Por: Juana @wambraradio
Xavier Laso, canciller encargado, fue invitado para inaugurar el Congreso Latinoamericano de Ciencias Sociales en FLACSO. Llegó feliz, bien vestido, como solo puede hacerlo alguien que trabaja en la diplomacia. Auditorio lleno de estudiantes, académicos, montón de funcionarios públicos y gente de a pie que llegó en busca de debates sobre la sociedad de hoy. Todo era de maravilla, la noche auguraba lo mejor, pero algo sucedió.
Xavier, ex alumno de Flacso, empezó su discurso bromeando con un viejo profesor presente y pidiéndole disculpas por haber organizado, en su época de estudiante, una huelga estudiantil. Chiste que de plano le ubicó, para los visitantes extranjeros, como un personaje no solo carismático, sino revolucionario (cabe recalcar que en aquella época los jóvenes que hacían huelga no lo hacían drogados) En esa misma línea, muy conmovido, se solidarizó con Oscar López Rivera, preso político que lleva detenido en Estados Unidos más de 34 años.
Es que claro para ser revolucionario hay que criticar con fuerza las terribles violaciones a los derechos humanos por parte del imperio (entiéndase gringo porque el chino bien gracias) y lo digo enserio, ¿quién no puede sino rechazar las acciones arbitrarias de Estados Unidos con sus presos políticos, con sus invasiones, sus guerras? Yo las rechazo. ¿Pero, eso me quita la capacidad crítica de mirar las violaciones en mi propio país? No. Y eso es lo que un grito de una joven recordó a Xavier Laso.
Desde algún lugar del público el grito irrumpió: “!Libertad a todos los detenidos en el Paro Nacional!”. Silencio. El público reaccionó y respondió con más gritos de “!Libertad, libertad, libertad!” “!Libertad 26 de Saraguro!, ¡libertad a todos los tenidos en el Levantamiento indígena!”. ¡Libertad, libertad!. Aplausos largos.
Xavier Laso, como si un viento le hubiera despeinado y la altura de Quito le hubiera hecho perder el aliento, respondió entre pausada y alterada diplomacia que él no estaba ahí para confrontar, y que incluso permitía todo tipo de expresiones, como si ese grito hubiera necesitado su permiso para hacerse escuchar.
Xavier Laso ya no fue el mismo, y la inauguración del Congreso de Ciencias Sociales tampoco. La posterior conceptualización de la desigualdad, el llamado al pensamiento crítico, la descolonización de Aníbal Quijano, no pudieron sino confrontarse con la realidad de afuera del auditorio de Flacso, donde más de 100 indígenas están judicializados y más de 60 están detenidos después de las jornadas de movilización del Paro Nacional y el Levantamiento, donde se exigían entre otras cosas: no al cierre de las escuelas comunitarias, el respeto a la educación intercultural, el libre ingreso a la universidad, la no elitización de la educación pública, el archivo de las enmiendas a la constitución, el alto al extractivismo petrolero y minero en territorios indígenas, el archivo de leyes y decretos anti obreros. Peticiones que según el gobierno y Telesur solo la CIA y la ultraderecha internacional pueden pedir para desestabilizar a un gobierno revolucionario.
Quiero pensar que Xavier Laso – el magnífico entrevistador, el generador de diálogos respetuosos entre quienes piensan distinto- no sabía de esta situación, talvez ha llevado mucho tiempo fuera, talvez no le gusta ver la tele o talvez simplemente su pensamiento crítico, como el de muchos que se han quedado en el gobierno, es aplicable a la realidad solamente fuera de las fronteras, allá donde no les afecte, donde no les toque y no mueva ese espacio de confort al que se han acostumbrado. Talvez el grito no solo fue para Xavier Laso, sino para toda esa academia cómoda que sirve vino para brindar con el poder, habla de los desposeídos, de los subalternos, cuando ellos están en las cárceles, habla del buen vivir para la tecnocracia, lanza libros sobre los pueblos indígenas y su lucha petrificada en el pasado, porque en el presente esa lucha es desestabilización. Talvez el grito de aquella mujer era para todos y todas.