Cuando todo se ahoga
Una crónica tras el aluvión en Quito
Crónica y Fotoreportaje de: Andrés León @Leonandrelo
Edición Ana Acosta @yakuana
Publicado 23 de febrero del 2022
“No eres lo que logras, sino lo que superas”, se lee en un cartel que cuelga en la pared de la Casa Comunal de San Millán, un espacio donde se ofrece asistencia psicológica para todos las y los vecinos de La Comuna y que se ha convertido en un centro de recepción y acopio de donaciones: ropa, vituallas y alimentos no perecibles. También es una cocina popular donde se preparan 600 almuerzos y meriendas a diario desde que empezó la emergencia por el aluvión. Todas y todos los que están aquí son voluntarios. Todos y todas están aquí porque un aluvión se llevó la vida de 28 personas, dejó más de 50 heridos, destruyó casas en tres barrios y los vecinos están tristes y heridos.
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De San Millán a la zona cero
La Comuna de Santa Clara de San Millán es un asentamiento indígena descendiente de la nación Kitu Kara. En 1911, esta comuna fue reconocida legalmente en la presidencia de Eloy Alfaro. La condición de comuna le da un marco legal que reconoce a este territorio como un asentamiento indígena con derecho a una administración autónoma y al reconocimiento de sus expresiones culturales que se han mantenido en el tiempo, hasta la actualidad.
De la casa comunal a la llamada “Zona cero” –donde ocurrió el aluvión– hay dos cuadras y media por la calle Antonio Herrera desde la Humberto Albornoz, calle principal del barrio y de mucho comercio.
En el camino, el lodo seco y pegado al asfalto de a poco se transforma en barro, el olor dulzón y ácido del lodo golpea de frente y es permanente. Se escucha el sonido de la maquinaria, el golpeteo de las palas mecánicas contra las piedras; es el bullicio propio de una zona de emergencia.
Se acaban las dos cuadras y media de calle y las huellas más visibles que dejó el desastre se presentan: las manchas del lodo llegan a la segunda planta de las casas, varias de ellas rotas o vacías; los vecinos en la calle con sus rostros endurecidos por la tragedia, y donde hubo una cancha techada, con graderíos y mucha fiesta, ahora hay escombros, lodo y más lodo. Una máquina limpia y aplana lo que quedó de la cancha y, como si fuera una mala broma, se han levantado tres astas de las que ondean una bandera de Ecuador, otra de Quito y, quién sabe qué representa la tercera, pero dice Policía Nacional.
La tarde del 31 de enero la quebrada El Tejado se desbordó y todo lo que estaba bajo ella fue arrasado. Los barrios La Comuna, Pambachupa y La Gasca se llenaron de lodo y escombros; las personas que estaban en la cancha de ecuavoley fueron arrastradas por la fuerza del agua. De las personas que estaban en la cancha, la mayoría fallecieron. Según el Centro de Operaciones de Emergencia, COE- Metropolitano, el aluvión fue provocado por una acumulación récord de lluvias que no se habían registrado desde 2003. Sobre las razones, las y los vecinos de los barrios afectados tienen sus dudas y sus rabias.
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La minga, los voluntarios
Es sábado 5 de febrero y las y los vecinos convocaron a una gran minka para limpiar las zonas afectadas. Vecinas y vecinos de barrios cercanos y lejanos, estudiantes universitarios, militantes de organizaciones populares y familiares de los afectados llegaron para ayudar en lo que se pueda. Militares, policías y bomberos también están para limpiar y dar seguridad. Un llamado de solidaridad, esa reacción espontánea y a la vez hermosa que generan las desgracias.
– No te imaginas todo el caos, todo el lodo, la cantidad de escombros que había en el sector –dice Emilia Andrade.
Emilia Andrade es una de las voluntarias, es joven y muy activa, llegó a la Zona cero, el martes primero de febrero, a la mañana siguiente después del desastre. Lo que vio, escuchó y sintió lo explica con su trabajo:
–Con los dirigentes comuneros coordinamos la creación de la olla popular. Esto se sostiene con personas de la militancia de izquierda y gente del barrio –explica Emilia.
Solidaridad, una palabra que se repite mucho y que se concreta en actos, pero, ¿Cuánto tiempo más puede resistir esta organización espontánea que ayuda a las personas afectadas de los barrios?
Para Emilia y otros voluntarios esto se puede acabar en quince días, y sí, es muy linda la solidaridad, pero si no hay respuestas o un plan de contingencia desde las autoridades para los problemas urgentes que deja el desastre, es imposible que desde la sociedad civil se pueda sostener un plan de voluntarios permanentes con donaciones cotidianas.
–Ya pasó el aluvión, fue un desastre, lloramos víctimas, pero ahora, ¿Qué se va a hacer? –dice Emilia, a quien no puede esconder la rabia en sus ojos, a pesar de la mascarilla y de sus palabras suaves.
Cuatro voluntarios llevan en una camioneta 200 almuerzos para repartirlos en la Zona Cero. Están cansados, pero contentos: entienden que deben llegar con una sonrisa, cariño y empatía porque son las y los habitantes de La Comuna los que cargan con el dolor que dejó el aluvión. La contención emocional es vital.
–Ayer vinimos a dejar comida acá, en la zona cero, y un señor me dice que no quiere nada, que qué va a querer si el aluvión se llevó a su esposa y la hija. No sabes qué decir, qué hacer –dice Antonia, una de las tantas voluntarias presentes en la zona.
Antonia, tiene 25 años, es militante de izquierda y parte de organizaciones populares, está motivada con lo que está haciendo, pero también está indignada porque, dice, todo esto se pudo evitar.
Pablo Rodríguez es presidente de la Asociación Escuela de Medicina de la Universidad Central y se organizó con sus compañeros y otras Asociaciones Escuela para gestionar centros de acopio y brigadas que levanten información en las zonas afectadas.
–Desde el área de la medicina esto recién empieza. La insalubridad genera infecciones gastrointestinales, deshidratación; a eso se suma la escasez de agua que agudiza el problema –explica Pablo.
Todo esto en medio de una pandemia que está lejos de acabar y que acá a nadie le importa mucho, porque el lodo, los escombros, la falta de energía eléctrica, agua potable y un largo etcétera de necesidades urgentes les preocupa mucho más que un virus al que conocen desde hace más de un año.
– Si bien fue una respuesta rápida, no fue muy adecuada. Las declaraciones del señor alcalde se centraron en desmentir rumores, en lugar de actuar. Por eso fue recibido, cómo fue recibido –cuenta Pablo, al referirse a que cuando el Alcalde Santiago Guarderas visitó la zona, el sábado 5 de febrero, fue abucheado.
Pablo coincide con Emilia en que debería haber una mayor responsabilidad del Estado, ya que esto a largo plazo no se puede sostener desde el voluntarismo.
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Los vecinos, sus barrios
Daniel, otro de los vecinos, recuerda.
–El día del aluvión yo no estaba acá, por suerte; pero para ese día con mis amigos y los vecinos estábamos coordinando un campeonato de fútbol en una cancha de Pambachupa. ¿Imagínate si se hacía el campeonato? nos llevaba a todos, como a los de la cancha de vóley.
Daniel acompaña a miembros del Cabildo Cívico de Quito a dejar kits alimenticios en la Zona Cero, camina despacio, es muy sereno, se repite muy seguido que es afortunado por no haber estado en la cancha de ecuavoley ese día y de que el campeonato de fútbol no se haya organizado. Le duele mucho ver su barrio así: sucio, polvoriento, las casas vacías, con orificios en las paredes para que el lodo pueda ser sacado. En el barrio hay incertidumbre del futuro, miedo a que llueva y pánico a los truenos.
–No sabemos qué va a pasar cuando la solidaridad se acabe, cuando esto deje de salir en la prensa.
¿Qué provocó el aluvión? Hay varias explicaciones: el Alcalde de Quito, Santiago Guarderas, dijo que según el reporte del día del desastre, hubo una acumulación de lluvia de 75 litros por metro cuadrado, una cifra récord que no se daba desde 2003 y esto produjo un embalse en la quebrada El Tejado, según el comunicado oficial del Municipio. El día anterior al aluvión, la acumulación de lluvias fue de 0.40 mililitros.
Jorge Bustillos, ingeniero geólogo y profesor investigador de la Universidad Central del Ecuador, en entrevista con BBC Mundo explica que lo ocurrido se debe a causas naturales, una de ellas es que la ciudad se encuentra muy cerca de las faldas del Pichincha. Otro factor posible, para Bustillos, es la urbanización: Los cauces y quebradas que tenía Quito, especialmente en la zona noroccidental, han sido rellenados para permitir la construcción de edificios y obras. Al estar pavimentado el suelo de estas zonas el agua no se absorbe, esto hace que vaya a sumideros que no soportan el caudal y provoca que el alcantarillado colapse y se desborde.
La deforestación de bosques protectores es otra de las posibles causas del desastre. Las laderas del Pichincha al tener cada vez menos bosques nativos, provoca que lluvias fuertes no puedan ser contenidas, porque ya no existe la vegetación nativa que ha sido reemplazada por eucaliptos o ha dado paso a nuevas construcciones.
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De La Comuna hacia el este se encuentra el barrio Pambachupa, zona afectada por el aluvión. Donde había un parque ahora hay escombros, tierra suelta, dos retroexcavadoras que limpian y aplanan la tierra que enterró al parque. Los vecinos quitan el lodo de las paredes de sus casas con mangueras y baldes; el asfalto está pintado de café, es el lodo que se ha secado.
–Antes, aquí había una huerta grande, bonita que quedó en nada. Ahora la vamos a volver a hacer, pero más grande.
Una cuadra camino abajo del parque, que ya no existe, está la casa comunal de Pambachupa o lo que queda de ella. Don David Tenesaca, presidente del barrio, está con un voluntario con quien acabaron de limpiar lo que se puede limpiar. Sus manos grandes, brazos fuertes, postura erguida y sus ojos amables no dan evidencia de su edad avanzada; tampoco de sus ganas de reconstruir un espacio comunal que levantaron durante muchos años con los vecinos, que hoy están cansados y tristes después de cinco días llenos de zozobra. La esperanza de que todo vuelva a la normalidad es un sentimiento tibio que recorre la zona, el miedo a que ocurra un nuevo aluvión es fuerte.
Repensar cómo habitamos la ciudad, las ciudades; si el desarrollo urbanístico está pensando como un bienestar colectivo o un negocio privado; si estamos o no en manos de constructoras e inmobiliarias a las que no les importa las consecuencias de trabajar en zonas de riesgo; si el progreso es construir, construir y construir sin pensar en las consecuencias a mediano y largo plazo; si el Municipio de verdad está en la capacidad de prevenir y controlar las zonas de riesgos para que no vuelva a ocurrir una desgracia igual o peor.
Han pasado días desde que ocurrió el desastre y los vecinos de La Comuna y Pambachupa no se hacen esas preguntas, tienen problemas urgentes como el agua potable, su casa, comida para sus hijos. Ellos saben en el fondo y en la superficie que cuando esto deje de ser mediático, las consecuencias las tendrán que asumir solos, como lo han venido haciendo hace más de un siglo.
Han pasado días desde que ocurrió el desastre.
El aluvión
El informe Nro. 011 con corte hasta el 8 de febrero del Servicio Nacional de Gestión de Riesgos y Emergencias dice que hay 28 personas fallecidas, 1 persona desaparecida, 52 heridos, 170 personas y 53 familias damnificadas, 555 personas y 107 familias afectadas. Daños estructurales: 41 viviendas afectadas y 7 destruidas; 18 bienes públicos afectados y 60 destruidos; 52 bienes privados afectados y 14 destruidos.
El martes 8 de febrero, el Presidente Guillermo Lasso, la Prefecta de Pichincha, Paola Pabón, el Alcalde de Quito Santiago Guarderas y otras autoridades se reunieron para evaluar las causas del desastre. Lasso anunció que se otorgará un bono de USD 252 para las y los damnificados mediante el MIES y nueve familias de La Comuna serán reubicadas. Si, USD 252.
El miércoles 16 de febrero, el presidente Guillermo Lasso junto al Alcalde de Quito y el Embajador de China en Ecuador, Chen Guoyou, donaron kits compuestos de lavadora, licuadora, cocina y refrigeradora a 87 familias damnificadas. La concesionaria Kia Ecuador donó cuatro vehículos.
La Casa Comunal de San Millán ya no cuenta con la olla popular, las donaciones son menores y la fuerte presencia de voluntarios y voluntarias ya no se ve en La Comuna.