Por: Tania Salgado Vásconez @MenganaFeminist  *

Decir soy feminista en un entorno no feminista, es casi una mala palabra y nunca falta quien te dice: “pero si tu padre es hombre, pero si tu pareja es hombre”. Entonces habría que preguntarse ¿por qué causa tanto revuelo nombrarse feminista?, y también ¿qué están entendiendo cuando una mujer dice soy feminista?

Para empezar, la gran mayoría de las personas que se angustian cuando alguien se nombra como feminista no saben mayor cosa del feminismo, ni siquiera han leído la definición de Wikipedia, no se han sentado a escuchar a una feminista, y menos aún a leer a profundidad sobre el inmenso mundo del feminismo.

Frente a esto vale la pena hacer un ejercicio de auto cuestionamiento, ¿qué es ser feminista? Hace algunos meses comenté en un grupo familiar que iba a un curso de teorías feministas, y mi cuñada me preguntó “¿cómo se es feminista?” y en vez de pensar en una respuesta o de decir algo que lleve a una conversación más profunda, respondí algo así como: “es un curso académico” y fin de la conversación. ¿Qué por qué no respondí? Pues porque no sabía que decir, es que ese “no saber” responde a que no hay una forma de ser feminista, porque en realidad ser feminista es un camino de vida, es un destruir y construir constante, es sentir mucha rabia y también amor.

Lo de asumir la rabia e indignación ha provocado que muchas personas nos digan que somos unas mujeres amargadas, que nos quejamos de todo. Y sí, podemos decir ¡tenemos rabia y estamos indignadas!, y nos vamos a quejar de cosas que para muchos son intranscendentes, pero para nosotras son importantes. Indignarnos, por ejemplo, de que el presidente Correa dedique minutos de las Sabatinas alabando a las autoridades mujeres del gobierno, no por su labor, sus estudios o sus conocimientos, sino por el color de sus ojos o por su apariencia física, o por el tamaño de su falda. Nos indignamos y nos seguiremos indignando cada vez que escuchamos “chistes” machistas, cada vez que manden a cocinar a una mujer, cada vez que  digan “mujer tenía que ser” si conduce mal, cada vez que se use “parece niña” como un insulto, o que nos digan de frente que no tenemos los mismos derechos que los hombres.

También nos indignamos por los más de 50 feminicidios en el Ecuador, y nos duele como si nos mataran 50 veces. Nos indignamos y nos duele cada una de las madres que exigen justicia por sus hijas que han sido victimas de feminicidio; por los proyectos extractivistas en zonas habitadas por los pueblos ancestrales donde las mujeres tienen una afectación mayor, por las violaciones cotidianas a los derechos humanos, y por las leyes misóginas que aparecen a cada rato en nuestro país.

¿Saben por qué más nos indignamos?, porque el resto no se indigna, porque aquí en Quito, cientos de personas se organizaron y cerraron vías y quemaron llantas, porque se sintieron estafados por los resultados de las votaciones presidenciales de abril; pero la mayoría no se indignará jamás, por ejemplo, porque el estado de Guatemala mató a 43 niñas, porque Valentina una niña de 11 años fue asesinada en su colegio y nadie da respuestas; no se indignaron cuando estuvo a punto de salir en libertad Bryan V. asesino confeso de Angie Carrillo, tras la nulidad del caso.

¿Se imaginan que si todas organizáramos la indignación? Así, tal vez, solo tal vez, las madres de las niñas asesinadas en Guatemala nos hubieran escuchado y se hubieran sentido acompañadas, tal vez, solo tal vez, la madre de Valentina podría encontrar respuestas y algo de paz. Tal vez, solo tal vez, los feminicidios pararían y podríamos vivir sin miedo.

Entonces, si bien no pude y no puedo dar una receta de cómo ser feminista, sí puedo decir que el feminismo es organizar la rabia, me adhiero a las palabras de Lorena Cabnal quien dice “indignarse es un acto personal que al hacerlo político, convoca a actuar desde la dimensión personal para invitar a que se colectivice.”

Hacerlo colectivo es lo que me lleva a otra de las certezas que tengo sobre el feminismo: el feminismo también es amor y acción. Amor porque nos amamos desde la complicidad y el reconocimiento en las otras y  nos indignamos juntas frente a las injusticias que vivimos día a día y por eso luchamos, nos organizamos y alzamos la voz.

Sabemos que al alzar la voz nos volvemos peligrosas y empezamos a sufrir más vejaciones, burlas e insultos; por eso hemos creado un espacio con hermanas feministas en donde encontramos seguridad y amor. Tal vez lo que digo, se puede relacionar con el concepto de acuerpamiento, de Lorena Cabnal, entendido como “la acción personal y colectiva de nuestros cuerpos indignados ante las injusticias que viven otros cuerpos. Que se auto convocan para proveerse de energía política, para resistir y actuar contra las múltiples opresiones patriarcales, colonialistas, racista y capitalistas. El acuerpamiento genera energías afectivas y espirituales y rompe las fronteras y el tiempo impuesto. Nos provee cercanía, indignación colectiva, pero también revitalización y nuevas fuerzas, para recuperar la alegría sin perder la indignación.”

Entonces tal vez el feminismo es acuerpamiento,  es un espacio de indignación, lucha y amor, donde revitalizarnos y curamos de todas las opresiones en nuestras vidas, donde aprendemos a amarnos para curar y para seguir luchando. Lo que digo arriba no es una receta de cómo ser feminista y no todas lo vivimos de la misma manera, las reflexiones que comparto tienen que ver con mi experiencia personal que tal vez ayuden a encontrar una respuesta a la pregunta inicial, ¿por qué genera tanto rechazo que alguien se llame feminista?. Me atrevo a decir: porque el feminismo ha creado a mujeres despiertas, indignadas y llenas de amor que actúan. No somos mujeres enojadas ni frustradas, somos mujeres llenas de indignación, rabia y de amor, y aquí estamos y seguiremos haciendo ruido.

* Este es un artículo colaborativo de Mengana Kolectiva Ecuador. Más información sobre las acciones, actividades, ideas de esta kolectiva, vista su fan page Mengana Kolectiva