Escuela Mujeres de Frente
Por Belén Febres Cordero – Wambra Radio
“Mujeres de Frente” nació en el 2004 como un colectivo de autoconciencia feminista en la cárcel de mujeres. Tras cuatro años de trabajo, sus integrantes crearon la escuela que lleva el mismo nombre. A través de una metodología que parte de las lógicas de la educación popular y la educación activa, este centro genera un espacio de aprendizaje donde mujeres que no accedieron a la educación primaria, intercambian sus experiencias, conocimientos e historias.
A las cuatro y media de la tarde de un lunes de diciembre, siete mujeres comparten, entre risas y en voz alta, confesiones, té y pristiños. Mientras tanto, dos niñas y un niño juegan en un patio de piedra con un coche de plástico, que hace mucho fue rosado. No están en una de las cafeterías de Quito ni en la casa de una ellas, sino en la cocina de un centro educativo: la Escuela Mujeres de Frente.
En esta escuela el aprender a leer y escribir no es el único objetivo que reúne a mujeres tanto de 18 como de 70 años que no han tenido acceso a la educación primaria, es un espacio también para compartir, un lugar de complicidad e intimidad femenina. Es por esta razón que Tania Cruz, una de las facilitadoras de la escuela, considera que “este es un lugar donde nos permitimos estar con nosotras mismas, haciendo algo que nos genera placer y conocimiento, sin que haya alguien diciéndonos qué hacer o cómo hacerlo”. Pensar la educación desde y con las mujeres, desde el feminismo y la educación popular, es lo que diferencia a este proyecto de otros centros de alfabetización para adultos.
La escuela inicialmente se enfocó en mujeres que habían estado en la cárcel, para luego expandirse a cualquier mujer que quisiera aprender a leer y escribir. Se ha llevado a cabo un programa personalizado de enseñanza donde cada alumna construye su propio aprendizaje y lo hace a su propio ritmo y a la vez se incentiva el intercambio de conocimientos y experiencias. “Estudiamos solas pero si no sabemos algo, le preguntamos a la persona de al lado, es un trabajo en conjunto”, comenta Beatriz Guachisaca, quien se encuentra cursando el tercer nivel en la escuela. Beatriz explica que esta metodología le permite seguir aprendiendo incluso cuando no está dentro del aula. “Si no tengo que trabajar en la casa, cojo un libro y un cuaderno y sola me pongo a estudiar. También mi familia me ayuda, por ejemplo, me hacen dictados, y así poco a poco voy avanzando”, cuenta.
Educación más allá de los índices
Pascale Lasso, encargada de la parte metodológica, explica que la alfabetización para adultos suele ser contemplada únicamente como índices que los países deben cumplir, lo cual resulta en una homogenización de la educación y en un descuido en la metodología que se utiliza.
De igual manera, Andrea Aguirre, otra de las facilitadoras del centro, cree que la fortaleza de la metodología utilizada en la escuela “Mujeres de Frente”, la cual parte de la educación popular y activa, es que permite crear un material que se relaciona directamente con las realidades concretas de las mujeres y se inspira en sus propias historias de vida.“Los sistemas normalizados de educación por obvias razones no responden a las necesidades concretas y complejas de la gente, sino a las institucionales. En cambio, el nuestro no es un material marciano, no hay papá que fuma la pipa ni elefantes del África.
Por esta razón las paredes del aula están forradas, no con páginas de libros ya escritos ni materiales comprados, sino con cartulinas de colores que llevan escritas a mano oraciones que describen el día a día de las personas que la ocupan.
Para Andrea, el material no debe acoplarse a la realidad de las alumnas únicamente en el contenido, sino también en la forma. “La falencia principal de la educación para adultos es no entender que no todos los estudiantes son hombres jóvenes de 20 años”, expresa. “Por ejemplo, nosotras descubrimos que el tamaño de la letra del material que existe es muy pequeño para las mujeres de edad avanzada y que el trabajo doméstico genera efectos concretos sobre los cuerpos de las mujeres. El material tiene que acoplarse a estas necesidades también”, añade. Sin embargo, para hacerlo se necesita dinero y el aspecto económico es la mayor dificultad identificada por quienes llevan a cabo esta iniciativa. Las nueve facilitadoras que trabajan en la escuela lo hacen de manera voluntaria y están intentando realizar programas de autogestión para seguir adelante con el proyecto.
Aun así, han encontrado maneras que no dependen del financiamiento para adaptarse a las realidades de las mujeres. El funcionar en horarios intensivos dos días a la semana es una de ellas. “Hay mujeres que están en el trabajo informal que no pueden darse el gran lujo de irse toda la semana a estudiar, pero que sí pueden darse el pequeño lujo de venir dos días”, explica Stephany Cárdenas, integrante del proyecto.
Además, las facilitadoras han identificado al cuidado de los niños y niñas como una de las razones por las cuales las mujeres no acceden a la educación. Por esta razón, ellas también crearon un espacio de cuidado infantil, tanto para hijos e hijas de alumnas de la escuela como para madres que aunque no estén estudiando, necesiten un lugar seguro donde dejar a los y las menores.
Gloria Armijos, encargada de esta parte del proyecto, opina que hace falta un plan de reinserción a la sociedad para que la realidad de las mujeres que han estado en la cárcel no se repita en sus hijas e hijos. “Nos enfocamos en las estadísticas y nos olvidamos del ser humano. No podemos exigir que no haya reincidencia si no creamos programas reales de reinserción. Pero la sociedad no ve eso, las mujeres no existen para la sociedad en este sentido, solo existen como cifras, cuando caen presas”, dice.
“Dijeron que nosotras no podíamos estudiar sólo por ser mujeres”
El cuidado de las y los niños es solo una de las razones por las que las mujeres no acceden a la educación. Las facilitadoras de la escuela cuentan que todas las compañeras comparten historias de trabajo infantil fuera del núcleo familiar, ya que las mujeres están involucradas en contextos sociales en los que tienen que aportar a la economía de sus hogares.
Otro factor es la migración del campo a la ciudad para trabajar, sobre todo en el sector informal y en el servicio doméstico. También, son reiterantes las historias de privación de la educación por el hecho de ser mujeres. Manuela Suárez, quien ha atendido a la escuela durante dos años, cuenta que esta fue la razón por la cual ella no tuvo acceso a la escuela. “Cuando era pequeña mi padre nos mandó a trabajar desde muy chicas a las mujeres. Dijo que nosotras no teníamos derecho a estudiar, solo los hombres, porque las mujeres servíamos solamente para hacer las cosas de la casa” recuerda.
Pascale, conocida en la escuela como Paz, cuenta que son estos los aspectos de la vida de las mujeres que intentan cambiar a través de la educación. “No sabemos hacia dónde nos llevarán nuestros esfuerzos, esperamos que lejos, pero no nos interesa mucho el futuro en este sentido. Nuestra militancia es en el presente porque queremos transformar nuestras vidas aquí y ahorita”, concluye Paz. En la “Escuela Mujeres de Frente” la letra con amistad entra, y así lo están haciendo.