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Tribunal simulado que se encuentra en el Centro Salud Justicia y pertenece al Proyecto Empoderar. (Foto por Norihelys Ramos Rodríguez)

 

Acompañamiento desde la sensibilidad, la justicia que merece la niñez y juventud sobreviviente de abuso sexual en Puerto Rico

 

 

Por Norihelys Ramos Rodríguez

Publicado 31 de julio del 2022

 

 

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En Puerto Rico, anualmente, más de 5 mil menores sufren abuso sexual, negligencia y maltrato físico o emocional. Entre el 2018 a 2021 se registraron 20,864 casos. Se estima que hay 10 sobrevivientes por cada mil menores residentes en el archipiélago caribeño, según el perfil del Instituto de Estadísticas.

Tanto el sexo femenino como el masculino sufrió algún tipo de maltrato. Sin embargo, las niñas y adolescentes fueron las principales víctimas de abuso sexual. Ellas representan el 82% de los 480 casos reportados en los pasados años. Este estudio no incluyó datos sobre la niñez y juventud trans y no binarie del país.

Las organizaciones que trabajan diariamente con sobrevivientes de maltrato a menores afirman que la violencia sexual ha aumentado. En particular, tras los huracanes Irma y María del 2017, luego de los terremotos del 2019 y durante la pandemia. Por ejemplo, el Centro Salud Justicia de Puerto Rico (Centro) informó que entre enero a marzo de 2020 se reportaron 10 casos más de abuso sexual en comparación con el año anterior en ese mismo periodo.

“El COVID-19 ha aumentado las posibilidades de abuso sexual porque la víctima tiene que vivir con la persona ofensora. Sabíamos que habrían más casos, pues está relacionado a la oportunidad que tiene la persona ofensora de agredir a otra, que es vulnerable”, explicó a Wambra la directora del Centro, Linda Laras.

Esta violencia se comete cuando utilizan a niñes y jóvenes de forma voluntaria o involuntaria para la estimulación sexual o para la gratificación de quien observa. Puede ocurrir de diversas maneras como en actos lascivos, agresión sexual, exposiciones obscenas, comercio para actos sexuales o producción de pornografía infantil. Es un crimen que puede ocasionar daños irreparables en su integridad física y emocional. 

El Centro Salud Justicia de Puerto Rico es una de las organizaciones sin fines de lucro que atiende a esta población. Un grupo de profesionales en: Medicina Forense, Enfermería, Trabajo Social, Psicología, Justicia Criminal y Abogacía ofrece servicios gratuitos centrados en las víctimas y sensibles al trauma. Desde su fundación, en el 2015, hasta el 2021 ha atendido a más de 750 personas, en su mayoría menores de edad.

Al presente, se distingue por el Proyecto Empoderar. Un programa único en Puerto Rico, donde al participante se le brindan estrategias para el manejo de las emociones y se le acompaña en el proceso de testificar en la corte.

 

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Estabilidad emocional para enfrentar al sistema judicial 

La gran mayoría de las menores sobrevivientes nunca ha visitado un tribunal. No sabe que tiene que contar y revivir su experiencia de abuso sexual frente a personas extrañas y que en algún momento verá a su ofensor para identificarle como la persona que cometió el crimen. Imaginar este proceso causa mucha ansiedad, enfatizó en una entrevista el psicólogo clínico, Joel Manzano Mojica.

Por eso, la primera fase del Proyecto Empoderar consiste en estabilizar las emociones para que aprendan a autorregular las sensaciones físicas y los pensamientos dañinos que les ha ocasionado el evento traumático. Durante este plan de tratamiento no se habla sobre la situación de abuso. Solo se atienden los síntomas y se fortalece la salud mental de los menores para que puedan declarar en la corte.

“No queremos que tengan falsas expectativas del proceso. Le decimos la verdad, que la terapia no es para sanar, sino para que puedan testificar en el tribunal”, explicó Manzano, coordinador del Área de Evaluación Forense y Psicológica del Centro. 

Cuando están estables emocionalmente comienzan la segunda fase del proyecto. Visitan gradualmente el tribunal simulado, una réplica de una sala de tribunales en Puerto Rico habilitada en el Centro. En la primera visita, algunas solamente abren la puerta y miran el lugar. Otras en cambio, tienen más curiosidad y se sientan en los bancos, se visten con la toga y hasta golpean con el mallete.

“Queremos que los menores vean el tribunal como un lugar no amenazante. Que cuando entren y salgan no haya elemento de ansiedad y, si lo hubiera, que sea manejable. De hecho, cuando van al escenario real, ese sentido de ansiedad no es tan fuerte porque ya han visto el tribunal y lo han experimentado”, dijo el doctor.

En el tribunal simulado aprenden las funciones de cada integrante de la corte y conocen sus derechos como víctima y su rol como testigo del caso. Además, comprenden mejor cómo será el interrogatorio el día del juicio, ya que practican ejercicios de pregunta y respuesta. Se sientan en el estrado y contestan preguntas como: ¿Cuándo fue tu último cumpleaños? ¿Qué hiciste ese día? ¿Cómo la pasaste?  ¿Con quiénes estabas?

Este ejercicio nunca está relacionado al evento de abuso sexual porque no se quiere revictimizar al menor ni contaminar el proceso judicial.

“La idea es que poco a poco diga ‘no recuerdo’ y no se sienta culpable, o ‘puede repetir la pregunta’ incluso ‘señor juez me está gritando’. Se trata de darle las herramientas para que ese día tenga un poco de control”, explicó Linda Laras, ginecóloga especializada en población pediátrica y adolescente.

Al culminar esta fase se radica el caso ante el sistema de justicia.

El día que la menor testifica en la corte recibe la asistencia de un perro de terapia de la organización sin fines de lucro, Puerto Rico Therapy Dogs. La mascota le ayuda a canalizar las emociones y le permite presentar un testimonio fluido y efectivo. “Ayuda mucho porque el perrito le acepta desde la primera vez. No importa qué le haya pasado o cómo se sienta, el perrito le acepta. Ha sido bien positivo, es una experiencia que les da seguridad y mejora su autoestima”, contó Iván Santiago, coordinador de la organización.

Una hermana y un hermano sobrevivientes de abuso sexual fueron el primer caso del Centro Salud Justicia en recibir la asistencia de los perros de terapia. Las mascotas, llamadas Kent y Kara, les acompañaron desde el inicio del tratamiento hasta la declaración en la vista preliminar. “Esos menores testificaron y la persona acusada se declaró culpable. Cuando tú tienes un testigo que está seguro, sabe lo que dice y no titubea… la defensa en otros casos hasta decide negociar y no llevarlos a juicios”, aseguró el psicólogo clínico, Joel Manzano Mojica, quien agregó que “los hermanos asistieron a la sentencia del acusado porque querían ver cómo el alguacil lo esposaba y lo sacaba de la sala. Ese era su sentido de justicia, y nosotros teníamos que hacer eco a esa voz, a ese sentido de justicia que querían”.

 

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Un sistema judicial sensible a las víctimas

No solo las organizaciones que reciben a la población sobreviviente de abuso sexual deben ofrecer servicios especializados al trauma. Si no, también, el Departamento de Justicia que investiga y atiende cada caso. 

El juez José Orta Valdés explicó a Wambra que la Academia Judicial Puertorriqueña capacita al personal de las cortes para que tenga conocimiento específico sobre el comportamiento y la situación emocional de quienes sufren la violencia sexual. Tal como un equipo de profesionales adiestrados que trabaja en el Centro Judicial del municipio de Utuado, donde se encuentra desde el 2019 la primera sala de tribunal especializada en violencia de género.

Es una corte que se diferencia de las otras, además, porque activa servicios interdisciplinarios de forma inmediata para personas en situación de violencia sexual o violencia doméstica. Por ejemplo, si alguien solicita una orden de protección para un menor, se comunican con el Departamento de la Familia para que inicie la investigación, o si se necesita atención médica, hablan con el Hospital Castañer en el municipio de Lares para que realice las evaluaciones forenses. Desde julio de 2019 hasta septiembre de 2021 esta sala especializada recibió a más de 2,700 personas.

“Cuando inauguramos la sala tuvimos una charla con niñas y niños, que plasmaron en cuadros qué pensaban sobre la violencia de género. Esos cuadros se colgaron en la sala como una exhibición permanente. Es bastante amigable en ese sentido y entiendo que no es un lugar intimidante porque cuenta con personal adiestrado que acompaña desde la sensibilidad”, dijo el juez.

Las capacitaciones para funcionarios del sistema de justicia son esenciales para evitar la revictimización y tomar decisiones más justas. “En las escuelas de Derecho no nos enseñan sobre aspectos de la conducta humana. Hay que aprender por las capacitaciones y hasta por cuenta propia. Yo tuve que coger muchos adiestramientos para trabajar en las salas especializadas de violencia doméstica”, contó la jueza y coordinadora de la Sala de Investigaciones de San Juan, Raiza Cajigas Campbell, quien añadió que una de sus mayores lecciones ha sido reconocer el sesgo implícito; aprender a no suponer hechos y a no adjudicar por los prejuicios.

La justicia que merecen niñes y adolescentes que sufrieron abuso sexual comienza desde el primer momento que narran su experiencia y cuando las personas creen su historia, no les responsabilizan y buscan los servicios necesarios para su recuperación física y emocional. También, cuando señalan a la persona agresora y se arresta. La justicia no es la determinación de culpabilidad en una corte, es la participación de les menores en todo el proceso, explicó el sexólogo forense Juan Carlos Rexach.

“El terminar un caso y ver que el menor puede continuar con su vida, esa es la mayor satisfacción. A pesar de que la huella está ahí, hay consecuencias y secuelas del abuso, podemos ver que cuando el proceso se hace de manera correcta, se logra una recuperación”, concluyó el doctor Joel Manzano Mojica.