OTRAS MIRADAS
Solo con nuestro permiso
Por: Whitney Rodríguez @whitneyrodriguezm
Foto portada Darwin Minda
Publicado 04 de agosto de 2021
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Whitney Rodríguez
La Whit es comunicadora por vocación, relacionista pública por profesión y speaker de temas que incomodan es su mayor afición. Estudia la especialización de Raza, sexo, diáspora y sexualidad en la Universidad de Florida.
¿Qué hace una persona cuando parece que el enorme señor blanco le ha arrebatado todo? ¿Qué hace una persona cuando el enorme señor blanco le ha quitado el nombre, la lengua, sus raíces y su religión? ¿Cuando le ha arrebatado la tierra, el alimento y su valía como ser humano? Lo lógico: se aferra a lo que le queda con la fuerza de toda su alma en honor a un acto desesperado de resistencia para no desaparecer.
El tema de la apropiación cultural ha sido expresado hasta el cansancio y explicado de las formas más sencillas, tal y como si se estuviera dirigiendo la conversación hacia infantes de cinco años quienes deben entender un tema demasiado complicado, de la forma más inocente. Pienso también que, en el camino, muchas de nosotras nos hemos vuelto a incomodar para desmenuzar un tema en trozos justos para su gusto y lo que tenemos a cambio es el vómito de una información que nunca estarán dispuestas a escuchar y que no es de su agrado; pues exhibe sus prácticas coloniales heredadas por sus antepasados y como es más cómodo seguir en el pedestal del privilegio ¡para qué entender esa información!
Si llegaste hasta aquí y te preguntas ¿será que esta persona está hablando sobre lo acontecido a propósito de la victoria de Neisi Dajomes y Tamara Salazar? Déjame decirte que sí, es por la actual coyuntura que ha desperatado el más sincero amor, admiración y homenaje hacia el pueblo negro ecuatoriano y a nuestras vestimentas y estilos protectores capilares –se recomienda leer esta parte con todo el sarcasmo del mundo–.
Porque yo no sé si se lo han notado, pero no es muy habitual despertar con tanto cariño y honra hacia nuestra existencia como mujeres negras; a lo mejor, y no sé ustedes, habrá que escribir en piedra cuan orgullosas se sienten estas personas que están alabando nuestros peinados y usando nuestros turbantes, como si hace unos meses nuestra mera presencia como personas no les hubiera incomodado y no nos estuvieran persiguiendo por ser negras.
La verdad y es que cada vez se hace más evidente aquella frase que escuché hace un tiempo: “Aman lo negro pero al negro lo detestan”. Cuando se trata de rasgos de nuestra identidad que pueden usurpar y mercantilizar sin consciencia muchas personas están en primer lugar, pero para planificar reportajes, notas periodísticas y conmemoraciones a propósito del los 170 Años de la Abolición de la Esclavitud o del Día Internacional de la Mujer Negra, Afrodescendiente y de la Diáspora brillan por su ausencia. De igual forma, no se los mira cuando se trata de hacer su trabajo y perseguir la verdad como periodistas frente a un compromiso deontológico y dar seguimiento a nuestra participación política, social e inclusiva.
Hoy y gracias a la impecable participación de Neisi Dajomes y Tamara Salazar en los Juegos Olímpicos Tokio 2021 existen trece millones de personas en el territorio ecuatoriano que serían capaces de colocarse un turbante con orgullo, sin saber que se llama turbante, sin saber qué significa y sacando pecho porque, según ellas, es parte de la identidad nacional ecuatoriana. ¡Claro! Ahora sí es parte de la identidad nacional. ¡Claro! Ahora sí es parte de la identidad nacional de un país que entre dientes acepta su mestizaje y se ha negado a aceptar que una persona negra bien pudo haber nacido en Quito, y no obligatoriamente tiene que haber nacido en el Valle del Chota o Esmeraldas, o estar colgada de los árboles, porque sus estereotipos nos relegan a un imaginario de animales salvajes.
Esa es la cara de la Apropiación Cultural, una práctica colonial que al día de hoy ha llegado al punto de ser tan normalizada que muy pocas personas la identifican como inapropiada, incorrecta, racista y completamente ofensiva para un grupo de personas que han guardado con mucho recelo un conjunto de ritos, tradiciones y rasgos de identidad, porque fue lo único que el enorme hombre blanco les dejó después de haberles arrebatado hasta el ecosistema.
¡Hey! y si lo leíste hasta aquí espero que no se te haya cruzado por la cabeza pensar: “¡Pero por qué tanta negatividad! Si los zapatos que uso son de Estados Unidos y nadie se está molestando”. Esa es la cara de la Apropiación Cultural, una práctica colonial que se vuelve tan usual que eres incapaz de identificar la diferencia entre una prenda de vestir para cumplir la necesidad básica de vestimenta y un rasgo de identidad que nos permite seguir siendo visibles en una sociedad occidental donde nos quieren borrar.
La dimensión de la Apropiación Cultural y el poder que el sistema racista colonial te heredó a ti, como persona blanca/mestiza, es tan inconmensurable que aunque te vuelva a explicar con palitos y con bolitas de qué se trata, vas a seguir sin entender. Bueno, pero para no perder la costumbre vamos de nuevo.
El simple término “apropiación” ya debe darnos una sugestión negativa, incluso puedes dirigirte a la sacrosanta Real Academia de la Lengua Española, RAE, para que conozcas su significado. Con rasgos de identidad étnico/culturales no nos referimos a cualquier prenda de vestir, sino que hablamos de un conjunto de rasgos de identidad que nos diferencian en un territorio determinado y a ti te hacen pensar en un espacio y tiempo diferentes a lo que vives ahora. Vamos con el ejemplo. A pesar de que el sistema colonial obligó a mis ancestras a ser esclavizadas, las secuestró, desnudó, violó, les quitó el nombre, la religión y sus costumbres al venir a Ecuador –porque no sé si lo sabías, y como dice una colega, las personas negras en Ecuador no llegamos en avión con servicio VIP a construir nuestra República– ellas pudieron rescatar un rasgo de su etnicidad y cultura: el Turbante. Este es uno de los rasgos, porque también ubicamos las trenzas africanas y sus variedades, cantos, instrumentos musicales, composiciones musicales, bailes, dialectos, etc.
El turbante tiene diversos significados de acuerdo a la tribu que lo usaba/usa en algunos países africanos. Sin embargo, la colonia le dio otro concepto y fueron obligadas a usarlo para cubrir su cabello y no resultar atractivas para los “incontrolables deseos sexuales” –¿pobrecitos no?– de los hombres blancos, entre otras razones que, de seguro encontrarás en la web.
El hecho de que hoy, 170 años después de la abolición de la esclavitud en Ecuador, las mujeres negras usen un turbante tiene un significado muy potente de resistencia frente a un sistema que ha sido construido para discriminarlas y violentarlas por el hecho de ser mujer negras. Muchas veces se han visto obligadas a modificar sus rasgos fenotípicos afro para ser aceptadas en sociedades blancas, que les impide desarrollarse como sujetos de derecho y conseguir empleos, viviendas y educación dignas.
El hecho de que cualquier persona inconsciente y reacia a entender la profundidad de esta problemática tome un atributo de identidad afro le cambie el nombre, lo mercantilice y lo popularice ¿no te da una idea de lo que estás haciendo? ¿Te das cuenta, ahora sí, que es una práctica colonial que busca seguir borrando nuestra existencia? Te preguntarás burdamente:
“Pero ¿por qué piensas que los estamos borrando si lo que estamos haciendo es homenajeándolos y resaltando su cultura?”
Bueno, en primer lugar gracias, pero no gracias. No te hemos solicitado que nos homenajees; el día que eso ocurra te diremos cómo deseamos ser homenajeadas. De hecho, lo que puedes hacer es dejar de apropiarte de lo que es nuestro ¡gran homenaje! Segundo y más importante, nos estás borrando porque estás tomando sin permiso, educación, conocimiento y apreciación un rasgo de una cultura que no te pertenece y has detestado toda tu vida. Estás robando un rasgo que ya tiene un nombre, significado y origen y lo estás transformado a lo que tu cabeza entiende que es y le quitas absolutamente todo el bagaje cultural que ya tiene. Estás tomando protagonismo por un atributo étnico en el que no tienes más participación de la que a nosotras nos apetezca darte y no nos das el crédito por ello. En fin, es el poder que tu origen étnico/racial te heredó para tomar cosas que no son tuyas.
Muy honestamente, también quisiera decir que muchas veces he deseado estar soñando y que sea una completa mentira el hecho de que aún hoy, en el siglo XXI, no nos estén persiguiendo para terminar con nuestras vidas, solo por ser negras. Me gustaría despertar en una sociedad utópica donde una mujer negra con trenzas pueda ser vista como una persona elegante y no le nieguen trabajo por la forma en la que lleva su cabello. Me gustaría estar escribiendo esto súper contenta, porque por fin las ecuatorianas despertaron y celebran nuestra existencia, la de las mujeres negras, todo el tiempo y no únicamente porque tuvimos los resultados en las arenas deportivas que ustedes querían.
Después de todo solo han pasado 170 años de ser esclavizadas y cada esfera social en la que bregamos por desarrollo es la réplica de una plantación de la colonia española y ustedes nos homenajearán siempre y cuando los hagamos felices. De la misma forma que «Monsieur» Calvin J. Candie celebra la “victoria” de su esclavo después de este asesinara a un hombre negro, como si se tratara de una pelea de gallos o perros –si viste la película de Quentin Tarantino “Django sin cadenas” obviamente entenderás la referencia–.
Ecuador es una nación construida con las manos, el dolor y el sufrimiento de millones de personas negras; su República, mi República ecuatoriana, es negra todo el tiempo, no únicamente cuando se gana en los Juegos Olímpicos. Pero eso sí: los turbantes, las trenzas, los cantos, los bailes, la música son solo nuestros y puedes bailar, pero con nuestro permiso.
Para Neisi y Tamara mi más profunda admiración, apoyo y agradecimiento; ustedes no tienen una idea lo que su turbante representa para la vida de miles de millones de niñas negras que las vieron triunfar y ahora se sentirán más hermosas, porque sí se puede conquistar el mundo con un afro y un turbante. En realidad, toda la vida hemos conquistado el mundo con ellos, solo que ahora nos transmiten en televisión nacional y en Youtube.