ESPECIAL ZARELIA
Las mujeres recrearon la esperanza en Brasil
Por Helena Zelic*, de Capire @capiremov
Publicado 03 de agosto del 2023
El texto narra cómo fueron los días de la campaña electoral brasileña que eligió a Lula presidente en 2022. Con citas de mujeres militantes de São Paulo, se exponen sus evaluaciones y emociones respecto de la experiencia de campaña en las calles y barrios periféricos para derrotar el negacionismo y el conservadurismo neoliberal representado por Jair Bolsonaro.
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El 2022, en Brasil, fue un año crucial. Nadie podía más con el gobierno Bolsonaro. La ansiedad por dibujar nuevos horizontes hizo que el tema electoral empezara temprano. Las personas hacían el signo de la “L” en eventos públicos y culturales, la toalla con la cara de Lula se puso de moda mucho antes que se liberara el material oficial de campaña, y todo momento era una oportunidad de reivindicar la caída de Jair Bolsonaro. Y no es para menos: su gobierno fue responsable por retrocesos económicos, por el deterioro de políticas públicas fundamentales, por el incremento del hambre y de la pobreza, y por la muerte de cientos de miles de personas por COVID-19, debido a su gobernanza negacionista.
Así que, cuando llegó el segundo semestre —momento de inicio de la campaña electoral para la elección que ocurriría en octubre— la creatividad para movilizar la campaña ya estaba a mil, y venía de este proceso anterior, pero no separado, de la campaña “Fuera, Bolsonaro”, a la cual se sumaban los principales movimientos y fuerzas políticas de la izquierda del país.
Para las mujeres, que estuvieron en la primera línea del enfrentamiento a la COVID-19, sosteniendo la vida y cuidando sus comunidades en situación de precariedad y abandono, cambiar el gobierno era una urgencia concreta, material. Influía en las oportunidades laborales —cuyos derechos fueron flexibilizados en los gobiernos de Michel Temer y Bolsonaro—, en el acceso a una alimentación saludable y diversa, en su sobrecarga de trabajo fuera y dentro de las casas, en las posibilidades de futuro de la juventud, entre tantos otros impactos.
Según una encuesta realizada por la SOF Siempreviva Organización Feminista y la agencia de datos Género y Número, un 50 % de las mujeres brasileñas entrevistadas pasaron a cuidar a alguien durante la pandemia, y el 72 % de las que ya cuidaban afirmaron que la necesidad se incrementó en aquel periodo. El 40% de las mujeres, siendo una mayoría de mujeres negras, afirmó que la situación de la pandemia ha puesto la sustentación de sus casas en riesgo. O sea: no estaba para nada fácil ser mujer en medio de una crisis profunda y de múltiples dimensiones. Una crisis que no se terminó con la contención tardía de la pandemia, y que se ejemplifica bien con la subida de los precios de los alimentos en el país en 2022: en la mitad del año, el precio general ya había subido en casi un 10 %, y la leche había subido el 77 %, según reportaje de Brasil de Fato. La tarea de alimentar las bocas y sostener las familias y comunidades se volvió aún más dura para las mujeres trabajadoras.
Así que las mujeres fueron vitales para dar la fuerza necesaria a la campaña política en las calles, desde los movimientos populares y asociaciones territoriales o sectoriales en los que participan. Atentas, activas, sin miedo, estuvimos en las puertas del metro, en las paradas de bus, en las calles comerciales y residenciales; en los barrios y pueblos hablando con quienes pasaran y aceptaran intercambiar ideas sobre nuestros deseos para el país. Fue necesario cambiar la clave de nuestro pensamiento: no más decir solo lo que no queremos más, sino postular también nuestras propuestas, desde los pueblos y desde el feminismo.
Sonia Maria dos Santos, 69 años, jubilada, militante de la Marcha Mundial de las Mujeres en la zona este de Sao Paulo, cuenta cómo fue la experiencia de los diálogos en las calles. El sentimiento era de urgencia: “en el período justo antes de las elecciones, sentí miedo de que Bolsonaro ganara y continuáramos con un genocida en el poder. Pero, al mismo tiempo, sentí la esperanza de que ganaríamos”. Esta esperanza fue la fuerza motriz para llevar a cabo las actividades diarias en la ciudad. Su compañera Paula Mendes, 40 años, maestra de artes y también residente en la zona este, agregó sobre cómo es la organización local de las mujeres: “Formamos una agenda en grupo. Mapeamos escuelas, universidades, puntos de cultura. Hicimos de una a tres acciones por semana, buscando difundir nuestra visión sobre las pautas de las mujeres que necesitaban ser llevadas después al gobierno electo.”
La rutina de la militante Renata Reis, 26 años, de Diadema, ciudad vecina a Sao Paulo, también fue intensificada en el período electoral. En la semana, organizaba la movilización para las actividades de campaña que ocurrirían en los sábados y domingos. «También aumentó mucho mis conversaciones con la gente en la vida cotidiana. Hablé más con la gente de mi rutina: los trabajadores de la calle, la panadería de mi barrio, los trabajadores del transporte. Hice tanto acciones que implicaban hablar con la gente de forma más organizada, en días programados, como estar más abierta a hablar cotidianamente de política con la gente. Así que me acerqué a gente a la que antes sólo decía ‘buenos días'».
“Las actividades en las calles eran simplemente maravillosas. ¿Sabes por qué? Habíamos hecho materiales hermosos, pegatinas hermosas, y hablábamos con la gente, especialmente con otras mujeres”, recordó Sonia.Paula agregó que “pasaron situaciones divertidas de confrontación, y otras muy bonitas, de escucha. Nuestra creatividad se manifestó en la forma de colocarnos en la calle y nuestra animación al llamar a la gente, al hablar, al cantar”.
Las tres militantes coinciden en la evaluación de que las mujeres fueron protagonistas del proceso popular de campaña. “Como en todos los lugares de movilización pública de la política que construimos, las mujeres son mayoría. Las mujeres no ocupan muchos espacios de decisión, pero son ellas las que deciden el curso de la historia”, dijo Renata.
Ocupar las calles con irreverencia es un acto muy antipatriarcal. Paula contó sobre las dificultades impuestas por el modelo patriarcal, pero también sobre la fuerza del feminismo en las acciones, “en el diálogo con las mujeres había de todo, sea las que buscaban candidatos progresistas para votar, sea las que estaban interesadas, pero el marido que las acompañaba no favorecía la conversación. Aún así”, completa, “muchas mujeres estaban convencidas de la salida de Bolsonaro. Fue notable que las mujeres se alegraran cuando escucharon una canción contra Bolsonaro, por ejemplo, y se sintieron empoderadas e identificadas con nosotras y nuestras agendas”.
Hablar de derrotar Bolsonaro, en 2022, significaba hablar de cambiar los horizontes, de cambiar los rumbos de la historia reciente del pueblo brasileño. “En la campaña, las mujeres fueron las más dispuestas a defender lo que consideran más importante, que es la vida, la posibilidad de vivir mejor y no tener que sufrir tanto, no vivir todo el cansancio de los tiempos en que el hambre llamaba a la puerta o estaba dentro de las casas”, señaló Renata.
Sonia recordó de las dificultades de los tiempos más fuertes de la Covid-19, que fueron negligencias del gobierno Bolsonaro: “Hablábamos de la importancia de votar por Lula, de saber sobre los derechos que habíamos perdido durante cuatro años, de cuestionar cómo Bolsonaro no daba importancia a la pandemia”. El dolor y el duelo que acompañaban y siguen acompañando al pueblo brasileño también se transformó debido a la posibilidad de cambio. Así dice Sonia: “compañeras nuestras fallecieron por Covid-19. Todo se volvió en una fuerza para hablar con las mujeres, para mostrar la importancia de estar en la calle y defender un gobierno popular”.
El resultado fue duro. La diferencia de votos entre Lula y Bolsonaro fue de 1,8 %, la más apretada desde el regreso de la democracia. Eso significa que la base de Bolsonaro formada por una mezcla de sectores de las élites, violentas, y desinformadas, todavía es grande, y eso no se puede olvidar. Pero también fue un resultado impactante: la suma de 60.345.999 votos para Lula fue la mayor en toda la historia de Brasil.
Después, las izquierdas del país cerraron el año en los miles de buses que salieron de todos los estados, de los más cercanos hasta los más lejanos, camino a Brasília, para hacer una ceremonia popular de posesión presidencial, que tuviera la cara diversa del pueblo brasileño.
Renata, como muchas de las compañeras que fueron a la ceremonia, sintió que, en aquel momento, estaba “muy dentro de la historia”, tal cual se sintió en el 2018, cuando ocurrió el encarcelamiento de Lula, pero en aquel momento se estaba muy dentro de una historia de injusticia.
“En la asunción, vimos a muchas mujeres juntas, unidas, dispuestas a seguir luchando, con nuestra diversidad: blancas, negras, indígenas. Este sentimiento de cambio de horizontes tiene que ver con el rostro de quienes hacen esto, que es el rostro de las mujeres”, dice Renata. Y así empezamos 2023, con todos sus desafíos, pero también con todas las ganas de vivir y cambiar todo.