Gabriela, Policía Metropolitana de Quito: “ninguna emergencia se compara a esta”

 

Por: Redacción Wambra @wambraec

Desde la declaratoria de emergencia sanitaria Gabriela*, Agente Metropolitana de Control, en Quito, inicia sus jornadas laborales en la madrugada, sin embargo esto es lo que menos le preocupa.

Gabriela está preocupada por la falta de materiales de protección y por las disposiciones contrarias a las normas de bioseguridad que han recibido. “En mi grupo, hace poco, –porque antes no nos daban nada– entregaron guantes y mascarillas que, según los jefes, debemos usar dos y tres días respectivamente. Eso en mi grupo, porque al otro grupo les pidieron lavar diariamente las mascarillas, para poder reutilizarlas por más tiempo”.

Gabriela considera que en la institución no se han tomado en serio las recomendaciones para prevenir contagios, “¿de dónde sacan que las mascarillas pueden ser lavadas y reutilizadas? y más cuando estamos en contacto con personas que pueden tener COVID19”. Ante esta situación, ella y sus compañeros optaron por comprar –con sus propios recursos– alcohol, gel antibacterial, guantes y mascarillas para así disminuir el riesgo al que están expuestos.

En la Policía Metropolitana no hay casos confirmados de COVID19, pero sí hay tres casos considerados sospechosos. De esos casos, dos son de personas que estuvieron en el extranjero cuando empezó la emergencia sanitaria y el otro es un servidor que presenta síntomas característicos de la enfermedad. Los tres están aislados en sus domicilios.

Pese a que aún no hay casos confirmados, Gabriela considera que se debería tomar precauciones especialmente con el personal más vulnerable. “Aquí algunos jefes que no son parte de la población vulnerable y pertenecen a la línea operativa – trabajo de campo– que han decidido trabajar desde casa, sin embargo hay personal de avanzada edad y con enfermedades como diabetes e hipertensión trabajando en las calles. A ellos deberían asignarles otras actividades”.

En los últimos días los agentes de control suspendieron fiestas, clausuraron establecimientos, galleras –ilegales– y controlaron aglomeraciones de personas que incumplen las restricciones; han trabajado directamente con la población sin un equipo de protección.

“Nosotros hemos trabajado en varios momentos críticos que ha enfrentado el país, por ejemplo en el terremoto del 2016, en el paro de octubre del año pasado y ninguna de esas emergencias se compara a esta”. Gabriela lo dice por la rapidez con que se propaga el virus y también por la  dificultad de control cuando las personas desobedecen las medidas de prevención.

“No todos tenemos la posibilidad de quedarnos en casa, eso es un hecho. Pero hay gente que sí puede y no lo hace. Ellos no entienden que no solo se están exponiendo ellos, sino también a sus familias”. Gabriela dice que le gustaría quedarse en casa, porque teme contagiarse. Su temor no es tanto por su salud, sino por sus padres que tienen enfermedades preexistentes y en caso de contagio, para ellos sería muy difícil batallar contra la enfermedad.

“Quisiera quedarme a dormir en el cuartel mientras dura la emergencia, pero el cuartel es un foco de contagio”.

Gabriela* es un nombre ficticio, para proteger la identidad de la servidora municipal que accedió a contar esta historia.