Hacer cine comunitario feminista es posible
Experiencias del Encuentro Ojo Semilla
Por: Juanita C. Francis Bone @MujeresAsfalto y Katerine Chango
La principal reivindicación de lo estético inicia en nuestro cuerpo, que es nuestro primer territorio a emancipar, lo hemos escuchado varias veces. Escuchamos también que una descolonización trascendental inicia en nuestras mentes; que viajar y leer nos permite visualizar otros mundos y que el cine, como el séptimo arte, nos da la oportunidad de trasladarnos a escenarios inigualables.
Ahora pensemos en hacer cine comunitario. Sí, un cine que se arma con caña guadua, pantalla móvil y proyector, al aire libre con la luna acompañando; aquel cine que acoge a sus principales protagonistas en la única cancha de la comunidad; ese que logra conmovernos con historias y narrativas, que van desde los sueños a realizar, hasta los logros conseguidos con lucha. ¡Ahí están! nuestras historias materializadas en escenas, imágenes construidas con recursos que estaban a la mano.
¿Usar la cámara y andar en bicicleta al mismo tiempo puede empoderar?; ¿Sentir el hormigueo de las manos por tener mucho tiempo el trípode y lograr editar varias tomas filmadas, son actos reivindicativos? Sí, lo fue y lo es para nosotras.
Ese ejercicio delirante de grabar millones de veces para seleccionar una sola toma que dura menos un minuto, te llena de paciencia y fortaleza. Las carcajadas mitigan el agotamiento y refrescan el alma. El cansancio colectivo, de hecho, nos emociona y nos motiva a continuar, porque estamos construyendo cosas juntas.
Queremos lograr una revolución feminista, con la sensibilidad como motor de lucha. No podemos negar, somos emociones, y cuando nuestros cuerpos no encuentran la forma de expresarlo, el arte, en sus diversas manifestaciones, puede ser el camino. Con risas y chocolates, o lágrimas y desconsuelos. Visualizar la realidad con diversas ópticas, estéticas, y ser respetuosas de estas.
En cada rinconcito del planeta hay una feminista. Que se declare como tal es un proceso personal y político. Sin embargo, su accionar la delata o la pone frente un sistema que cuestiona su ser y le impone cómo debe ser, sin que las mujeres diversas se lo pregunten. Cada una con feminismos diversos y con lentes multicolores. Busca la equidad en la diferencia, la justicia social, una vida digna, una maternidad deseada, una decisión liberadora, un empoderamiento político o simplemente cambiar el mundo; al menos el suyo.
El momento en el que convicciones como estas se juntan, cuando mirarnos a los ojos es posible, reírnos a carcajadas es sanador, y buscar la complicidad en la noche se convierte en un acto político transformador, soñar ya no es un privilegio del fin de la jornada diaria. Aprender deja de ser una de las últimas prioridades y accionar se convierte en un impulso innato. No importa si en su rostro alberga un cosmos tinturado o si en su cabellera un orden no tiene cabida. Un pelo crespo, así como un lacio vibran de igual forma cuando su dueña encuentra con quien comadrear.
La potencia de una charla feminista se dinamiza cuando cámaras, micrófonos y todo tipo de equipo cinematográfico se pone a disposición de sus interlocutoras. El mundo deseado deja de ser una utopía y la historia de sus identidades un secreto. Una mujer afro llega a la presidencia por primera vez en la historia; Carlos camina de la mano de su novio sin ser juzgado; una mochilera emprende un viaje por su autonomía; y las mujeres de Caimito muestran al mundo sus costumbres.
Sociabilizar la técnica que encierra el cine genera dinámicas aún más potentes. Las mujeres se hallan en sus diferencias como sujetas proactivas. Se ven obligadas a dialogar y llegar a consensos y a desaprender para absorber otras enseñanzas. Dejar los egos de lado y los intereses individuales aporta en una construcción conjunta, suma fuerzas y visibiliza la comprensión real del concepto de sororidad; si se aprendió realmente a escuchar a la otra, si es posible realmente sentir los malestares de las compañeras, si realmente se está tomando en cuenta el punto de vista de todas. Si realmente un producto audiovisual se construyó de forma colectiva existe una apropiación automática. Cada etapa se vive intensamente y las emociones que amasaron estallan al visibilizar en un cine foro el fruto de extenuantes horas de trabajo.
Muchas preguntas, que surgieron del compartir, quedan sin respuestas. Y si las hay, deben responderse de forma colectiva porque son el reflejo de emociones que, a la larga, se transformaron en recuerdos, camaradería y acompañamiento. En actos sororos de conocernos y reconocernos en las otras diversidades del ser.
Rodar un corto conlleva muchos retos y más si se plantea como comunitario y feminista. Que no es una tarea sencilla, pero que lo aprendimos todas quienes fuimos parte de Ojo Semilla 2018. Gracias a El Churo, FES-ILDIS, PPG, Caimito Sustentable y demás organizaciones e instituciones que hicieron posible un encuentro de mujeres diversas en un pueblito lleno de chillangua*.
*Este texto fue elaborado por Juanita y Kathy después del Encuentro Ojo Semilla Mujeres Género y Feminismo, realizado en Caimito, una comunidad rural de Esmeraldas, Ecuador, en septiembre del 2018. Si quieres conocer más del proceso de cine comunitario feminista esta es la página web www.ojosemilla.churo.org donde están videos de ediciones anteriores. Los cortos trabajados de forma colectiva en Caimito estarán muy pronto disponibles.
* chillangua: es una hoja que las comunidades campesinas de Esmeraldas la usan para sus comidas.
POR: Comadre Katy Chj and Pachuca Juanita
Katerine Chango
Periodista, fotógrafa, interprete de la danza del vientre tribal y activista abortista. Estoy convencida de que el arte es un lenguaje transformador y creo en los productos comunicativos como herramientas para expresar nuestras luchas.
Juanita C. Francis Bone
Feminista y activista social en temas de derechos humanos. Creo en las construcciones colectivas para el desarrollo de nuestros territorios.