Las periodistas feministas salimos del closet

 

Por Isabel González Ramírez  @monaisa

Publicado originalmente en Chicas Poderosas

Un tablero comienza a llenarse de papeles de colores. En cada color hay un hito de los últimos 10 años: un hecho político, una coyuntura regional o la creación de un medio de comunicación digital y feminista en Latinoamérica. El tablero se llena pronto. Lo llenamos quienes participamos de Zarelia, el primer festival de periodismo feminista que se realizó en Ecuador en mayo de 2019 y convocó a más de 500 periodistas de 13 países que hacemos parte de 90 medios digitales en la región. Confieso que pensé que éramos muchas menos las periodistas feministas, pero no.

En un momento en el que la desinformación evidencia la crisis de los medios de comunicación tradicionales y el uso de palabras como “feminazi” se populariza sin ninguna reflexión, somos las mujeres las que estamos renovando el escenario. No sólo hemos fundado casi el 40% de medios nativos digitales en Latinoamérica, según el estudio Punto de Inflexión de Sembramedia, sino que muchas de nosotras hemos decidido salir del clóset del feminismo y decir sí, somos periodistas feministas.

¿Y es que se puede ser periodista y feminista al mismo tiempo? Creo que todas nos hemos hecho esta pregunta. Hoy sabemos que sí se puede y que es urgente serlo para que las historias dejen de estar incompletas. Al fin y al cabo, como dice Chimamanda Ngozi Adichie, la célebre escritora y feminista africana: “el feminismo es para todo el mundo”. Incluso para quienes ejercemos el periodismo, aunque a veces nos sintamos especiales, sobre todo cuando hablamos de objetividad y viejos paradigmas que no dan cuenta de una realidad móvil, compleja y diversa.

 

Las periodistas hicieron una línea de tiempo con los hitos del periodismo feminista de los últimos 10 años.

 

 

Salir del clóset juntas

Ser periodista y feminista parece una novedad e incluso, hay quienes lo tildan de embeleco o asunto imposible. Pero antes de todas nosotras, a comienzos del siglo XX, hubo mujeres periodistas como Zoila Ugarte –firmaba Zarelia –que tomaron del feminismo la fuerza para insistir en un oficio que, para la época, seguía siendo masculino en Ecuador. En uno de sus artículos Zarelia escribió: “El feminismo no es una doctrina caprichosa y sin objeto, es la voz de la mujer oprimida, que reclama aquello que le pertenece, y que si no es hoy, mañana o cualquier día lo conseguirá, siendo por lo tanto inútil ponerle trabas”.

Cien años después, algunas colegas dudan sobre la necesidad de nombrarse “feministas”. Mientras en Quito decíamos: sí, somos periodistas feministas, la editora de género del diario El País de España, Pilar Álvarez, afirmaba, durante el famoso foro CAP en El Salvador, que nunca se definiría como tal en su biografía.

¡Y pues nadie nació feminista! Cada mujer tiene un tiempo y un proceso de mirarse a sí misma antes de identificarse. Primero, tal vez critique el movimiento o diga que no lo necesita. Yo también lo hice. Lo importante es que cuando una historia nos sobrepasa o cuando nos damos cuenta de que nos afecta algún tipo de diferencia o violencia por ser mujeres, podemos contar con una colega que nos acompañe a salir del clóset.

Emociona saber que cada vez hay más referentes y voces de periodistas feministas resonando en toda la región. Natalia Arenas, editora de Cosecha Roja, considera que todas las decisiones que tomamos a la hora de producir una nota son subjetivas y que en Argentina todavía hay derechos reproductivos y básicos de las mujeres que no están garantizados, como el aborto. Para ella, definirse como periodista feminista es:

“tomar posición y dejar claro desde qué lugar informamos: desde nuestro deseo de tener derechos plenos sobre nuestro cuerpo”.

Por su parte, Andrea Dip, editora de Agência Pública, enfatiza que, frente al periodo de ataque a los derechos humanos de las mujeres y las personas LGBTI impulsado por el gobierno brasilero, es definitivamente importante que las periodistas mujeres no sólo nos ocupemos de estos temas sino que también nos asumamos como feministas y cita una frase de una película de Godard para describirlo: “hay que confrontar ideas vagas con imágenes claras”.

 

Soluciones ninjas frente a la violencia machista

Ser periodistas feministas es tanto posible como necesario, y no únicamente para contar las historias ajenas, sino para darnos cuenta de que nosotras también hemos vivido situaciones de riesgo, discriminación y violencia machista al ejercer nuestra profesión. Por eso, desde Chicas Poderosas, decidimos abrir un espacio seguro en Zarelia para ahondar en casos reales y co-crear soluciones basadas en las experiencias de las participantes.

Las situaciones de riesgo o inseguridad también pueden asociarse al hecho de nombrarnos como periodistas feministas en un continente en donde van en aumento los fundamentalismos religiosos y las políticas conservadoras. Una periodista acosada sexualmente por una fuente en Centroamérica. Otra a la que alguien del gobierno le filtra información personal por cubrir temas de derechos sexuales y reproductivos en México. Una a la que le bloquean los temas y es tildada de activista por su editor y sus compañeros de redacción en Ecuador. Otra en Colombia, a la que una fuente “probablemente antiderechos” le niega una entrevista por identificarla como periodista feminista. Estos casos evidencian situaciones que son más comunes de lo que pensamos, frente a las que, a veces, nos quedamos sin saber qué hacer o a quién pedir orientación.

Construir estas soluciones en colectivo durante el Festival Zarelia también nos dió la oportunidad de iniciar una conversación que todavía se da en voz baja en las redacciones: ¿en qué condiciones ejercemos el periodismo las mujeres en Latinoamérica? Por ahora, y como resultado del taller preparamos esta encuesta como punto de partida.

Siento que el feminismo está transformando de a poco las maneras de informar. Y cambiar la cara de los medios de comunicación, implica crear contenidos pero también estructuras laborales que comprendan las particularidades en las que producimos las mujeres.

Otra vez dirán que es imposible. Innecesario. Pero ya no les creemos.