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La escritora Soledad Puértolas es una de las cinco mujeres que ocupan una de las 46 plazas en la Real Academia Española (RAE), comenzando así a rectificar la escasa presencia de mujeres en éste y otros espacios académicos a lo largo de la historia.  Fotografía de Juan Carlos Hidalgo/EFE

Las mujeres en la academia y su participación pública como expertas

 

Por: Daniela Pérez

Publicado 31 de julio 2022

 

 

En el marco de la pandemia por la Covid-19, la participación de la mujer académica como experta se ha visto reducida. Si bien ésta no es una problemática nueva, pues la desigualdad de participación ha estado presente en la sociedad debido al patriarcado a lo largo de los años, el contexto actual ha aumentado la brecha y ha develado de manera más notoria la discriminación a las mujeres académicas dentro del campo científico.

Tal como lo explica Ana de Miguel Álvarez en su investigación “La construcción de un marco feminista de interpretación: la violencia de género”,  el sistema patriarcal presenta diferentes formas de opresión y legitimación propias. Esto no ocurre solamente en la esfera pública; al contrario, existe también en las prácticas de lo privado. El  patriarcado, a través de sus estrategias de dominación, intenta reducir la participación de las mujeres al espacio doméstico exclusivamente. Esto se da en contraposición a  los hombres, a quienes se los considera “exitosos” debido a que pueden trabajar y profesionalizarse en la esfera pública. Ahora bien ¿qué significa la esfera pública?

Desde la perspectiva de Roger Chartier en su texto “Privado/público: Reflexiones historiográficas sobre una dicotomía”,  la esfera pública está mediada por los medios de comunicación (los cuales emiten una opinión pública desde el poder), la sociedad civil (quiénes disputan la verdad dentro de la esfera pública), los movimientos sociales, entre otros. Los lugares donde se disputa la esfera pública son amplios: la academia, el espacio público, las cafeterías, los bares, los medios de comunicación alternativos, etcétera. Así, la esfera pública está atravesada por distintas estructuras de dominación como son el sexo-género, la raza-etnia y la clase. Estas estructuras de dominación generan exclusión en el uso de estos espacios culturales y académicos donde se disputan, además, los temas de relevancia a posicionar dentro de la opinión pública.

La esfera pública está conformada por lugares donde la sociedad civil conversa sobre temáticas relevantes y políticas. Sin embargo, autoras y autores como Bourdieu señalan que la esfera pública es una creación de la misma burguesía. La razón radica en que estas cafeterías, bares y parques eran habitados, a finales del XIX e inicios del XX, por las personas de clase alta, quienes tenían un gran capital cultural y podían dedicarles tiempo a discusiones políticas. Las personas de clase baja no podían habitar estos espacios públicos debido a que no tenían dinero para cubrir el ingreso y a que no tenían el capital cultural para conversar sobre estas temáticas.  Además, su participación en estos espacios se veía limitada por la restricción estatal que no permitía a las personas de clase baja ingresar a ciertos lugares. Sin embargo, luego de la Segunda Guerra Mundial, la esfera pública ha sido apropiada por movimientos sociales de trabajadores, feministas, y personas de la población LGBTI. Asimismo, la globalización y los estados de bienestar posibilitaron mayor acceso a la información y el conocimiento. Como consecuencia, la esfera pública se ha ampliado. Por tanto, los lugares donde se discuten temáticas políticas y de relevancia social han sido democratizados por los propios actores que antes fueron relegados. La esfera pública, a su vez, abre la posibilidad para que más personas puedan participar en espacios académicos o en el campo científico. 

 Otros análisis de Bourdieu explican que el campo científico está dado por diferentes ámbitos de la producción cultural, como: “la academia”, el “campo literario” y el “campo artístico”.  En efecto, el campo científico se crea a través de la formación de intelectuales en saberes establecidos. No obstante, ganarse un lugar dentro de este campo implica una fuerte disputa dentro del campo intelectual. De esa manera, el campo científico tiene sus propios códigos legítimos de reconocimiento, tales como cátedras en universidades, artículos indexados, libros publicados, entre otros El campo intelectual es a la vez un espacio de lucha por la definición de la cultura legítima, lucha que enfrenta a quienes se hallan situados en diferentes rangos –dominantes y aspirantes “establecidos” y “recién llegados” – pues no todas las personas cuentan con el mismo poder para definir cuál es la cultura legítima. A las mujeres académicas se les dificulta más esta lucha por establecerse dentro del campo científico debido a sesgos de género dentro de la academia, acoso dentro de las instituciones, y brechas salariales.

Estudios sobre equidad de género en la docencia y la investigación han encontrado que esta brecha salarial se exacerba en puestos de trabajo que exigen mayor toma de decisiones y posiciones de liderazgo, los cuales requieren mayores esfuerzos por parte de las mujeres debido a que las responsabilidades domésticas siguen recayendo principalmente sobre ellas. Es decir, las mujeres en estos cargos deben realizar el doble de esfuerzo de mantenerse en estos puestos mientras que siguen realizando los trabajos no remunerados y de cuidado dentro del hogar.

Por su lado, Carolina Peña – economista feminista con especialización en género, violencia y derechos humanos, y coordinadora de proyectos y estudios de género en Fundación Investoria  – comenta que “la credibilidad sigue del lado de los hombres y la invisibilidad está del lado de las mujeres”, pues los medios de comunicación tradicionales tienden a dar más espacio a los hombres para la divulgación de conocimiento científico.

Por su parte, Rebeca Sánchez Montenegro  –socióloga maestrante en estudios de la cultura con mención en género y becaria en la Universidad Andina Simón Bolívar  – cuenta que, en su espacio de estudio de género no se ha encontrado con deslegitimación por ser mujer. Sin embargo, cuando ha trabajado con diversos especialistas que no se enfocan en género ha sentido que su trabajo como maestra es menos valorado que el de los hombres.   Por eso, considera que para abrir más espacio para las mujeres dentro de la academia es importante incluir una perspectiva de género en todas las disciplinas.

De igual manera, la escritora Soledad Puértolas, una de las cinco mujeres que ocupan una de las 46 plazas en la Real Academia Española (RAE), considera que  se debe seguir luchando por abrir más espacios para la participación de las mujeres en las distintas áreas de conocimiento. Finalmente, señala la necesidad de cambiar los comportamientos y las ideas sexistas que limitan la participación estable de las mujeres en las distintas esferas de la sociedad.