Historias #COVID19Ec

 

Sacha Samay: el soplo de vida de las mujeres sanadoras en la Amazonía

Una producción audiovisual colectiva

 

 

Por: Lisset Coba Mejía, Ivette Vallejo Real, Marisol Rodríguez Pérez, Natalia Valdivieso Katsner, Celeste Torres Soya, 

Nathaly Saritama Fernández, Luz Elena Pinzón Sanabria, Renata Mantilla Vásconez

 

Ilustración portada: Angie Vanessita

 

 

Publicado 12 noviembre 2020

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…chocamos con esta pandemia y me asusté un poco porque decían que no hay nada de cura, pero yo aquí primeramente dije “Gracias a Dios que estoy viva, pero yo sé que no he de morir ni me ha de coger. Voy a tratar de preparar las medicinas para prevenir a mis hijos, a otros compañeros y amigas y hermanos”.

 Ana Gualinga, kichwa de Sarayaku, 2020

 

Samay es soplo, aliento, vitalidad que anima la vida. Samay es el poder no sólo de las personas humanas sino también de animales, plantas, árboles, ríos, esteros, piedras, fibras, cerámica. Sacha es la selva cuya evapotranspiración produce humedad, limpia el aire, reproduce nubes que cuando chocan contra los Andes se vuelven agua. Sacha Samay son dos palabras kichwa que nos aproximan al poder que tiene la selva para restablecer los ciclos de la vida y curar, es la voluntad de resistir, de vivir, es la diversidad de la existencia que se produce y reproduce. La Amazonía es el hogar de los pueblos ancestrales. El Covid-19 afecta a esta respiración y a esta vida.

Sacha Samay. Aliento de vida en tiempos de pandemia, es una serie audiovisual documental creada y realizada en minga, en reunión y diálogo entre mujeres diversas, algunas profesoras y estudiantes de universidad, otras mujeres sabias, sanadoras, defensoras de las selvas. A lo largo de siete capítulos, reportamos y aprendemos del Samay o “voluntad de vida” de los pueblos ancestrales de la Amazonía de Ecuador durante la crisis de la pandemia, observamos cómo aquellas definiciones lejanas como “antropoceno” o para ser más precisas “capitaloceno” se vuelven reales cuando nos acercamos a la Amazonía. Nunca deja de sorprendernos cómo el Estado y las transnacionales persisten en concebir a la selva en un saco sin fondo del cual extraer las materias primas para la producción de mercancías y para el provecho de pocos. Sabemos que la propagación de esta pandemia está íntimamente ligada al extractivismo, a la acelerada degradación de los ecosistemas, y al racismo ambiental que concentra y combina las crisis sanitaria, económica y política. 

En Sacha Samay, las mujeres hablamos del sostenimiento y cuidado colectivos, de la utilización de las plantas medicinales de la Selva Viviente. La docuserie busca romper los silencios y  registrar la persistencia del despojo de empresas petroleras, mineras, forestales, hidroeléctricas, durante la emergencia de la Covid-19. En este contexto, las mujeres de distintas nacionalidades amazónicas cuentan cómo enfrentan la pandemia, cómo se organizan, activan redes y entablan alianzas para sanar a  sus familiares y personas que buscan su ayuda.

Buscamos aportar a la visibilización y valoración de conocimientos de las mujeres indígenas y de sus  luchas anti-extractivas para el fortalecimiento del Samay mediante el uso de los recursos y dispositivos de comunicación. Nos trasladamos a otras realidades e intentamos en escucha empática para rearticular geografías y sobrevivir el aislamiento de la pandemia y el racismo. En el trayecto nacen nuevas preguntas sobre ¿qué queremos contar?, ¿por qué hacerlo?, ¿cómo mejorar los recursos? Todavía sin respuestas definitivas continuamos con lo que tenemos y nos inventamos una metodología emergente modesta e impura en lo tecnológico visual, pero claras en nuestros propósitos.

 

 

Aprender haciendo

Nuestras primeras aspiraciones eran sostener el tejido afectivo, las relaciones de reciprocidad entre mujeres. Queríamos también aportar al quiebre de la desinformación, visibilizando la Amazonía como zona de vulnerabilidad sanitaria, pero también de amplio conocimiento sobre plantas medicinales.

Algunas de nosotras nos hemos adentrado en la Amazonía ya hace algunos años, como investigadoras, talleristas, haciendo tesis, acompañando la defensa de derechos humanos. Todas somos aprendices de las mujeres sabias de gran dignidad política que nos acogen en sus hogares, nos enseñan de la selva, de sus historias, de la vida.

La crisis y el aislamiento no nos detuvo en la reinvención de vínculos y metodologías. Nos convocamos para analizar el contexto, nos planteamos una pregunta de investigación ¿Cómo viven la pandemia las mujeres de pueblos originarios amazónicos? ¿Cómo nos mantenemos conectadas con nuestras amigas, nuestras co-investigadoras? ¿Cómo rompemos las brechas digitales? Nos propusimos una metodología inicial: elaborar la secuencia de los capítulos, los guiones, conseguir registros en el mundo digital y realizar otros nuevos.

Es así que una diversidad de voces, experiencias y habilidades se combinaron para lograr Sacha Samay: algunas comunicadoras aficionadas, otras poco familiarizadas con la producción audiovisual y una cineasta. Pese a nuestras desiguales experticias, pusimos en común la escucha atenta y la sensibilidad abierta.  Fueron largas horas de discusión sobre la secuencia de los capítulos, sobre definir en base al material recopilado ¿qué queremos contar? y ¿cómo hacerlo?

El desafío fue tramar durante la cotidianidad de la pandemia, acercarnos afectivamente desde la prolijidad y la ética etnográfica ante la voluntad de vida a contextos de intensos sufrimientos aunque los cuerpos estén distantes. El mundo digital abre las puertas a una amplia gama de registros y nosotras queremos contar, o mejor dicho, facilitar que las mujeres de las nacionalidades amazónicas cuenten su historia. Nosotras somos un equipo de amplificación.

Las mujeres amazónicas indignadas buscan denunciar el abandono del Estado, los abusos de las empresas extractivas, la desinformación y el silencio de los medios de comunicación. Las mujeres sabias buscan compartir sus prácticas y sus conocimientos para la sanación cuya base es su fuerte conocimiento de ecosistemas de selva.

A través de Sacha Samay queremos que sus protagonistas reconozcan las situaciones que narran y también que se reconozcan a sí mismas, para que personas que no están familiarizadas sepa lo que ocurre en la Amazonía. Nancy Santi, Zoila Castillo, Sandra Tupuk, Yadira Sharupi, Ernestina Cerda, Ana Gualinga, Patricia Gualinga, Corina Montalvo, Rosita Aranda, Rosita Canelos, Nema Grefa, Nemonte Nenquimo -entre otras compañeras- compartieron sus palabras con nosotras de forma virtual, y varias grabaron videos, con sus propios celulares a partir de preguntas enviadas con anticipación. También nos permitieron usar material audiovisual que circula por redes sociales, lo que nos brindó la particularidad de sus miradas desde sus encuadres y sus propios dispositivos. Un par de las realizadoras pudieron hacer registros directos, acompañar y hacer entrevistas en campo, al encontrarse en Pastaza y Orellana, durante la pandemia. Nos tocó aprender haciendo junto a las compañeras amazónicas, experimentar y reinventar. Es por eso que decimos que la realización de Sacha Samay es un producto en transformación.

 

 

Ahora más que nunca es importante defender la selva

La pandemia de la Covid-19 ha desnudado las inequidades estructurales pre-existentes en todo el sistema mundo. Los estados tanto en el norte como en el sur global señalan poblaciones desechables: afrodescendientes, indígenas, migrantes, mujeres doblemente empobrecidas y racializadas, adultos mayores, niñas y niños con un limitado acceso a servicios de salud pública. La acumulación de vulnerabilidades incrementa el riesgo de contagio, de padecimiento y de muerte. La enfermedad no nos afecta de forma igual.

La pandemia expone la perpetuidad del despojo de los pueblos indígenas, la falta de insumos médicos, equipos de bioseguridad, equipamiento en unidades de cuidados intensivos, las limitadas condiciones de los hospitales públicos para tratar a pacientes en situaciones críticas. Las unidades de atención primaria de salud, más próximas a las comunidades indígenas son las que tienen mayores carencias.  

La pandemia expone a un Estado codicioso y racista que se preocupa sólo por extraer recursos y obtener divisas pero al que no le duele la deforestación, los desbordamientos de los ríos, las inundaciones, la tala masiva de árboles, los efectos del cambio climático. Menos aún le importan las casi 300.000 personas embebidas en crudo por las roturas de los oleoductos transecuatoriano SOTE y OCP en mayo de 2020 en medio de la pandemia. La negligencia oficial no considera los informes geológicos y de impacto ambiental que desde hace años señalan a la construcción de estos oleoductos y de la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair como factores de riesgo en zonas de alta sismicidad y suelos muy erosionables como estas. Las causas del recientes del derrumbe de la casacada de San Rafael y del derrame de crudo en los ríos Napo y Coca están allí. Resulta irónico pensar en las medidas de aislamiento y de bioseguridad cuando ni la empresas ni las autoridades han demostrado preocupación por los efectos de las aguas contaminadas.

Esta conjunción de discrímenes son resultado de un ejercicio necropolítico, un dejar morir a las poblaciones que se manifiesta en la ausencia de prevención, presupuestos y políticas interculturales para la salud. La política de muerte también se revela en la complicidad estatal, el estímulo a la expansión de las industrias extractivas, nacionales y multinacionales y los oídos sordos de jueces y ministros ante las exigencias de los pueblos indígenas ante los graves desastres que les vulneran. Ante todo esto, la Covid-19 ha significado para los pueblos ancestrales de la Amazonía de Ecuador la necesidad de reforzar sus estrategias de defensa territorial, de sobreviviencia. Para las mujeres indígenas en especial, esto ha significado redoblar su trabajo de atención, cuidado y sanación.

 

 

Mujeres sanadoras

 

Yachakkuna, curadoras o curadores, mujeres y hombres con poder, soplan el aliento de la vida en la cabeza de sus nietos, así les transmiten el Samay, la voluntad de vivir y seguir adelante. Las prácticas de curación en la Amazonía se basan en restablecer el balance de la relación entre los seres del mundo.

Las mujeres kichwa, shuar, achuar, waorani, sapara, shiwiar y de otros pueblos y nacionalidades indígenas recurren a la memoria de lo que les contaron sus abuelas y abuelos sobre las plantas y su uso ante otras epidemias, que en la historia que recuerdan fueron traspasadas por agentes colonialistas.

Mientras en el mundo las transnacionales farmacéuticas compiten por sacar al mercado una vacuna universal para la Covid-19, las mujeres de las nacionalidades amazónicas investigan, experimentan, recrean, reinventan los saberes curativos ancestrales, el uso de cortezas de árboles, raíces y hojas con las que se preparan bebidas medicinales, infusiones y vaporizaciones que aportan a detener y sobrevivir al contagio y a evitar las muertes. Los preparados sirven para fortalecer el organismo, para que los padecimientos no sean tan severos y para que las personas contagiadas puedan recuperarse. 

La pandemia no sólo requiere medicinas, requiere también el cuidado amoroso de los enfermos, el cultivo de la chakra, la recolección de los frutos del bosque, la preparación de comida y medicinas. Esto implica la organización de los sistemas de reciprocidad de los ayllus, que están guiados por las mujeres, la práctica de un sistema de salud propio. De esta forma, Sacha Samay desafía las concepciones de salud y enfermedad apegadas a una cosmovisión científica conservadora.

 

 

Minkanakuy

Sacha Samay es el resultado de la persistencia, las alianzas y la flexibilidad, es decir, de formas de cooperar, ceder y adaptarnos a las circunstancias como modo de trabajo y compromiso político-investigativo. Sacha Samay es una forma de minkanakuy o trabajo en solidaridad, de gestión de cuidados recíprocos, que nos convoca e interpela a no padecer una pandemia en aislamiento, a fortalecer las redes de apoyo, a propiciar encuentros. 

La fuente es la diversidad, la escucha de advertencias y consejos sobre las consecuencias ante las rupturas de la reciprocidad entre ciclos y seres del planeta. La Amazonía es fuente de vida y las mujeres sostienen las vidas con su medicina y sus cuidados en medio de la emergencia sanitaria. Uno de los aprendizajes del Minkanakuy sobre el alivio de los padecimientos es comprender la utilidad del cuidado recíproco, la cooperación y ayuda mutua para sanar y para ser. 

Mujeres como Rosita Canelos nos entregan reflexiones importantes: “ahora más que nunca es fundamental defender la selva porque alberga las plantas medicinales que salvan vidas. El extractivismo mata la selva, mata la vida”. Mantener la Selva Viviente, el Kawsak Sacha – propuesto por los pueblos kichwa amazónicos– permite el ejercicio del autogobierno de la salud y el vivir bien.

En nuestros diálogos, con las mujeres sabias defensoras de la selva, hemos comprendido que la pandemia ocurre porque el mundo está enfermo por el maltrato de la humanidad, hemos aprendido que el mundo necesita sanar y que mucho de la sanación viene de la selva. El esfuerzo por mantener la vida es el aprendizaje. Samay o aliento es la resistencia que mantiene con vida a los pueblos.

 

Mira toda la serie auduovisual documental aquí:

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