La criminalización de la espiritualidad negra y sus territorios
El caso de la Fiesta del Santo Negro en Eloy Alfaro, Esmeraldas
Por: Juanita C. Francis Bone @JuanaFrancisBo1
Publicado 08 de noviembre del 2024
La espiritualidad negra y sus territorios siguen siendo objeto de constantes luchas en Ecuador, especialmente en la provincia de Esmeraldas, donde el cantón Eloy Alfaro se erige como centro de resistencia cultural, histórica y territorial de la diáspora africana. La Fiesta de San Martín de Porres, conocida como la Fiesta del Santo Negro, es una manifestación religiosa y cultural profundamente arraigada en la identidad afrodescendiente y un acto de reivindicación frente a las múltiples formas de violencia étnica, política y económica que enfrentan los pueblos negros de Ecuador, especialmente en territorios marcados por la explotación y la criminalización de sus cuerpos y recursos naturales.
Lamentablemente, la escalada de violencia que atraviesa el país empañó las festividades en la parroquia de Limones, el domingo 3 de noviembre. Un incidente ocurrido durante las celebraciones fue aprovechado por algunos medios de comunicación tradicionales y autoridades, que de manera sensacionalista y prejuiciosa, satanizaron la Fiesta del Santo Negro. ¿Fue esto un accidente o un error inocente? La realidad es que no: Esmeraldas es un territorio históricamente excluido de la construcción de país, y esta exclusión, como expresión de racismo estructural, se refleja en cómo las narrativas tradicionales de los medios tienden a distorsionar y espectacularizar la realidad en los territorios oprimidos, criminalizando así las celebraciones de San Martín de Porres.
Es fundamental visibilizar y contar lo que representan estas fiestas para las comunidades negras / afrodescendientes, especialmente en Canchimalero y otros espacios donde la devoción y el compromiso con la cultura y la espiritualidad son vitales.
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Eloy Alfaro y la memoria de la diáspora negra
El cantón Eloy Alfaro, al igual que otros territorios de Esmeraldas, está impregnado de una memoria histórica que recuerda las luchas de los pueblos negros y afrodescendientes desde la llegada de las personas esclavizadas en la época colonial. Este territorio, reconocido por su biodiversidad y riqueza natural, es también un espacio donde se han librado intensas batallas para preservar la cultura, los territorios y las prácticas espirituales que constituyen el alma de la comunidad afrodescendiente. La Fiesta del Santo Negro, que se celebra cada año, es un acto de fe y resistencia que reúne a miles de personas del Ecuador y el mundo en una juntanza que, al ritmo del cununo, el guasa, la marimba, los cantores y cantoras, celebramos la espiritualidad de nuestras ancestras, conectando el pasado con el presente, con la digna esperanza de un futuro mejor para nuestros territorios.
La fiesta es, sin duda, un lugar de resistencia cultural, donde la memoria histórica de la diáspora africana se encuentra viva en la danza, el canto, las propuestas gastronómicas y la música. Sin embargo, también es un territorio simbólico en disputa, ya que el Estado y otras fuerzas políticas y económicas tienden a criminalizar tanto la espiritualidad como las luchas territoriales de los pueblos negros y afroecuatorianos. El canto, la danza y las tradiciones que se celebran en la Fiesta del Santo Negro se convierten en un acto de desafío ante una cultura dominante que históricamente ha descalificado y marginado a las poblaciones negras e indígenas que habitan la frontera norte. El santo de la justicia social y de la paz nos recuerda, con profunda humildad, la urgente necesidad de responder al llamado de humanidad ante la crueldad del mundo.
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La criminalización y necropolítica: violencia étnica y territorial
La violencia estructural contra los pueblos afrodescendientes en Ecuador se materializa en una serie de prácticas de necropolítica que se traducen en la criminalización de los cuerpos negros y la explotación sistemática de los recursos naturales de sus territorios. La necropolítica, un concepto acuñado por el filósofo Achille Mbembe, se refiere al uso del poder estatal para decidir sobre la vida y la muerte de ciertos grupos sociales, lo que en el caso de las comunidades negras de Esmeraldas se manifiesta en el abandono estatal, la falta de inversión pública, la violencia policial, la criminalización de sus prácticas espirituales y culturales, y la desposesión de sus tierras.
En este contexto, la Fiesta del Santo Negro y otras manifestaciones de la cultura afrodescendiente se convierten en espacios de resistencia contra un aparato estatal que ha sido cómplice de la extracción y explotación de los recursos naturales del territorio, en particular en áreas como Eloy Alfaro, donde la minería ilegal y otras actividades extractivas afectan gravemente a la población local. La violencia contra estos cuerpos y territorios se agrava con el creciente despojo de tierras a manos de empresas extractivas, mientras que la prensa tradicional y los discursos oficiales a menudo silencian o criminalizan estas luchas, presentando a las comunidades afrodescendientes como «amenazas» o «peligros» para el orden establecido.
El olvido del Estado ecuatoriano hacia las comunidades afrodescendientes y la falta de políticas públicas que reconozcan y respeten los derechos territoriales y culturales de los pueblos negros es otro de los mecanismos a través de los cuales se materializa esta necropolítica. La criminalización de la Fiesta del Santo Negro, a través de su representación en los medios, es una forma más de invisibilizar estas luchas y de continuar con la dinámica de despojo y exterminio de los recursos naturales en territorios marcados por la pobreza y la marginalización.
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La violencia étnica y la cultura de muerte
La violencia étnica, que se manifiesta tanto en la criminalización de los cuerpos negros como en el despojo de los territorios, sigue siendo una realidad palpable en el cantón Eloy Alfaro y en otros territorios de la provincia de Esmeraldas. Las comunidades afrodescendientes, que históricamente han estado al margen de los procesos de desarrollo económico y social, hoy se enfrentan a una cultura de muerte que se expresa no solo en la violencia física, sino también en la desaparición de sus formas de vida. Esta cultura de muerte es promovida por un sistema político que no solo prioriza la explotación de recursos naturales por encima de la vida de las personas, sino que también ve en las poblaciones negras un obstáculo para la consolidación de sus proyectos de despojo.
La Fiesta del Santo Negro, al igual que otras celebraciones populares de la comunidad negra/ afrodescendiente de Ecuador, es un espacio de afirmación de vida frente a esta cultura de muerte. Sin embargo, las tensiones entre las fuerzas de la criminalización y las comunidades locales no hacen sino aumentar. La violencia estatal, el narcotráfico, la minería ilegal y otros factores siguen generando un clima de inseguridad, lo que empaña una fiesta que, más allá de ser un evento de espiritualidad, se ha convertido en un campo de batalla simbólica en defensa de los derechos territoriales, culturales y espirituales de los pueblos afrodescendientes.
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Hacia una revalorización de la espiritualidad negra y sus territorios
La Fiesta del Santo Negro en Eloy Alfaro es mucho más que una celebración religiosa; es un acto de resistencia y de afirmación de la identidad y los derechos de los pueblos afrodescendientes. Al mismo tiempo, es un recordatorio de que la lucha por la protección de los territorios, la preservación de las prácticas espirituales y la reivindicación de los derechos humanos de las comunidades negras sigue siendo una tarea urgente.
El Estado ecuatoriano en todas sus dimensiones debe reconocer la importancia de estas luchas y asumir su responsabilidad en la protección de los derechos de los pueblos negros y afrodescendientes, no solo a nivel discursivo, sino también a través de políticas concretas que garanticen la preservación de sus territorios y la dignidad de sus cuerpos.
La Fiesta del Santo Negro no puede ni debe ser minimizada como un simple evento folklórico, sino como un espacio de resistencia política que debe ser defendido frente a las amenazas de la violencia étnica, la necropolítica y la explotación de los recursos naturales. Solo a través del reconocimiento pleno de la espiritualidad, la cultura y los derechos de los pueblos negros, se podrá avanzar hacia una sociedad más justa e inclusiva, sin racismo, sin criminalidad y con una justa reparación para los territorios y quienes los habitamos.