Reunión de la Alianza Femenina Ecuatoriana (AFE) en la Casa del Obrero, Quito. Sentada, al centro, Nela Martínez y de pie, primera a la derecha, Luisa Gómez de la Torre. 

 

 

OTRAS MIRADAS

Señores ¡Ya cambien de siglo!

 

Por: Verónica Calvopiña @kinoraxx

Fotos: Créditos: Pacheco / Archivo Martínez-Meriguet

 

Publicado 20 de junio del 2023

 

 

“¿Por qué no puede la mujer ocuparse en la política? La política no es lo que la juzgan nuestros hombres, o más bien dicho, lo que de ella han hecho los hombres que se creen políticos, una cosa áspera y dura, miserable y grosera, un maridaje de traiciones y ambiciones, cuyo fruto es el medro de los más audaces y más cínicos”. 

Este párrafo es parte del artículo La Mujer y la Política escrito en 1944 por Hipatia Cárdenas, escritora y defensora del derecho al voto de las mujeres en Ecuador. Hipatia publicó este texto en medio de un debate en la Asamblea Nacional Constituyente de la época que puso en discusión nuevamente el voto para las mujeres. 

Hasta 1929, la Constitución ecuatoriana solo reconocía el voto a los hombres, pero aunque no lo negaba para las mujeres, en la práctica, ellas no votaban. La política y las funciones públicas se entendían como cosas de hombres. Por ello, Matilde Hidalgo fue la primera mujer en ejercer este derecho el 9 de junio de 1924, inspirada y apoyada por el pensamiento de varias escritoras ecuatorianas como Zoila Ugarte y María Angélica Idrobo, quienes desde inicios de siglo 20 plantearon la necesidad de que las mujeres sean reconocidas como ciudadanas, votantes y parte de la vida pública del país. 

Seis años después del voto de Matilde, la Constitución que nació tras la Revolución Juliana, en,  reconoció oficialmente el voto de las mujeres. Sin embargo, la discusión sobre el voto femenino se mantuvo durante varios años. Según Hipatia Cárdenas, cada vez que llegaban elecciones, a los políticos de la época les daba por volver a discutir si las mujeres estaban o no preparadas para votar o si iban a ser influenciadas por el clero. Otros congresistas se negaban a que la Constitución reconociera el voto femenino pues aseguraban que bastaba hablar de hombres para referirse a toda la especie. Y no faltaba quienes decían que el voto alejaba a las mujeres de sus “deberes en el hogar”. 

Estos discursos no se quedaron en la política del siglo pasado. Es así que hoy el ex legislador de la Izquierda Democrática, Dalton Bacigalupo en una entrevista del 7 de junio decía: “hay mujeres que no les interesa la actividad política, no tienen tiempo, cumplen su deber de madre, cumplen sus deberes al interior de sus hogares, trabajan y de pronto su inclinación no está en la política. No es sencillo buscar perfiles políticos femeninos por estas consideraciones. Siempre el hombre ha estado más volcado a la actividad política, no así la mujer”. 

Pero estas palabras y preguntas no fueron solo de los hombres de la “vieja política” sino también de periodistas. En una rueda de prensa, un reportero volvía un siglo atrás y preguntaba a representantes de organizaciones de mujeres si hay suficientes perfiles preparados para ser binomios. La pregunta no iba a saber si los partidos estaban preparados o qué habían hecho para formar jóvenes y mujeres en sus filas. No, la pregunta, la mirada inquisidora, iba hacia las mujeres y su preparación. 

Las declaraciones de Bacigalupo se daban luego de que el Tribunal Contencioso Electoral TCE, aceptara una de las acciones presentadas por organizaciones de mujeres que pedían que se cumpla con el Código de la Democracia, de manera que en estas próximas elecciones de agosto de 2023 se haga efectiva la cuota de paridad del 50% en los binomios presidenciales y listas de asambleístas. Esta postura se oponía a la decisión que días atrás tomaron el Consejo Nacional Electoral y algunas organizaciones políticas, misma que mantenía la cuota del 30% de paridad en estas elecciones y aplazaba para el 2025 la conformación de binomios presidenciales de un hombre y una mujer. Para las organizaciones, aplicar la paridad del 50%: «era muy apresurado y que no les iba a dar tiempo para conseguir dentro de sus militancias a mujeres y jóvenes»

La decisión final del TCE puso a correr a los partidos y movimientos políticos, para en pocos días, lograr lo que en años no han hecho: ampliar la participación de mujeres en sus listas electorales. A los hombres que se presentaban como presidenciables y querían a otro hombre como su vicepresidente, “les tocó” buscar en la academia,en el periodismo, en todo lado a mujeres para que sean sus binomios. Otros han optado por candidatas que representan una causa como la ambiental. 

Sin embargo, a los candidatos hombres nadie les preguntó si estaban preparados para asumir la presidencia o para ser asambleístas, si iban a ser influenciados por los líderes de sus partidos o movimientos. Menos aún, si iban a dejar las obligaciones en sus hogares y a sus hijos por la vida política. Nadie le preguntó a Bacigalupo quién iba a planchar su camisa o a cocinar su sopa si él optaba de nuevo por la Asamblea. 

Parece que un siglo después, aún se da por sentado que son ellos los predestinados para “liderar el partido”, “asesorar a los y las candidatas” o “conducir los destinos del país». También están los que sacan spots reconociendo como gran descubrimiento que las mujeres “son iguales a los hombres” y proclamándose como sus defensores, como lo hizo el candidato Jan Topic. 

Aunque la paridad se ha conseguido, al menos en números, habrá que ver cuál será el discurso de campaña que enarbolen las mujeres de los binomios presidenciales. ¿Los cuidados? ¿La inclusión social? ¿La educación? Porque eso sí, la política ecuatoriana soporta todo: muertes cruzadas, autoritarismo, corrupción. Todo menos una mujer a cargo de la seguridad o de la economía. Y peor aún, una mujer priorizando la agenda de género y feminista, porque claro, “hablemos de lo realmente importante”. No vaya a ser que enojen a los dinosaurios de la televisión o de los partidos.