Zapatos Rojos contra el feminicidio en Ecuador
Tomado de Plataforma Justicia para Vanessa Ecuador 21 de mayo de 2014

El día 19 de mayo, se cumplieron siete meses de la muerte de Vanessa Landinez Ortega, cuyo cuerpo, sin vida, apareció en octubre en un hotel de Ambato, con signos evidentes de violencia.

Para reclamar memoria y justicia, familiares, amigas y amigos de la víctima protagonizaron la acción artística ‘Zapatos Rojos’, surgida en Ciudad Juárez, México, de la mano de la artista Elina Chauvet. En palabras de la autora, “la obra nace a partir del duelo propio y de la necesidad de hacer público el dolor privado y ajeno. Es a través de esa ausencia y su visibilidad que los zapatos rojos nos muestran el vacío dejado por las hijas, hermanas , madres y esposas”.

Además de memoria histórica y colectiva, esta acción busca solidaridad con las víctimas y reflexión acerca de la violencia contra las mujeres y del femicidio, en particular, en las ciudades en donde, como en Ambato, la desaparición de mujeres no es un hecho aislado.

La familia de Vanessa está convencida de que su muerte no fue fortuita, sino fruto de la violencia contra las mujeres. “Creo que la sociedad es muy dura con Vanessa y con todas las mujeres víctimas de femicidio. Cuando la sociedad legitima la violencia contra ellas, cuando la naturaliza o la justifica con comentarios como que las víctimas ‘estaban en el lugar equivocado’, se reproduce nuevamente la violencia con la que les arrebaton la vida”, sostiene Rosa Ortega, prima de Vanessa Landinez.
“Esto nos indigna, pero a la vez nos da más fuerza para seguir luchando porque el caso no quede en la impunidad. Nos compromete para hacer retumbar a la sociedad entera, para denunciar y combatir la violencia a las mujeres”, dice Rosa Ortega.

Así recuerdan a Vanessa

Familiares y amigos exigen justicia

A siete meses de su fallecimiento —una muerte tan violenta como evitable— la familia desea homenajear a Vanessa, manteniéndola en su memoria. Así la recuerdan:

Ana Ortega, la mamá:

“De pequeña, la Vane era una niña muy amiguera. Cuando subía a los buses se hacía amigos con facilidad, les preguntaba a las personas cómo se llamaban o cuántos hijos tenían. Era educada, amable, le agradaba compartir con las amigas y, también, participar en las rodas, programas y fiestas del colegio. Siempre le encantó viajar y lograr una economía independiente para poder disfrutar de los gustos que quería darse. Era una mujer libre, no dependía del qué dirán, no tenía prejuicios”.
Rocío Vásquez, la tía:

“Vanessa, la chica alegre de sonrisa contagiosa. La recordamos porque ella fue la alegría de la familia, siempre positiva a pesar de las vicisitudes cotidianas. Una excelente chef; su sazón era un deleite para quienes degustábamos sus ricos platillos criollos. Era la madre de una pequeña gotita de agua que refleja la alegría y sencillez de Vane”.

Alberto Ortega, el tío:

“El recuerdo etéreo de su presencia socava lentamente los corazones de quienes la conocimos desde tierna edad. De ojos apacibles, mirada risueña y cabello dorado ensortijado, como las espigas de los trigales de los andes ecuatorianos. Su rostro primigenio emanaba una esbeltez de dulzura y encanto que era un halago para los vecinos de su tierra natal. Así creció entre el murmullo de sus amigas de su infancia y adolescencia. Siguió su rumbo profesional estudiando Comercio Exterior y creó una pequeña empresa, para el sustento de su tierna hija”.

Eleana Escobar, prima:

Yo extraño inmensamente a la Vane. Mi optimismo lo aprendí de ella y le estaré eternamente agradecida. Amaba la vida y confió siempre en la calidad humana. Esto, justamente, era nuestro tema constante de charla. Rehusaba guardar rencor y, por eso, yo la admiraba tanto.

Rosa Ortega, prima:

“La Vanne era una mujer jovial, un espíritu limpio que confiaba en los demás y que escuchaba mucho. Siempre voy a tener esa imagen. Para mí fue una hermana, una compañera, esa presencia en tu vida con la que siempre quisieras contar, porque de ella recibirás amor absoluto sin prejuicios”.

El femicidio en Ecuador 

En Ecuador, el femicidio es delito desde principios de este año, cuando la Asamblea Nacional dio luz verde a un nuevo código penal que así lo tipificaba: «La persona que, como resultado de relaciones de poder manifestadas en cualquier tipo de violencia, dé muerte a una mujer por el hecho de serlo o por su condición de género, será sancionada con prisión de 22 a 25 años».

Seis de cada diez mujeres sufren violencia de género en este país, independientemente de si pertenecen a zonas rurales o urbanas. Indígenas y afroecuatorianas soportan mayores índices de violencia (67,8% y 66,7%, respectivamente). Morona Santiago y Tungurahua son las provincias que más casos registran. Son datos de la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).

En Tungurahua, el 70,8% de las mujeres ha vivido algún tipo de violencia, frente al 60,6%, a nivel nacional. Entre noviembre de 2012 y noviembre de 2013, siete mujeres aparecieron muertas en la capital de la provincia, con signos de violencia. La última en ese periodo fue Vanessa Landinez.

Pero la lista no acaba ahí. En abril de 2014, se registraron en Ambato dos casos más de femicidio. Se trata de Nathaly Ivonne Vaca, de 34 años; y su hija, Ymmij Carolyn Muñoz Vaca, de 13.

El último caso de femicidio en esa misma ciudad tuvo lugar el pasado viernes. Ese día, el cuerpo sin vida de María Elizabeth Cedeño, de 26 años, fue encontrado en la bodega de una discoteca.

Si conoces a un familiar o amigo de mujeres víctimas de Femicidio escríbenos a niunamujermenos@gmail.com

Más información en :

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#NiUnaMujerMenos

@JusticiaVanessa