El porqué de Las palabras curanderas
Publicado 18 de noviembre de 2021
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El especial Las palabras curanderas explora sensaciones y experiencias de bienestar y salud con mujeres que han migrado a Quito, o cuyas familias lo han hecho, desde otros lugares de Ecuador.
Desde la “polisemia del verbo contar” de Jesús Martín Barbero, teórico de la comunicación social en América Latina, las mujeres que formamos parte de este especial contamos nuestra historia y hacemos que lo contado cuente. Así, juntas desde la diversidad de nuestra palabra y experiencia cotidiana, sentida y vivida, invitamos a cuestionar, reivindicar y reinventar el valor y el significado de la salud, la vida y el bienestar.
Xavier Maldonado, médico docente en la Universidad Central y coordinador de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social (ALAMES), núcleo Ecuador, explica que la manera en la que definimos la salud y el bienestar no es única ni estática, ya que cambia según el tiempo y el contexto. Además, señala que las diferentes formas de entender el bienestar y la salud están enmarcadas en distintos modelos teóricos que varían y que tienen mucha relación con la ideología y con la política global de cada época. Sin embargo, si bien hay modelos considerados predominantes, éstos no son los únicos que existen, pues han surgido varios al mismo tiempo y en lugares distintos que han pretendido explicar de distintas maneras el proceso de bienestar, salud y enfermedad y, a partir de ahí, encontrar la cura.
Xavier añade que la manera en la que se define estos conceptos es muy importante porque a partir de ahí se decide qué pasos concretos tomar para alcanzarlos. Es decir, la forma en la que comprendemos la salud y el bienestar determina, en gran medida, cómo llevamos nuestra vida en la práctica.
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La definición de bienestar
Erika Arteaga Cruz, médica coordinadora del Círculo de Industrias Extractivas y Salud del Movimiento para la Salud de los Pueblos y de la Red de Ambiente de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social (ALAMES), cuenta que, en la sociedad occidental, la manera de comprender el bienestar ha sido fuertemente influenciada por el modelo de desarrollo.
En su artículo Buen Vivir (Sumak Kawsay): definiciones, crítica e implicaciones en la planificación del desarrollo en Ecuador, Erika escribe que “el modelo de desarrollo es un concepto relacionado a la calidad de vida, bienestar, salud y felicidad que se lograría si se siguen ciertas recetas”, y añade que, en la sociedad occidental, ese modelo plantea que el bienestar, la salud y la felicidad se logran a través de crecimiento económico y avance tecnológico.
Sin embargo, desde distintos lugares han surgido varias críticas a este modelo, argumentando que éste tiene efectos negativos, sobre todo, para las comunidades que se encuentran en la periferia. La contaminación y la destrucción ambiental, el despojo de tierras que obliga a las personas a desplazarse o migrar forzosamente, el aumento de problemáticas sociales como la violencia, y el incremento de enfermedades físicas y mentales son algunos de los problemas que se han identificado.
Además, se ha encontrado que este modelo deja de lado otros aspectos importantes del bienestar que van más allá del crecimiento económico, como la dignidad, la justicia, y la igualdad. Por eso, se ha visto la necesidad de definir el bienestar de otras maneras. Para Erika y Xavier, esta forma nueva de definir el bienestar debe alejarse del modelo desarrollista existente y acercarse a otros modelos de sociedad que aborden de una forma distinta múltiples aspectos como la calidad de vida, el cuidado de la naturaleza, y la integración de saberes, incluyendo los relacionados a la salud.
Muchas de las mujeres que nos juntamos en este especial estamos de acuerdo con la necesidad de replantear la idea de bienestar basado en desarrollo económico y tecnológico, pues vivimos en carne propia las desigualdades que este modelo ha causado. Tal como expresan Cristina, Killari y Nuna Sisari, consideramos que es importante regresar la mirada a las distintas propuestas de los pueblos originarios para encontrar nuevas alternativas.
El concepto de salud
Al igual que el concepto de bienestar, la definición de salud ha sido cuestionada y ha cambiado con el tiempo. Si bien es cierto que el nacimiento, el dolor, la enfermedad la muerte son experiencias universales, cómo las sentimos, pensamos y explicamos se modifica según el momento histórico, político y social en el que nos encontramos, y según el lugar donde vivimos.
Por ejemplo, en el artículo ¿Qué se ha entendido por salud y enfermedad?, el Dr. Rubén Darío Gómez-Arias escribe que, en Occidente, uno de los modelos presentes en la Edad Media era el mágico-religioso. Este modelo consideraba que la enfermedad era causada por voluntad divina que podía servir como un castigo por los pecados cometidos por el paciente o como una prueba purificadora. Por lo tanto, la curación se daba a través de cultos que buscaban obtener el perdón de Dios o demostrar la devoción de la persona enferma.
Esta concepción cambió durante el siglo XIX, cuando el avance de la biología y las ciencias naturales influyeron en el desarrollo de la medicina occidental moderna, también conocida como biomedicina. Como su nombre lo indica, la biomedicina se enfoca en los aspectos biológicos de la medicina. Influenciado por el fuerte enfoque en la ciencia, la razón y la percepción individual del ser humano de la época, este modelo considera que las causas que afectan la salud son biológicas, específicas, objetivas e individuales; y concibe la salud como ausencia de enfermedad.
Progresivamente, este modelo se convirtió en el paradigma dominante a nivel mundial. Así, Xavier dice que el paradigma biomédico “consolida un complejo médico industrial donde la salud se resuelve individualmente y en el hospital, con medicamentos, dejando de lado todos los otros aspectos que afectan la salud, como el contexto social, político e histórico que son determinantes fundamentales”.
Xavier añade que, por otro lado, desde la medicina social se plantea una lectura crítica que incluye los conceptos sociales, históricos y políticos que influyen en la salud. De esta manera, va más allá de la concepción de salud como mera ausencia de enfermedad y abre el debate sobre una determinación social de la salud.
La definición actual de salud
Actualmente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Esta definición reconoce los ámbitos físicos y mentales de la salud, así como los factores sociales que la determinan, y advierte que el estar saludables requiere más que no tener dolor. Sin embargo, investigadores y trabajadores de la salud en distintas partes del mundo han encontrado algunas limitaciones en esta definición. Por ejemplo, uno de los argumentos presentados por un equipo de expertas y expertos en la revista científica BMJ de la Asociación Médica Británica es que esta definición no ha cambiado desde que entró en vigor en 1948, pero el mundo sí, y que el concepto de salud que ofrece esta definición no se ha adaptado a estos cambios. Por ejemplo, la pandemia ha demostrado que este estado de completo bienestar puede ser difícil (si no imposible) de alcanzar, y que lo que significa bienestar para cada persona puede variar según el contexto. “Por eso, esta definición de salud es todo y es nada porque no se relaciona a ninguna realidad”, dice Erika Arteaga, quien añade que necesitamos crear definiciones y modelos diferentes que respondan de mejor manera a cada contexto.
Para Erika, las definiciones y conceptos que nacen de conocimientos propios y contextos históricos y políticos determinados, pueden dar pautas puntuales de cómo comprender qué es importante para cada grupo en un momento en particular, qué inequidades específicas afectan la salud en cada lugar, y qué acciones concretas se puede tomar para reducirlas o eliminarlas.
“Además, nos ayudan a comprender que la salud está totalmente relacionada al modelo de sociedad que vamos construyendo,” explica Erika, quien añade que no se puede hablar de salud sin considerar las estructuras y los sistemas más amplios que influyen en ella. “ No se debería ver a la salud por un lado y al contexto social por otro, pero muchas veces es así. Vienen a la Amazonía a los lugares donde ha habido extracción y hacen campañas que te dicen: ‘Lávate las manos para mantenerte saludable’, pero no abordan el hecho de que el agua está contaminada con petróleo y eso te enferma”, añade Erika, quien enfatiza que, para lograr que las personas estemos más saludables, necesitamos crear un modelo de sociedad más saludable también.
¿Cómo plantear nuevas alternativas? Las propuestas de mujeres que han migrado internamente en Ecuador
La comunicación puede jugar un rol fundamental al momento de plantear nuevas formas de comprender y abordar el bienestar y la salud, pues puede forjar espacios de diálogo para generar, compartir y difundir diferentes conocimientos. Sin embargo, el profesor Mohan Dutta, decano de la carrera de comunicación en la universidad de Massey en Nueva Zelanda y experto destacado en la generación de proyectos de comunicación para la salud y el cambio social basados en la cultura y en la comunidad, recalca que para crear definiciones y alternativas que sean novedosas en lugar de replicar las existentes, es fundamental incluir nuevas voces y escuchar la palabra de los grupos que no siempre han sido tomados en cuenta, como lo son las mujeres – sobre todo las mujeres de grupos minoritarios y empobrecidos – y las personas en situación de movilidad humana.
Desde distintas ramas de la investigación social se ha identificado que, históricamente, la medicina occidental moderna no ha tomado en consideración la experiencia de la mujer en la misma medida que la del hombre. Por ejemplo, en su libro La medicina como cultura: La enfermedad, las dolencias y el cuerpo en las sociedades occidentales, la socióloga Deborah Lupton, explica que el cuerpo masculino ha tendido a ser tratado como la “norma” tanto en el discurso médico como en la práctica de la biomedicina.
Este enfoque ha llevado a que exista menos investigación y, por lo tanto, un reconocimiento más lento de algunas de las enfermedades que afectan más a las mujeres, así como también una menor comprensión de cómo ciertos males y contextos pueden tener repercusiones diferentes en cada cuerpo. Otros autores que han estudiado las razones para las inequidades en temas de salud relacionadas al género también han encontrado en sus investigaciones que se ha dado menos espacio para que las mujeres expresen cómo se sienten con respecto a su salud y a su cuerpo, y qué necesitan para estar mejor.
Por eso, la Dra. Virginia Gómez de la Torre, directora de la Fundación Desafío, considera que es fundamental que se escuche más a las mujeres, y añade que el aprender de las diferentes experiencias, propuestas y alternativas de mujeres diversas puede ser un punto de partida para lograr cambios necesarios en la manera en la que se aborda la salud desde distintos espacios.
Soledad Álvarez Velasco, profesora experta en globalización y migración, cuenta que las mujeres en situación de movilidad humana pueden enfrentar dificultades incluso más pronunciadas para exponer sus experiencias y opiniones, pues se ha identificado que las mujeres pueden atravesar múltiples dificultades durante todo el proceso migratorio, como mayor violencia y problemas de salud que afectan específica o mayoritariamente a este grupo. Soledad añade que también se ha dado una feminización de la migración, pues las mujeres migran cada vez más. Los roles sociales que se les ha asignado a las mujeres también influyen en su salud durante el proceso de migración, ya que la responsabilidad social y económica, con el estrés que esto significa, muchas veces recae sobre ellas, y esto afecta su salud física y mental, y crea mayores barreras sociales para ellas.
Cheryl Martens, profesora y coordinadora del Departamento de Sociología en la Universidad San Francisco de Quito, explica que, muchas veces, estos ejes atraviesan varios aspectos de la vida de las personas que migran. “Se tiende a ver estos temas de manera aislada, pero en realidad son factores que están conectados y repercuten en el bienestar y la salud integral de las personas en situación de movilidad humana”, añade.
María Elena Enríquez, consultora especialista en gobernabilidad y desarrollo local, explica que Ecuador es un país con patrones intensos de movilidad humana, que incluyen emigración, tránsito, retorno, inmigración, refugio y migración interna. La Organización Internacional para las Migraciones define la migración interna como el “movimiento de personas dentro de un país que conlleva el establecimiento de una nueva residencia temporal o permanente”. Quito es una de las principales ciudades receptoras de migración interna en Ecuador. De hecho, según el último censo de 2011, el 35% de su población está compuesta por personas que han migrado a la capital desde otros lugares del país, muchas de las cuales pertenecen a uno de los 18 pueblos y 14 nacionalidades que conforman el Ecuador.
David Romo, profesor y director de Delfos: Oficina de Acompañamiento Estudiantil y del Programa de Diversidad Étnica de la Universidad San Francisco de Quito, considera que el aprender de las diversas perspectivas que llevan consigo las personas que migran a la capital podrían aportar mucho a todo el país. Sin embargo, él identifica algunos aspectos sociales que impiden que sea así. Por ejemplo, la falta de la implementación oportuna de políticas y prácticas interculturales y plurinacionales que acojan adecuadamente la diversidad de idiomas, conocimientos y culturas de los pueblos y nacionalidades que conforman el Ecuador lleva a que las personas que migran internamente experimenten violencia, racismo, discriminación y barreras de lenguaje en la capital. David explica que todas estas dificultades hacen que las experiencias de las personas migrantes no siempre sean expresadas ni tomadas en cuenta.
Por su parte, Giulianna Zambrano, profesora investigadora en la Universidad San Francisco de Quito, considera que el escuchar las propias perspectivas de las mujeres migrantes podría dar pautas de lo que se requiere para responder adecuadamente a las dificultades que enfrentan. Además, el aprender de la diversidad de perspectivas que traen consigo las personas que migran podría abrir nuevos caminos hacia cambios sociales y estructurales que necesitamos como sociedad.
Aun así, Giulianna explica que no es así como se tiende a hablar de la migración en los medios masivos, pues encuentra que pocas veces el periodismo tiene este enfoque. “Se habla mucho desde el discurso de la migración como crisis y desde la criminalización de la migración, pero hay mucho por decir, por ejemplo, sobre otros temas como las propias experiencias de las personas que migran, la solidaridad, el derecho a migrar, y todos los aportes y conocimientos que las personas traen consigo”.
Además, ella considera que muchas veces la narrativa existente revictimiza a las personas en situación de movilidad humana, y que esto debe cambiar. “Es necesario crear espacios para que cada quien cuente su historia en sus propios términos. Debemos problematizar la manera en la que contamos la historia hasta tal punto que la manera de contar la historia se vuelva un campo de resistencia en sí mismo”, dice.
Muchas concordamos con Giulianna, pues consideramos que es indispensable crear maneras y espacios para contar las historias de las mujeres diversas que vivimos en Quito y que no hemos tenido suficiente cabida en los medios existentes.
Es desde este deseo profundo de transformar lo que se dice (o no) sobre las experiencias de las mujeres diversas en Quito que compartimos nuestras sabidurías y sensaciones de bienestar, salud y vida en los siguientes artículos de este especial