Los cuidados:
la actividad que mueve el mundo y que nadie paga
Por Eugenia Rodríguez @RodriguezEugeOk *
Ilustración Luisina De Santiago @lula.desant
Medio: Reveladas @reveladasweb
Publicado 03 de mayo de 2021
El contexto global de pandemia por Covid-19 y la emergencia sanitaria consecuente evidenciaron aún más la importancia que los cuidados tienen para el sostenimiento de las familias, para la salud, el trabajo, la economía, y la reproducción misma de la vida. Al mismo tiempo, profundizaron las desigualdades en torno a estas tareas que, siendo claves para el sistema productivo, no son valoradas como tal.
¿A qué llamamos tareas de cuidado? ¿Quiénes las realizan y por qué? ¿Cuánto tiempo demandan? ¿Cuánto valen? ¿Qué políticas públicas requieren? Estos son algunos de los interrogantes que vale la pena indagar para reflexionar sobre estas actividades indispensables para nuestra existencia.
Al hablar de tareas domésticas y de cuidados se hace referencia a todas aquellas actividades que permiten la crianza, salud, educación, contención afectiva e inserción social y laboral de las personas. En otras palabras, limpiar, cocinar, planchar, lavar, realizar compras, ayudar con las tareas escolares, cuidar de niñxs, adultxs y personas con discapacidad, trasladarlxs, cuidar mascotas y todo aquello que en el día a día busca sostener la calidad de vida de la forma más digna posible.
El ordenamiento de estas tareas en la sociedad está marcado por su desarrollo al interior del núcleo familiar y por recaer casi exclusivamente en los hombros de las mujeres, lo que incide en su tiempo, sus ingresos, y su salud física y mental.
De acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) a escala mundial las mujeres dedican en promedio 3,2 veces más tiempo que los hombres a la prestación de cuidados no remunerados, lo que representa unas 4 horas y 25 minutos al día frente a 1 hora y 23 minutos en el caso de los hombres. Así, en un año las mujeres destinan en total 201 días de trabajo (sobre una base de ocho horas diarias) en comparación con 63 días de trabajo de los hombres.
En Argentina, según la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC, 2013), las mujeres “realizan el 76 por ciento de las tareas domésticas no remuneradas y les dedican un promedio de 6,4 horas semanales, en tanto que sólo el 57,9 por ciento de los varones participa en estos trabajos, a los que les dedican un promedio de 3,4 horas semanales”. En el caso de aquellas familias con niñxs menores de seis años, el tiempo dedicado por parte de las mujeres se incrementa a 9,3 horas diarias, incluso una mujer con empleo dedica más horas al cuidado que un varón desempleado, según la misma fuente.
Esta división sexual del trabajo en el sistema capitalista y patriarcal que asigna un supuesto destino biológico a las mujeres, atado a sentimientos de amor y abnegación, para la realización de estas actividades incide a su vez en que su participación en el mercado laboral sea más baja que la de los varones. Además, acceden a trabajos más precarios e informales y están más expuestas a la desprotección social.
Según datos del INDEC para el último trimestre del 2019, la tasa de actividad en mujeres se sitúa 20 puntos por debajo de la de los varones (49,4 y 69,4 respectivamente) y lo mismo sucede en las tasas de empleo (44,7 en mujeres y 63,6 en varones). Las mujeres son las que sufren los mayores niveles de desempleo y precarización laboral y ganan un 29 por ciento menos, lo que en las asalariadas informales asciende a 35,6 por ciento.
Un factor a tener presente en este esquema es el de los recursos disponibles de las familias para resolver estas tareas, más aún en coyunturas marcadas por el incremento del desempleo y la pobreza, ya sea por la aplicación de políticas de corte neoliberal que reducen la inversión pública en sectores claves y promueven el ajuste y la desregularización como, en estos últimos meses, por la incidencia de los efectos causados por la pandemia mundial.
Aquellas familias con ingresos más precarios suelen verse obligadas a recurrir a familiares -generalmente otras mujeres- redes de vecinas y estrategias comunitarias, sobre todo si se trata de jefas de hogar que dependen únicamente de su trabajo remunerado para subsistir, en tanto que las que tienen mayor poder adquisitivo suelen tercerizar los cuidados, ya sea en jardines privados como a través de la contratación de trabajadoras del sector, las que también suelen ser mujeres empleadas en condiciones laborales precarias. La oferta pública se caracteriza por ser deficiente.
Como se señala en el documento Hablemos de cuidados de la Mesa Interministerial De Políticas De Cuidados del gobierno argentino, desde una mirada interseccional cabe señalar también “la existencia de ‘cadenas migratorias de cuidados’ donde las tareas de cuidado en países centrales suelen ser tercerizadas a mujeres migrantes. Esto mismo se repite dentro de nuestro propio país con dinámicas de migración limítrofe e interna hacia los centros urbanos de mujeres muchas veces provenientes de comunidades rurales o indígenas o de países limítrofes”.
Se trata entonces de tareas indispensables para la sostenibilidad de la vida, cuya organización responde directamente a la estructura de funcionamiento del sistema capitalista, que se realizan sin reconocimiento económico alguno pese a que tienen un vínculo estrecho con el mundo productivo en tanto reproducen la fuerza de trabajo que éste necesita, y que generan desigualdad económica y se sustentan en la desigualdad de géneros.
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La principal actividad económica del país
En septiembre de este año por primera vez el Estado argentino cuantificó el valor de las tareas domésticas y de cuidados no remuneradas en el mundo económico en su conjunto. Según el informe Los cuidados, un sector económico estratégico. Medición del aporte del Trabajo Doméstico y de Cuidados no Remunerado (TDCNR) al Producto Interno Bruto difundido por la Dirección de Economía y Género del Ministerio de Economía Nacional, estas tareas representan un 15,9 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI), seguidas por la industria (13,2 por ciento) y el comercio (13 por ciento), lo que alcanza un valor de $4.001.047 millones de pesos.
En cuanto al aporte por género “el 75,7 por ciento proviene de tareas realizadas por mujeres. Es decir, las mujeres realizan más de las tres cuartas partes y, de este modo, dedican, el total de ellas en su conjunto, 96 millones de horas diarias de trabajo gratuitas a las tareas del hogar y los cuidados”. En términos de valorización monetaria “las mujeres aportarían $3.027.433 millones (75,7 por ciento) a la economía, mientras que los varones aportarían $973.613 millones (24,3 por ciento). Es decir, las mujeres aportan 3 veces más al PBI en el sector con mayor relevancia y más invisibilizado de toda la economía nacional”.
En la pandemia, estas tareas aumentaron ante el cierre de escuelas, clubes, centros comunitarios, jardines infantiles. En ese sentido el informe indica que “la participación del sector sobre el PBI en pandemia es de 21,8 por ciento, y muestra un aumento de 5,9 puntos porcentuales con respecto a la medición sin pandemia”. Es decir que “lejos de apagarse, la economía de los cuidados se enciende y sostiene el funcionamiento social y este aumento recae principalmente sobre las mujeres y reproduce una lógica de desigualdad”.
“La actividad de reproducción social no asalariada es necesaria para la existencia del trabajo asalariado, para la acumulación de plusvalor y para el funcionamiento del capitalismo como tal. Ninguna de estas cosas podría existir en ausencia del trabajo doméstico, la crianza de niños, la enseñanza, los cuidados afectivos y toda una serie de actividades que sirven para producir nuevas generaciones de trabajadores y reponer las existentes, así como para mantener los vínculos sociales y las mentalidades compartidas. La reproducción social es una condición de fondo indispensable para la posibilidad de la producción económica en una sociedad capitalista”, describe la filósofa política y feminista estaodunidense Nancy Fraser en el texto Las Contradicciones del Capital y los Cuidados.
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No es amor, es trabajo
Esta frase convertida en bandera de lucha y con mayor visibilidad en la agenda pública por la cuarta ola feminista con los paros internacionales de mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries, y las masivas movilizaciones del Ni Una Menos, se hace carne en las amas de casa, en las trabajadoras de casas particulares, en las que sostienen espacios comunitarios que dan alimento y cuidado a miles de personas.
En la Argentina, la principal ocupación de las mujeres es el servicio doméstico remunerado: representa el 16,5 por ciento del total de empleo de las mujeres ocupadas y el 21,5 por ciento de las asalariadas.
Juana del Carmen Britez es la secretaria de organización de la Unión Personal Auxiliar de Casas Particulares (UPACP) el primer sindicato del sector, y vicepresidenta de la Federación Internacional de Trabajadoras Domésticas, al ser consultada se refirió a la falta de reconocimiento de las trabajadoras domésticas dentro del sector de cuidados: “Tanto en la Argentina como en el mundo las trabajadoras domésticas siguen sin ser reconocidas como trabajadoras. En nuestro país tenemos desde el 2013 la ley 26.844 protectora de los derechos de las trabajadoras que equipara casi en su totalidad a la Ley de Contrato del Trabajo, a pesar de que es un régimen especial mejoró la registración y la seguridad social”, no obstante ello actualmente “hay 1.400.000 trabajadoras no registradas, un 75 por ciento, y unas 650 mil -que en pandemia bajaron a 450 mil- registradas. La no registración también es un sistema de violencia”.
“Muchas veces el empleador se ve como tal en una pyme o en un comercio, pero cuando llega a su casa no se ve como empleador con respecto a la trabajadora doméstica, considerada como la la persona que ayuda pero sin derechos”, señaló en torno al imcumplimiento de la normativa que obliga a la registración de las trabajadoras. En tanto que aseguró que la crisis de pandemia “evidenció aún más la cantidad de trabajadoras sin derechos y su vulnerabilidad, ya que no se les quiere pagar el sueldo o se las despide pese a los decretos del Poder Ejecutivo que lo prohíben. Muchos trabajadores y trabajadoras de otros sectores salen a trabajar porque tienen a una trabajadora en su casa que resuelve las tareas de cuidados, por eso nos empezamos a contactar con distintos sindicatos que hoy están dando capacitaciones a sus trabajadores sobre la registración de las empleadas domésticas”.
“Nosotras hablamos de dos tipos de cuidados: el cuidado remunerado que se hace en el espacio laboral y el trabajo no remunerado, ya que al volver a tu casa realizás las mismas tareas de cuidado de la familia, comida y limpieza, es una doble jornada. Y en este sentido nos preguntamos qué pasa con el tiempo de la trabajadora, que no puede descansar ni acceder a momentos de recreación propia, sumado a que económicamente los salarios son uno de los más bajos del país y la mayoría de las trabajadoras son jefas de familias”, describió Britez.
Sobre las demandas al Estado indicó que “las trabajadoras no consiguen jardines maternales estatales y con su salario no pueden pagar un privado. Además tenemos que seguir ganando derechos como el fondo de desempleo, la antigüedad, y tiene que haber una campaña fuerte sobre el tema de la registración”.
Por su parte, Rita Colli, secretaria general del Sindicato de Amas de Casa (Sacra) de la provincia de Santa Fe, contó: “Venimos luchando por el reconocimiento del trabajo no remunerado de las mujeres como algo socialmente necesario y económicamente productivo desde hace cuatro décadas, la diferencia es que se ha vuelto central en el debate de derechos a partir de la lucha de las mujeres y el feminismo y su presencia masiva en las calles. El primer antecedente lo recogemos de la obra de Eva Perón que planteaba en el capítulo ‘Una Idea’ de su libro la Razón de Mi Vida, que ‘nadie puede decir que no sea justo pagar por un trabajo que, aunque no se vea, requiere cada día el esfuerzo de millones y millones de mujeres cuyo tiempo, cuya vida, se gasta en esa monótona pero pesada tarea de limpiar, cuidar, servir, criar…’. Bregamos por el derecho a un salario, a jubilación, a obra social y el derecho a agremiarse como las cuatro banderas principales del sindicato. También reclamamos por una ley de jubilación para las amas de casa, en tanto que un capítulo aparte representa lo que significó la moratoria previsional que permitió que más de dos millones y medio de mujeres se jubilaran, una de las políticas más inclusivas que se conocen en el mundo en materia de género”.
La entrevistada se refirió luego a la importancia de “haber creado hace 20 años la obra social sindical, que le permite a cualquier mujer mayor de 18 años que sea ama de casa, poder presentarse y acceder a los beneficios”, y resaltó que “actualmente la Cámara de Diputados de la Nación dio media sanción a un proyecto impulsado desde nuestro sector que incorpora al Programa Médico Obligatorio (PMO) de las obras sociales la asistencia integral de los tratamientos para las víctimas de violencia de género”. Al tiempo que mencionó como eje de las demandas actuales, “la creación de un ingreso familiar básico que pueda ser percibido por el ama de casa en cada hogar y que le permita tener cobertura de la seguridad social. El concepto del trabajo es el que organiza la sociedad y el Estado debe reconocer a las mujeres por su rol en el trabajo no remunerado”.
En números, Colli graficó: “En Argentina más de 13 millones de mujeres hacen trabajo no remunerado de las cuales 1 millón cobra -que son las empleadas de casas particulares- y 12 millones no. Si bien no pretendemos que cobremos todas, planteamos que de ese universo un 54 por ciento solo hace trabajo en su casa, y es necesario reconocerlo con un ingreso” y consideró que “la pandemia puso blanco sobre negro sobre este tema y nos mostró a todos lo que significa el mundo del cuidado, las horas e indicencia que tiene y que si nosotras paramos, se para el mundo y ello impacta directamente en la economía”.
“Creemos que una sociedad más justa y equitativa se garantiza si somos capaces de reconocer ese trabajo dentro del hogar. Tiene que ver también con promover la independencia económica de las mujeres, que se puedan plantar en la vida de otra manera y enfrentar los vínculos violentos sin depender para sobrevivir del varón y que se le permita a esa mujer ir preparando su futuro previsional. El trabajo ordena la vida de las personas y la dignifica, si consideramos que las tareas de cuidados representan el 60 por ciento del trabajo que se hace en el mundo, son las únicas que no se pagan y las únicas que no se puede dejar de hacer, es evidente que se necesita una política revolucionaria que cambie la configuración patriarcal y capitalista de este trabajo”, remarcó la dirigente gremial.
El Ministerio de Desarrollo Social de Argentina impulsó este año la creación de la Dirección de Cuidados Integrales que busca visibilizar y valorizar el trabajo comunitario de cuidados. La docente y socióloga feminista Carolina Brandariz está al frente del área, y al ser consultada para esta nota comentó: “Venimos uniendo fuerzas con las trabajadoras de la economía popular, que son aquellas compañeras que sostienen toda una gran red de cuidados comunitarios en los barrios populares, a las que muchas veces por no poder prescindir de cuidar se les dificulta la incorporación a un esquema de trabajo formal. Son las que se encargan de todo el trabajo vinculado a las organizaciones, que sostienen los comedores, los espacios de las infancias, de cuidados de las personas mayores y cuyo trabajo aún no es reconocido como tal, pero estamos en el camino de que haya un proceso de valorización social y salarial”.
Respecto del contexto de pandemia, la funcionaria de recorrido en la militancia social y sindical, señaló que “se cuadruplicó la demanda porque barrios enteros tuvieron que dejar de trabajar producto del aislamiento y familias que antes no asistían a los comedores tuvieron que hacerlo, con lo cual implicó una sobrecarga de trabajo inmensa para estas trabajadoras que además tuvieron que resolver las cuestiones de seguridad e higiene y la asistencia alimentaria” y anticipó que “la idea desde el Ministerio es otorgar un reconocimiento salarial en diciembre”.
“Venimos trabajando con distintas herramientas que se formaron en el universo de la economía popular vinculadas al cuidado, es el caso de lxs promotorxs comunitarios que han organizado la situación sanitaria más crítica, los espacios de primera infancia y de cuidados de personas mayores, las trabajadoras socio-comunitarias que sostienen merenderos y comedores y quienes llevan adelante esquemas de promoción de los derechos del género. Hay que ir abonando a una transformación social en la cual el cuidado no necesariamente esté feminizado, que pueda ser una responsabilidad del conjunto de la sociedad y aportar a la deconstrucción de los estereotipos de género”, remarcó sobre las estrategias implementadas desde la Dirección.
Y finalizó: “En la medida que se jerarquice ese trabajo vinculado a las tareas que sostienen las trabajadoras de la economía popular, en la medida en que se mejoren las condiciones de infraestructura social en las cuales se otorgan estos cuidados, a su vez se garantiza de mejor manera el derecho a ser cuidados para todas aquellas comunidades que muchas veces no acceden al mismo”.
Los cuidados en la agenda del Ministerio
El Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad creado en 2019 por el nuevo gobierno nacional y fruto de la lucha de los movimientos feministas y de la diversidad en las calles, tiene en su estructura una Dirección Nacional de Políticas de Cuidado.
Lucía Cirmi Obón es economista feminista y está al frente de la Dirección. En una entrevista para esta nota señaló que “las tareas de cuidados mueven el mundo, entre las cosas que se hacen dentro de los hogares y en la comunidad, llevando a las personas mayores al médico, a los más chicxs a la escuela, planchar, cocinar, son tareas que no solo tienen un valor en sí mismo sino que hacen posible el desarrollo de todos los otros trabajos. Transformar este sistema implica sacar al cuidado del ámbito familiar, privado y particularmente femenino y ponerlo en el ámbito público, social y de todas las identidades, y todo eso es un gran ejercicio de redistribución de tiempos y de recursos, tenemos un desafío no solo cultural sino también económico”.
Sobre la agenda de cuidados del área indicó: “Nos propusimos cuatro acciones específicas que aún en este contexto de pandemia hemos podido cumplir. Una ha sido un Mapa Federal de los Cuidados para visibilizar todos los espacios donde se brinda cuidado, estamos firmando convenios con distintos organismos y universidades para llevar adelante encuestas pequeñas y entrevistas en distintos lugares del país para ir nutriendo ese mapa. En segundo lugar, constituimos una Mesa Interministerial de Políticas de Cuidados para articular todas las políticas que se hacen e inciden en la organización de los cuidados y analizar desde dónde parte el Estado argentino para construir una organización más justa. En tercer lugar lanzamos la campaña Cuidar en Igualdad con la idea de discutir federal y culturalmente cómo cuidamos hoy y cómo queremos cuidar en el futuro. Estamos realizando parlamentos territoriales del cuidado en todas las provincias del país y es una experiencia participativa muy importante porque aboga al último pilar de la agenda que se anunció recientemente y que tiene que ver con la conformación de una comisión redactora para preparar un anteproyecto de ley de Sistema Integral de Cuidados con Perspectiva de Género, va a ser un proyecto participativo en el que se va a escuchar a todos lo sectores para sentar precedente de un cambio de paradigma en torno a este tema”.
Analizando la coyuntura actual y los desafíos de las políticas públicas, Cirmi indicó: “La economía del cuidado es la única parte de la economía que no se paró en la pandemia y todo el mundo lo vio. Los estereotipos de cuidado se transforman desde la política pública, hay un círculo vicioso entre lo que la sociedad espera que unx haga, lo que unx decide al interior de los hogares, y lo que pasa en el mercado de trabajo, y para romperlo es la política pública la que tiene que tiene que tirar la pelota para otro lado y entender que el Estado, las empresas, los sindicatos, la comunidad tienen que velar por la corresponsabilidad. Se trata de hacer política económica feminista, es poner la sostenibilidad de la vida en el centro y es devolverle a la economia los fines últimos por los que debería trabajar todos los días”.
Sin duda, planificar un abordaje integral de los cuidados implica analizar las distintas dimensiones y sectores involucrados, sus impactos en el mercado nacional, la generación de empleo, la reducción de brechas y de la desigualdad de géneros. Al respecto, desde el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) se señala “la respuesta a un problema estructural tiene que ser sistémica. Garantizar el derecho a cuidar de las personas que eligen hacerlo y el derecho a recibir cuidado de calidad de aquellas que los necesitan se asienta en la capacidad del gobierno nacional y los gobiernos provinciales para consolidar un Sistema Integral y Federal de Cuidado. Para avanzar en esta dirección el sistema debe seguir cuatro principios: reconocer socialmente el valor del cuidado, redistribuir el cuidado, reducir la carga de cuidado de las familias y representar a las trabajadoras del cuidado”.