
OTRAS MIRADAS
Ingrid Farías: “No vayas a mirar adelante sin ver qué pasó antes”
Por Agustina Paz Frontera @fronterita
Fotos: Gentileza Instituto Update
Publicado 14 de agosto del 2025
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¿Qué desafíos presenta la política contemporánea en Brasil y en la región? ¿Cómo podemos tender puentes entre los movimientos, los partidos y las ONGs? ¿Qué estrategias narrativas podemos intentar? Ingrid Assunção Farias, Directora de articulación y asociaciones del Instituto Update de Brasil y activa militante social antirracista y feminista desde hace más de 17 años, reflexiona sobre estos interrogantes urgentes y necesarios. Esta conversación forma parte de Movilizadas: iniciativas que promueven la democracia, un trabajo colectivo de difusión del Mapeo de Iniciativas de apoyo al liderazgo político en América Latina realizado por Better Politics Foundation e Instituto Update en Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México.
Su activismo político se gestó desde la infancia, en el corazón de una comunidad tradicional pesquera en el noreste de Brasil. Desde muy temprano, estuvo inmersa en la resistencia colectiva de su barrio: mujeres organizadas por la defensa de sus viviendas, juventudes intentando sostener la dignidad, enfrentando la represión policial en un contexto golpeado por la guerra contra las drogas. En su adolescencia participó activamente en los movimientos estudiantiles de escuelas públicas y su paso por la universidad fortaleció ese compromiso: fue lideresa estudiantil en centros académicos, con cargos nacionales y departamentales, y se involucró con el Partido de los Trabajadores (hasta 2014), donde ocupó roles en las secretarías de juventud y de mujeres.
El embarazo marcó un punto de quiebre en su trayectoria. Convertirse en madre puso en evidencia las limitaciones y exclusiones de los espacios políticos tradicionales, que no estaban preparados para acompañar ni sostener liderazgos femeninos fuera del molde masculino: “Los partidos y los movimientos estudiantiles no estaban listos para tener como activistas a mujeres que querían participar de la política siendo madres”, reconoce.
Esa experiencia la impulsó a vincularse con los movimientos feministas y afrodescendientes desde un lugar más autónomo. Co-fundó una organización nacional de mujeres antiprohibicionistas, participó activamente en redes latinoamericanas y fundó espacios vinculados al movimiento afro en Brasil. Después de 17 años de trabajo en organizaciones sociales, su activismo hoy se traduce en una práctica política concreta y con una voz que sigue denunciando las estructuras de exclusión mientras construye alternativas que tienen a la interconexión y la colaboración como centro.
—En tu experiencia política ocupaste diversos roles en partidos, ONGs, y en el movimiento social, estos actores suelen pensarse contrastados y en disputa, ¿cómo ves hoy esa relación entre los diversos sectores?
—Para mí es una relación que debería ser mirada como interdependiente y no como una disputa. Es muy nociva y muy peligrosa la desconexión entre los partidos, los movimientos y las organizaciones.
Yo defiendo la trayectoria del Partido de los Trabajadores, que es muy importante para América Latina. Conocí el PT porque mi tía, que es profesora, era parte de un núcleo de base, que era una cosa increíble que hacían para dar la discusión política en los barrios. Pero eso cambió y para los partidos políticos ya no es un objetivo que la población tenga formación crítica y que pueda proponer un proyecto o un cambio necesario. Los partidos políticos ya no son un instrumento para que la sociedad transforme la política sino una forma de mantenerse en el poder de un determinado grupo.
Muchas organizaciones están disputando sin reconocer el papel de cada actor social. No necesitamos que el partido haga lo mismo que las Organizaciones Sociales, o que las Organizaciones Sociales hagan lo mismo que los movimientos.
Hay que pensar cómo se retroalimentan y esto no está pasando en ningún lugar hoy, ni acá en Brasil, ni en otros países de América Latina. Hay sí resistencias, activistas más radicales dentro de cada partido, pero están solitos.
LAS BARRERAS A LA PARTICIPACIÓN de las mujeres* A pesar de los avances significativos en la participación política-electoral femenina en América Latina durante la última década, impulsados por diversas iniciativas y consolidados en marcos legales, persisten importantes desafíos que limitan la plena representación de las mujeres en espacios democráticos.
*Datos del Mapeo de iniciativas de apoyo al liderazgo político en América Latina (Instituto Update y Better Politics) |
—¿Cuáles son las consecuencias de esta desconexión?
—Creo que la peor de todas es quiénes se sientan a la mesa para tomar las decisiones. Los partidos llaman a los empresarios, llaman a los sindicatos, a las personas ricas, pero no llaman nunca a los movimientos para sentarse a discutir acerca del proyecto de país.
A los movimientos siempre el proyecto nos llega después. Y nadie quiere ejecutar un proyecto que fue construido por otra persona. Las personas quieren construir un proyecto de sociedad juntas.
En Brasil, las organizaciones sociales tuvieron un papel muy importante en los momentos de la redemocratización. Yo soy una trabajadora de organizaciones sociales, pero no defiendo que las políticas estructurales culturales sean ejecutadas por las organizaciones sociales. No es una organización social la que tiene que dar abrigo a las personas en situación de calle, es la política pública.
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—En Brasil, la representación política de las personas racializadas es muy baja y la distancia con la sociedad civil es notoria. Pero al mismo tiempo, hay estrategias que los movimientos y la política construyeron para impulsar una innovación política. ¿Qué estrategias destacarías?
—Lo primero que hay que decir es que todas las innovaciones políticas del presente ya existieron en el pasado. Las nuevas generaciones suelen creer que cada innovación es propia, su contribución al mundo. Pero yo vengo del movimiento afro y del movimiento de mujeres, y ahí aprendimos el valor de mirar hacia atrás para poder avanzar. No vayas a mirar para adelante sin ver qué pasó antes.
Por eso, el primer paso para que los movimientos afro, indígenas y de mujeres ocupen la política es reconocer que estamos acá gracias a esa historia. Rescatar la memoria de la contribución de esos grupos es clave. Una de las mayores contribuciones del feminismo afro en Brasil ha sido disputar el pensamiento crítico de la sociedad, sin dejar de construir el buen vivir.
También hay hitos políticos importantes. Hace once años, la primavera feminista movilizaba a mujeres en todo el mundo: en Argentina, Uruguay, Palestina, había una efervescencia internacional de organización política. Ese contexto impactó fuerte en Brasil, y muchas mujeres comenzaron a exigir estar en el centro del debate y en los espacios de toma de decisiones. Eso abrió nuevos caminos.
En 2015, la Marcha de las Mujeres Negras marcó un antes y un después: fue un hito que impulsó la creación de numerosos colectivos, grupos y organizaciones afro por todo el país. Estos espacios comenzaron a decir objetivamente: queremos educación, pero no hay educación sin poder; queremos salud sexual y reproductiva, pero eso no es posible sin diputadas que legislen en esa dirección. Así, muchas mujeres afro empezaron a disputar el poder político como una estrategia para transformar la sociedad.
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—¿La muerte de Marielle Franco es un punto importante en ese momento?
—Sí, tuvo un impacto muy fuerte en el contexto político. Marielle era una gran amiga mía, trabajábamos juntas en la agenda de política de drogas y siempre fue una aliada cercana. Cuando la asesinaron, me pregunté cómo podía ser posible que una mujer afro muriera así. Sentí que no podía permitir que el legado de mi amiga muriera con ella.
Muchas mujeres desean ocupar espacios en la política, pero eso implica enfrentar estructuras burocráticas e institucionales muy difíciles. Si bien aumentó el número de mujeres afro en la política, muchas de ellas fueron las primeras y también las últimas, porque sus experiencias fueron muy violentas. Eso demuestra que no se puede transformar la política en solo cuatro años. Se necesita historia, proceso, movilización y la nitidez de que hace falta un proyecto a largo plazo, algo que sigue siendo un gran desafío para las mujeres afro.
Muchas de esas mujeres también tuvieron que hacer alianzas con partidos o sectores que no siempre querían. En las últimas elecciones, las mujeres afro aprendimos que sin alianzas no se puede avanzar. Otra estrategia clave es la construcción de solidaridad: muchas mujeres llegan a la política y salen muy dañadas, pero el apoyo entre nosotras es lo que permite resistir y permanecer.
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—Recién hablabas de las alianzas. ¿Qué lugar ocupa, dentro de esa estrategia, la conexión con compañeras de otros países de la región o del Sur Global? ¿Qué importancia tiene articular con luchas que no son exactamente iguales a la tuya, pero que comparten causas o desafíos similares?
—Cuando miramos América Latina, uno de los grandes desafíos hoy es construir un ecosistema donde las organizaciones trabajen de forma complementaria, no dispersa. El objetivo del Mapeo es justamente ofrecer una visión de qué está pasando, dónde se necesita apoyo y qué innovaciones que ocurren en un lugar pueden replicarse en otros.
Desde 2021, organizamos con Update cinco encuentros con iniciativas que trabajan sobre violencia política. A partir de ahí, muchas comenzaron a colaborar entre sí: unas desde la psicología, otras desde la legislación o desde la construcción de memoria. Conectar ese ecosistema no solo mejora la acción conjunta, también fortalece la posibilidad de disputar recursos y financiamiento.
Lo mismo pasa con quienes trabajan con tecnología, un ámbito muchas veces académico, blanco y excluyente. Crear redes permite que las personas sepan que no están solas, que su trabajo es parte de algo más grande y necesario. Generar esa sensación de interdependencia y solidaridad es clave para pensar estrategias colectivas más potentes. Ese, quizás, es nuestro mayor logro: tejer conexiones que fortalecen.
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—Para cerrar, quería preguntarte cómo impactan en nuestras comunidades y en nuestro trabajo las narrativas que vienen ganando fuerza desde las ultraderechas, con discursos misóginos, antifeministas, racistas y anti migrantes. ¿Cómo se sienten estos discursos en los territorios concretos, en la vida cotidiana de las personas y en las estrategias de quienes trabajamos por la justicia social? ¿Cómo lo ves?
—Lo veo con preocupación, pero también como una oportunidad. El discurso fascista y la estrategia de las fake news lograron algo potente: que muchas personas se identifiquen con esos mensajes y los reproduzcan. Hoy, hay una naturalización de la mentira en redes sociales, y mucha gente se siente cómoda expresando ideas racistas, misóginas o autoritarias porque los movimientos de ultraderecha instalaron que eso es válido. Esa narrativa está transformando los comportamientos sociales en los territorios y las comunidades. Por eso, más que solo alarmarnos, necesitamos observar esa transformación para pensar estratégicamente cómo responder desde nuestros espacios.
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—¿Qué estrategias tenés en mente?
—Si la ultraderecha está disputando en TikTok la narrativa sobre lo que está pasando en Palestina en un minuto, nosotras también tenemos que disputar ahí, pero también tenemos que disputar con otras estrategias que ya fueron muy exitosas para nosotras, como el pensamiento crítico.
Me acuerdo que había un momento donde hacer lectura política en clubes de libros y todo eso era una fiebre, era una cosa increíble, las personas querían participar, se sentían parte. Entonces, retomar ese deseo de ser una persona con conciencia social es nuestro mayor desafío. Y no estoy hablando solo de la toma de conciencia del gobierno, estoy hablando de la propia vida.
Creo que estamos en medio de una disputa muy fuerte. Recuerdo que, hace diez años, la estética de las mujeres afro no era bien vista. En más de una ocasión me sugirieron cambiar mi pelo porque supuestamente no era apropiado para mi trabajo o para ciertos espacios. Y hoy, en cambio, vemos a personas blancas queriendo usar nuestros peinados. Ese cambio no fue casual: es resultado de una transformación de la narrativa que impulsamos nosotras.
Yo fui víctima de muchas fake news como activista, y sé lo rápido que se diseminan y cómo pueden destruir la vida de una persona. Me da mucho miedo, pero al mismo tiempo creo que es necesario estudiar y debatir cómo están logrando disputar la comunicación, el sentido de pertenencia y la conexión con las personas.
Esta entrevista forma parte de Movilizadas: iniciativas que impulsan la democracia, un trabajo colectivo de difusión del Mapeo de Iniciativas de apoyo al liderazgo político en América Latina realizado por Better Politics Foundation e Instituto Update. Accedé al reporte del mapeo en https://www.institutoupdate.org.br/mapeo
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