresión a periodistas por parte de la Policía, y después también fue intimidada y golpeada. Luego fue nuestro compañero, reportero audiovisual, quien sufrió un impacto de bomba lacrimógena en su rostro por parte de la Policía Nacional. La violencia fue creciendo y extendiéndose a otros espacios. Al igual que otros periodistas, fuimos insultadas, agredidas e impedidas de realizar nuestro trabajo por parte de manifestantes.
Vivimos y seguimos viviendo el efecto directo de un contexto de odio y estigmatización, que llegó a nosotras por parte de medios y periodistas que, con voz única, replicaron el discurso del aparato estatal en sus editoriales, crónicas, y reportajes.
Nuestro equipo periodístico fue impedido de realizar la cobertura y acceder a información por parte del Estado, al igual que organizaciones de derechos humanos y familiares que buscan respuestas sobre sus heridos, detenidos y muertos.
Fuimos intimidadas de forma directa por una de las más altas autoridades del gobierno actual en medio de una rueda de prensa. La razón: hacer preguntas. Si existe plena Libertad de Expresión, ¿por qué negar la posibilidad de preguntar a una autoridad que tiene la obligación de informar sobre sus actos a todos los medios – privados, públicos, comunitarios y digitales – aunque estos hagan preguntas incómodas? Si el gobierno respeta la Libertad de Expresión, ¿por qué limitar el acceso a información clara sobre lo sucedido durante los once días de Estado de Excepción?
Todo lo ocurrido nos recuerda al gobierno pasado, tan criticado por quienes hoy guardan silencio o se hacen eco de la voz oficial.
Como Wambra Medio Digital Comunitario, decidimos no callar, como no callamos cuando realizamos coberturas de las distintas movilizaciones sociales, levantamientos y exigencias de las comunidades indígenas en 2012 y 2015. Tampoco lo hicimos cuando narramos la historia de la comunidad shuar de Nankints durante el Estado de Excepción y militarización de territorios comunitarios. E informamos desde una perspectiva de género, desde la voz de las mujeres shuar. No callamos cuando dimos a conocer el testimonio de Luis Tiwiriam, indígena shuar, acusado por el gobierno del entonces presidente Rafael Correa de “terrorismo y sabotaje” y colocado por el Ministro de Interior como uno de “los más buscados”. Contamos la historia de Manuela y Manuel, de las y los 29 de Saraguro, de Manuela Picq, de los Yasunidos, y tantas otras historias que el poder de ese entonces trató de ocultar. Durante el gobierno pasado fuimos descalificadas, vigiladas, nuestra página atacada, como tantos medios y periodistas, a la par de líderes sociales, defensores y defensoras de derechos humanos, ecologistas y opositores políticos.
La diferencia entre lo que sucedió en el gobierno pasado y lo que sucede hoy es clara: ante el ocultamiento estatal, estaba el periodismo develando; ante el ataque, estaba la solidaridad. Jamás nuestro trabajo anterior fue calificado de “activista” o “militante”. Adjetivos, muletillas, hoy muy usadas para descalificar el trabajo de quienes cubrimos de cerca la protesta social, desde un compromiso claro con los derechos humanos. ¿En qué momento el trabajo de un medio digital comunitario se convirtió en centro de ataque? Este es el discurso del enemigo interno creado desde el Estado para desviar la mirada, para limitar la palabra de quien no sigue la agenda oficial y es crítico de su accionar. Un discurso que busca estigmatizar a un amplio sector de la comunicación indispensable para hablar de una democracia plural. Pero hay que dejarlo claro: un medio comunitario o alternativo no puede ser una caja de resonancia de un gobierno, tampoco de un partido político, sea el que antes detentaba el poder o el actual. La labor de un medio comunitario o alternativo va más allá de usar un cartel vaciado de sentido.
Ser un medio comunitario es hacer un trabajo independiente de cualquier poder económico, religioso y político partidista. Nuestro periodismo es una apuesta de vida y es mirar lo que otros no ven, es informar lo que un poder se empeña en ocultar, y también es aportar con un espacio de encuentro para construir comunidad.
Nuestra agenda ha sido visible y clara desde nuestro nacimiento en 2010 como una radio digital, y sigue siendo la misma hoy que somos un medio digital multimedia comunitario: una agenda desde los derechos humanos, las otras miradas y los feminismos. Por eso, mientras vivíamos el Toque de Queda, y el silencio se instalaba a la fuerza, comprendimos que nuestra mayor apuesta es hacer un periodismo con enfoque de derechos, generar alianzas para compartir información verificada y dar #InformaciónSinMiedo. El miedo paraliza y fractura. Ante graves violaciones de derechos humanos, el miedo y la violencia no puede calar en nuestros sentidos y en nuestra agenda periodística, por eso nuestra apuesta es generar lazos de solidaridad y comunicación.
Somos un medio que nació de la matriz de la comunicación comunitaria, somos parte del Sector Comunitario, con organizaciones, académicxs, instituciones que defienden el Derecho a la Comunicación como un derecho humano fundamental, tan indispensable como el agua. Somos parte de la Coalición de Comunicación y Medios Comunitarios, desde su nacimiento en 2016; articulamos con la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER), y tenemos el aval de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias, (AMARC). Somos también parte del tejido de medios digitales, con quienes intercambiamos contenidos y generamos proyectos colaborativos de otro periodismo. Es así que nuestra cobertura sobre el Paro Nacional se convirtió en un acto colectivo y se amplificó a varias radios locales y comunitarias en todo el país, y a medios digitales en América Latina.
En estas jornadas la comunidad de Wambra creció más de lo que ha crecido en nueve años de vida. Es una comunidad que rompió con la imagen de pasividad, que responde con criticidad y que baja del pedestal a cualquier verdad única. Esto nos motiva a tener una mayor responsabilidad, rigurosidad y sensibilidad en nuestro trabajo como medio digital comunitario.
Por eso seguimos. Frente al silencio, hay mucho periodismo por gritar. Seguimos, para que el miedo no fracture nuestras alas. Seguimos, porque aún hay mucha comunicación que tejer.
– Este editorial es firmado por :
Equipo Redacción Wambra
Equipo producción Wambra
Asamblea de colectivos, colectivas, organizaciones y programas radiales Wambra
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Caricatura: Vilma Vargas @vilmavargasva
Comic: Cazurro @cazurroart