El Caso Ola Bini en primera persona
Se dice que la historia la cuentan quienes ganan, aunque en estos tiempos todos podemos contarla. Me tocó vivir una experiencia muy fuerte y creo que vale la pena dejar un registro. Esta historia no es la mía, es la historia de Ola Bini y la persecución por parte del Estado ecuatoriano.
Por: Rafael Bonifaz
Publicado en Derechos Digitales
Publicado 13 de septiembre 2021
El 11 de abril de 2019, algunas horas después de que el presidente de Ecuador, Lenin Moreno, retirara el asilo político a Julian Assange, Ola Bini fue detenido cuando se disponía a iniciar un viaje a Japón planificado con meses de anticipación. María Paula Romo, entonces Ministra de Gobierno, dijo en rueda de prensa: “Desde hace varios años vive en Ecuador uno de los miembros claves de Wikileaks y una persona cercana a Assange. Tenemos evidencia que ha estado colaborando con los intentos de desestabilización del gobierno”. Esa persona era Ola Bini.
Ese fue el inicio de una persecución que le costó a Ola setenta días en la carcel y que no ha terminado. Una vez fuera de prisión no recuperó su libertad: debe presentarse todos los viernes ante fiscalía, tiene prohibición de salir del país y es vigilado constantemente. Además, ha sido víctima de acoso mediático, donde se lo dibujó como un villano capaz de atacar cualquier sistema informático.
Una reciente investigación del portal digital La Posta, hace presumir que Ola Bini fue detenido porque la ministra Romo buscaba a un culpable para la filtración de INAPapers, que incluía correos electrónicos, chats, fotografías y otra información obtenida del teléfono del (ex) presidente Moreno. Según la investigación, se sabía que Ola no era la persona detrás de esta filtración, pero la ministra necesitaba un nombre que entregar al presidente.
Conozco a Ola desde 2013 y tuve el gusto de trabajar con él durante dos años en el Centro de Autonomía Digital – CAD. Este es el relato de su caso desde la perspectiva de alguien que estuvo cerca.
Antes de la Persecución
Ola Bini se mudó a Ecuador en 2013, cuando trabajaba en una empresa que abrió oficinas en Quito. Tuve el gusto de conocerlo ya que a los dos nos preocupaba la privacidad en internet y considerábamos que el software libre con criptografía es una herramienta esencial para las comunicaciones seguras.
Desde la empresa, el equipo liderado por Ola ya había realizado importantes trabajos en relación al desarrollo de herramientas libres para la protección de la privacidad. El cliente de chat seguro CoyIM es un ejemplo, pero también había colaborado con proyectos importantes como Tor, Tails, Enigmail y Let’s Encrypt, entre otros.
En 2017 se fundó el CAD, organización sin fines de lucro con oficinas en Sao Paulo, Brasil, enfocado en el desarrollo de herramientas libres para la protección de la privacidad. Fue durante 2019 cuando las oficinas se trasladan Quito y tuve el privilegio de ser una de las primeras personas en trabajar allí. En un mundo digitalizado, donde el derecho humano a la privacidad es vulnerado constantemente, tener una organización como el CAD en Ecuador es una oportunidad enorme. La creación de herramientas para la protección de la privacidad es importante, pero la formación de talento humano para la protección de la privacidad desde Ecuador lo es aún más.
El que iba a ser el trabajo de mis sueños pronto se convirtió en una pesadilla: nunca imaginamos que el Estado ecuatoriano nos atacaría de esa manera.
El arresto
El 11 de abril de 2019 revisé Twitter temprano en la mañana y vi que el presidente de Ecuador había publicado un video durante la madrugada, anunciando que Ecuador retiraba el asilo político a Julian Assange y lo entregaba a las autoridades de Londres. Ese día estuvimos pendientes de las noticias. Durante la mañana, el Canciller y la Ministra de Gobierno hablaron de “un miembro clave de Wikileaks” y de dos “hackers rusos” que pronto serían detenidos.
Los hackers rusos nunca aparecieron. En ese momento no sabíamos que Ola había sido detenido, pensábamos que estaba de viaje. De regreso en casa, escuché a la ministra Romo en la radio, que dijo que el colaborador de Wikileaks había sido detenido “cuando se disponía a escaparse al Japón”. “¡Ojalá no sea Ola!”, era lo único que pensaba. Por la noche recibí un mensaje de mi papá preguntando si conocía a “un tal Ola Bini”; los medios habían anunciado su detención en un caso relacionado con Julian Assange. En ese momento me entró el miedo, mucho miedo, como nunca antes lo había sentido.
Con esa información, las declaraciones de la Ministra adquirieron para mí un tono mucho más fuerte y : “no vamos a permitir que Ecuador se convierta en un centro de piratería informática.” Ola Bini había sido detenido por supuestos intentos de desestabilización al gobierno y yo trabajaba con él. “¿Será que me van a investigar? ¿Van a ir a mi casa o a la oficina y nos van a allanar como a Ola?”, pensé, asustado.
Durante dos días casi no dormí y lo único que ingerí fue agua de Guayusa. La detención fue un jueves y desde el CAD se decidió trabajar desde casa, por miedo a que nos allanaran la oficina. No sé si fue buena o mala idea, pero aguantar lo que acontecía en soledad fue difícil. Tuve algunas llamadas vía Signal con colegas del trabajo, amigos y amigas, donde intentábamos entender qué pasaba y calmarnos los unos a los otros.
Esta sensación de miedo y estrés nos acompañó durante varios meses. Cuando sentíamos que las cosas se calmaban, venía un reportaje de prensa con un titular escandaloso que traía el temor de vuelta a nuestras vidas.
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La prensa
Mi expectativa era que la prensa investigara, que la verdad saliera a la luz y así poder explicar a la ciudadanía lo que estaba sucediendo. No fue así. La prensa decidió hacer las relaciones públicas del gobierno y estigmatizar a Ola Bini. Dos ejemplos:
En agosto de 2019, el Portal 4 Pelagatos publicaba:
Esa fue una de las veces en las que se me heló la sangre. “Ahora sí se acabó todo, pero ¿qué es lo que hizo Ola?” —pensé. Cuando leí el artículo, lo único relevante que pude entender fue que habían desbloqueado su teléfono y tenían información respecto al ingreso a los sistemas de la Corporación Nacional de Telecomunicaciones (CNT). Dos días después publicaron una famosa foto de la pantalla de Telnet, considerada por los periodistas como una la prueba irrefutable de que Ola habría ingresado a los sistemas informáticos de CNT. La EFF, organización experta en estos temas, realizó un análisis de la imagen publicada, donde explican claramente que nunca se ingresó al sistema.
La segunda historia sucedió algunos meses después. El 4 de marzo de 2020, el portal Código Vidrio publicó un reportaje titulado “El hacker Müller, cercano a Assange, se reunió en Quito con Ola Bini y capacitó a informáticos ecuatorianos.” Andy es un reconocido informático, experto en seguridad, defensor de derechos humanos y con quién tuve el honor de trabajar durante 2 años administrando la infraestructura del CAD. Éramos responsables del funcionamiento de nuestras herramientas de colaboración, correo electrónico y sitios web.
Además de la persecución de Andy y Ola por trabajar con Assange, me descolocó el hecho de saber que habíamos sido espiados durante la semana de Kickoff del CAD. Antes temíamos haber sido espiados, pero ahora lo sabíamos, lo que por cierto es una sensación muy desagradable. Por algún motivo, este portal tuvo acceso a información de la inteligencia ecuatoriana. De hecho, pude encontrar en el sitio de Código Vidrio una foto donde estoy regresando a la oficina luego del almuerzo. ¿Por qué un portal tenía acceso a estas fotos? ¿Por qué nos estaban espiando?
Para finalizar
En este relato no he hablado de las irregularidades del caso, las audiencias fallidas, los robos a la oficina y otras situaciones desagradables que nos tocó vivir a la gente cercana a Ola; han sido tantas que se podría escribir un libro al respecto. Muchas veces nos enteramos de noticias en las redes sociales, tomamos partido y juzgamos. En esta ocasión, quería compartir un testimonio desde el lado humano de esta persecución y como cada situación similar tiene un impacto en muchas personas
Si bien soy un actor secundario de esta historia, la vivencia ha sido muy fuerte. No puedo imaginar como es estar en la situación de Ola, cuando desde el Estado y desde la prensa se lo ha hostigado con tanta saña.
Solo espero que esta pesadilla termine pronto.