Por: Ana Acosta @yakuana
En días pasados sucedieron varias cosas que me motivan a escribir este texto, en el que dos orillas de la política se juntan en un mismo río.
Una semana empezó con la voz de Orlando Pérez, ex director del medio público El Telégrafo y uno de los hombres “duros” de la comunicación del gobierno, recorriendo medios de comunicación públicos y otros aliados para dar su versión sobre la sentencia a 18 días de prisión por violencia y agresión física contra su ex pareja Gloria Ordóñez.
Al finalizar la semana, desde el otro lado de la política, el portal digital 4 Pelagatos, uno de los medios más críticos al gobierno de Rafael Correa, publicó un comunicado con este titular: “4 pelagatos responde a Daniela Chacón y otras damas”.
¿Qué tienen en común los 4 pelagatos, fervientes opositores al gobierno y Orlando Pérez, la voz del oficialismo y la revolución ciudadana? Pues una cosa: ya sea en el oficio pagado por nuestros impuestos en un medio público o ya sea en el periodismo privado te encuentras con aquella especie de difícil evolución: el macho que llevas dentro.
Pérez hizo un recorrido por los medios públicos para limpiar su nombre. En una entrevista en Radio Pública del Ecuador, su colega, Giovanna Tasi, lo entrevistó. Su voz era la de alguien que había sufrido la peor injusticia. Esta injusticia tenía un nombre y una razón: la jueza que llevó el caso “era feminista”. Para Pérez todo esto era una conspiración de la oposición, muy probablemente Lasso y los Isaías habían planeado todo, en esa misma sala, con esas mismas cortinas donde entrevistaron a Capaya. Sí, esa era la razón. Estos poderes habían planeado todo, inclusive que en medio de tantos jueces machistas “amigos” que tiene hoy por hoy Alianza País, justo a él, justo a un ciudadano común como él, le haya tocado una jueza “feminista”. Pobre hombre.
Al otro lado del río de la comunicación, José Hernández, director de 4 pelagatos, compartió el comunicado de respuesta a “Daniela Chacón y otras damas” dando una explicación sobre la suspensión de la columna política de la actual concejala y ex Vicealcaldesa de Quito. Luego supimos que esas “damas” que dejaban también el portal en rechazo a esta suspensión, eran Ana María Correa, María Dolores Miño y Daniela Salazar. Tres articulistas políticas, abogadas de derechos humanos y académicas. Al leer el titular en un momento pensé que era una ironía, como las que suele tener ese medio digital, pero luego supimos que era un comunicado oficial. El argumento de Hernández para suspender la columna de Daniela Chacón decía: “4Pelagatos no puede explicar conceptual y filosóficamente; es decir desde los principios que defendemos la relación entre Chacón y Mauro Terán”. Se refiere al ex asesor de Mauricio Rodas, Alcalde de Quito, acusado por corrupción. Esta relación se comprobaría por una fotografía en la Daniela Chacón aparece con Mauro Terán. Esta fotografía circuló en redes sociales en un pasquín anónimo acompañado de amenazas contra la Concejala. La explicación de Hernández tiene un claro propósito, además: desmentir “la lectura machista derivada de que Mauro Terán aparece en la foto con su mano en la pierna de Daniela Chacón” que las articulistas colocaron en su comunicado. Explicación que Roberto Aguilar, en otro comunicado, contradice, y brinda elementos para ratificar que el pasquín tuvo el efecto deseado: hacer que una mujer política en funciones sea observada y juzgada públicamente por su relación personal y el tamaño de la falda que usa en una fotografía.
Al siguiente día de este comunicado pude conversar con Daniela Chacón; coincidió que habíamos pautado una entrevista sobre el tema de movilidad alternativa. Varias cosas me quedaron de esa conversación, pero sobre todo una: si ella hubiera sido hombre, la suspensión de su columna, las explicaciones y las respuestas posteriores no hubieran tenido ese tufo tan conocido para nosotras las mujeres, cuando ocupamos el lugar de lo público, ese que nos ha sido negado por años.
En este espacio, una de las luchas del feminismo, muy relacionada con el periodismo, ha sido la de cambiar la forma de nombramos, la forma en la que a través del lenguaje nos representamos y nos construimos. Esta forma de nombrarnos a las mujeres, no es una sutileza, es una forma también de construir realidades y reproducir desigualdades.
Me pregunto que hubiera pasado si las 4 personas que dejaron el medio digital eran hombres, el titular hubiera sido: “4 pelagatos responde a Martin Pallares y otros caballeros”. Muy probablemente no. Porque los hombres han ganado el derecho de ser llamados por los logros en su vida pública, profesional, de rango, o cargo y no por la categoría que la sociedad determina que es su lugar moral: caballeros. Los hombres son colegas, son articulistas, columnistas, periodistas o colaboradores; las mujeres son damas.
Esto me recordó a María Paula Romo, en sus varias entrevistas en la radio ser llamada “niña” por otro abogado invitado. Sí, ella, María Paula, la abogada, la decana de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Internacional del Ecuador. Ella en un panel con otros abogados ser llamada “niña” y así con una palabra de dos sílabas, ser ubicada en su lugar: un ser inferior que no tiene capacidades propias para hablar por sí misma. De ahí en adelante, todo lo que diga María Paula Romo debes dudarlo porque no te lo dice una Doctora en Jurisprudencia, sino una niña.
O cuando Diego Oquendo, de Radio Visión, presenta a sus entrevistadas mujeres y describe su cartera y su ropa; porque eso es lo importante para graficar a una mujer en la radio. Siempre me he preguntado ¿De qué color será la corbata o de qué marca el cinturón de sus invitados hombres?. No me imagino a Oquendo, diciendo: “Hoy día nuestro entrevistado es el caballero César Montúfar, guapo el hombre, que viene con una corbata café, de marca y una chaqueta azul con mucho estilo, parece que es muy cara verdad. Le gustan las marcas?”
No puedo imaginar a Ecuavisa, hablando sobre la salida de Carlos Vera de Televistazo, con un comunicado así: “Nuestra explicación de la salida de un caballero de Ecuavisa”.
Recuerdo una conversación con un periodista del diario El Universo, viajando a Pastaza a cubrir la llegada de la Corte Interamericana de Derechos Humanos a Sarayaku. Me decía que para él Ricardo Arjona, no era tan machista, que no entendía porque lo criticaban tanto, y que había peores. Después de una larga discusión de escuchar sus argumentos y los míos, le dije esto: el reggaetón de Maluma es como Febres Cordero, hace lo que dice y dice lo que hace, es directo; en cambio Arjona es como Correa, se toma el lenguaje romántico de la izquierda para hacer algo muy parecido a lo que hizo Febres Cordero. Canta una letra de Arjona con tono de regueton y tienes un perreo sucio igual de machista” Lo convencí, a una hora de llegar a nuestro destino. La metáfora política funciona para este tipo de casos sintomáticos de machismo camuflado en el que puedes criticar a los de la otra orilla y reconocer en ellos a un machista golpeador de mujeres, pero si no sacas al macho que tienes dentro, seguirás llamando damas a tus colegas periodistas y creyendo que eso no es machista.
Bien dicen por ahí, no hay nada más parecido a un machista de derecha, que un machista de izquierda. Yo diría que no hay nada más parecido a un periodista machista de medio público, que un periodista machista de medio privado.
Pd. Escribí a 4 pelagatos preguntando si iban a suspender la columna de Esteban Ávila, articulista de ese medio, que publicó en twitter un mensaje en el que afirmaba que era “lícito sacar a patadas” a dos lesbianas por besarse en una iglesia.
Preguntaba al medio si eso iba acorde a la relación conceptual, filosófica, editorial y de principios del medio. Hasta ahora no tengo respuesta. Esperaré pacientemente porque sé que no rehúyen del debate. O tal vez estoy exagerando, y los caballeros que me escribieron en twitter tienen razón: “el fanatismo feminista” me ha reclutado, algo que ni siquiera ISIS pudo.
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