OTRAS MIRADAS

Santa Ana de las Cuatro Censuras de Cuenca

Por: Vilma Vargas @vilmatraca

Publicado 25 de julio del 2025

Vilma Vargas, artista y caricaturista política, habla sobre la censura. La censura de ayer y de hoy. Esa que traspasa gobiernos y administraciones. En julio de 2025, la Casa de las Culturas Ecuatoriana, Núcleo Azuay, censuró su trabajo titulado: “El Jardín de las Malicias”, según declaraciones de su presidente, Martin Sánchez, debido a “amplias alertas de seguridad y amenazas”. No es la primera vez. En mayo de 2016, durante la administración de Iván Petroff, en el gobierno de Rafael Correa, la obra de Vilma vivió una censura similar.  Los argumentos religiosos, políticos, morales se repiten  a lo largo de la historia, pero también hay cosas que hoy son distintas.

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Varios golpes sobre un cristal rompieron el silencio de una de las salas del convento de las Conceptas, era un joven que indignado golpeaba una imagen mientras señalaba la existencia de pornografía en la obra “Catalino” del artista Marco Alvarado. Una urna autobiográfica que el autor ensambló con varios elementos y detalles estéticos. Aquel joven se fijó en una sola de las estampas y azotó a toda la imagen como si fuese un ser viviente que merecía castigo.  Este hecho ocurrió en Cuenca, en 2017, y movilizó a autoridades culturales, funcionarios municipales y al grupo “Guardianes de la fe”, quienes presionaron para el cierre de la muestra “Difícil de leer, entre mi luto y mi fantasma”.

Si ante una obra de arte los prejuicios pueden ver pornografía, también pueden ver provocación y lascivia en otras. Hace un año, en 2024, las imágenes de cuerpos desnudos femeninos fueron cubiertos con una cartulina negra y expuestos en la Galería Off de Cuenca junto a un letrero que decía: censurados. La artista Janneth Méndez recreó su obra a partir de imágenes eróticas del siglo XVI que trabajó para la muestra “3X3”.  El director de la galería las censuró porque “cuestiones que van más allá de lo sensual y es lo sexual explícito, no se exponen” (…) “no es cuestión de un dibujito, de una fotografía, de que parece una cuestión juguetona”, además porque es “su espacio privado” y bajo el argumento del uso de recursos propios; sin embargo, este evento se realizó bajo el auspicio de la Fundación Bienal Internacional de Cuenca y la censura también se dio con el aval de esta y otras instituciones públicas.

El miedo a la personificación del cuerpo humano hizo que el coleccionismo real y aristocrático del siglo XVI mantenga lugares reservados para la exposición de desnudos debido al convencionalismo social y moral de la época. Cinco siglos después, aún persiste el mismo miedo en el director de una galería.

La representación del cuerpo humano en la historia del arte no ha estado exenta de controversias, sobre todo cuando se trata de íconos religiosos. Hace dos años el artista Eduardo Moscoso presentó su exhibición “Arutam Temple” y una de sus obras, un Cristo encarnado y arrodillado que rompía una cruz fue calificado por un grupo religioso de “blasfema, sacrílega y satánica, y que ofende a Nuestro Señor”, y no sólo ofendió a un señor sino a decenas de señores que se dieron cita, por cinco días seguidos, afuera de la sala para rezar, protestar y pedir el retiro de las obras.

Aquella imagen y muchas otras que vemos en las iglesias, se las personifica desnudas con el fin de asociarlas a lo humano, a la mortalidad y para acercar la divinidad a lo mundano. Ningún objeto es sagrado, son nuestras creencias que le otorgan el sentido de lo sagrado a un objeto, porque justamente lo divino es modelado por manos humanas.

El fanatismo presente en la religión lo está aún más en la política. En 2016 presenté la exposición de humor gráfico: “Huarmicaturas por la libertad”, título bastante equivocado desde el inicio, pues el presidente de la Casa de la Cultura Núcleo del Azuay, Iván Petroff, censuró los videos animados, un párrafo del texto curatorial, las cédulas explicativas de cada dibujo y requisó el catálogo de la muestra argumentando que “luego de revisar este material pudimos evidenciar que el tema de la exposición fue distorsionado y politizado(…) Hay espacios adecuados para hacer política de oposición al régimen (…) No es la libertad de expresión la que se ha censurado, de ninguna manera. Se ha reaccionado frente a la clara intención de causar polémica y reacciones exageradas, innecesarias y maliciosas”. Esa censura se ejecutó el 2 de mayo de 2016, un día antes del Día Mundial de la Prensa, durante el gobierno de Rafael Correa.

Estamos en julio de 2025 y la hoy llamada Casa de las Culturas Ecuatoriana Núcleo Azuay, que se presenta como un “espacio de encuentro para la creación, la memoria, la reflexión y el ejercicio de los derechos culturales” donde se “promueve la diversidad cultural, el arte, el pensamiento y la participación ciudadana” nuevamente censura mi trabajo “El Jardín de las Malicias”, según declaraciones de su presidente, Martin Sánchez, debido a “amplias alertas de seguridad y amenazas”.

Las dos censuras de mis muestras se dan durante dos mandatos: el de Correa y el de Noboa. En los dos gobiernos han existido las mismas prácticas y los mismos miedos, la diferencia es que durante el primero, la bandera por la libertad de expresión la enarbolaban al unísono los más importantes periodistas, medios, políticos y caricaturistas del país. Pero ahora, con Noboa, es mejor callar, porque es eficiente fusionar el Ministerio de Cultura con el de Educación, porque no hay que enemistarse con el poder, porque es mejor no pensar, porque los censores que inventan exámenes teológicos, políticos y morales para el arte ya nos dirán qué es arte y qué no.

La ciudad que lleva celebrando por 40 años una de las bienales de arte más importantes de Latinoamérica, aún no aprendió nada.